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"En pocas palabras"

"Geometría de metáforas"

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06/06/2013 00:00

    SEGURIDAD

    Las curvas de las montañas. Las curvas de las nubes. Las ensoñadas curvas en la arquitectura de Oscar Niemeyer, poeta de las curvas. Las curvas del mar. Las curvas de las piedras. Y las curvas de un rostro, me recuerdan tu sonrisa. Me recuerdan tu mirada. Me recuerdan al amor.
    La línea recta del horizonte. Las líneas rectas de una persiana. Las líneas rectas de una Catedral gótica. Las líneas rectas en las pinturas de Kandinsky. Y las líneas rectas de una camisa, me recuerdan a mi progenitor. A sus ojos miel. A sus eternos horarios.
    Los puntos en el suspenso. Los puntos en las escalas. Los puntos en las horas. Los puntos en el libro Don Quijote de la Mancha. Los puntos finales de un escrito. Los puntos en los números. Y los puntos en la costura, me recuerdan la extraordinaria creatividad de mi abuela. Sus vestidos. Su olor a gardenia.
    El círculo del sol. El círculo de la vida. La forma circular de los discos de vinilo. El círculo polar ártico. El círculo geométrico. El círculo cromático. Los círculo concéntricos. Y el círculo de Pontana, me recuerdan a mi madre. A su fe. A su esperanza. A su candor.
    El triángulo piramidal de Giza. El triángulo de las Bermudas. El triángulo isósceles. El triángulo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El triángulo, instrumento musical. Y los tres lados del triángulo me recuerdan a tres hermanos unidos en sueños y alegrías.
    Todas estas comparaciones las imaginé al contemplar las figuras geométricas de los petroglifos de Las Labradas, zona arqueológica que pertenece al pueblo pesquero Barras de Piaxtla. Hace algunas semanas realicé este viaje al municipio de San Ignacio. Uno de los sitios predilectos de mi abuelo Pablo Lizárraga, quien viajó a través del estado estudiando los dibujos que dejaron a su paso nuestros antepasados indígenas. Bajo climas y condiciones inclementes mi abuelo dibujó cada figura que encontraba a su camino. Ya sea a la orilla del mar, en un río, una cueva, o un riachuelo.
    Con el fin de publicarlos en dos tomos: "Nombres y piedras de Cinaloa". No, no me he equivocado, él nunca estuvo de acuerdo que Sinaloa se escribiera con "S" y además proponía un diferente significado para nuestro estado: "Lugar donde se amontonan mazorcas".
    Para escribir su minuciosa investigación, estudió las lenguas de los nativos, sosteniendo largas conversaciones con los habitantes de diversos pueblos de la extensa geografía sinaloense. Preguntándoles los nombres de las aves, los árboles, los cerros, sin ellos percatarse de que su diálogo era de vital importancia para el historiador.
    En el primer tomo explica el significado de las palabras autóctonas del estado a manera de diccionario. De igual forma narra sus travesías por nuestras tierras, su venerado terruño, donde depositó su alma y la misión de su vida.
    El viaje a Las Labradas fue inesperado, y por ende no llevaba conmigo sus libros donde muestra los dibujos de los petroglifos, que trazó concienzudamente a su escala original en el segundo tomo. No obstante, lo tuve en mi pensamiento mientras cruzaba las rocas cuidadosamente, advirtiendo cualquier figura que me pareciera un rastro del pasado, y por supuesto, un entrañable recuerdo de mi abuelo.