"Ha muerto un gran ídolo: Guillermo 'El Huevito' Álvarez."
JANNETH ALDECOA/ JOSÉ ALFREDO BELTRÁN
Guillermo "El Huevito" Álvarez, visto con lupa.
El gran personaje del rey de los deportes, vivió para el "beis".
El picoso y jacarandoso parador en corto, apenas comparable con Peawee Rees, short stop de los Mulos de Manhattan de la década de los "cuarentas".
La "parca", bribona y agua fiestas, quitó de mis planes a Guillermo Álvarez González, que era uno de los hombres del "pentágono" que tenía yo pensado reunir en la casa de todos ustedes, en el próximo mes de enero. Ellos eran, desde luego, la estrella de todos los tiempos, Guillermo, más otro inmortal del beisbol, José Cliserio Trujillo Ochoa y Tino Nieves, también parador en corto, éste de Catemaco, que siguió el mismo camino de Guillermo Álvarez; es decir, dos veracruzanos casi contemporáneos y Cliserio, auténtico valor culichi que cobró fama en el montículo como el hombre de "la bola embrujada", según el gran cronista deportivo, el ilustre Agustín de Valdés.
Con "El Huevito", no había problema, siempre accesible, atento y bullanguero como buen veracruzano, sólo que esta vez se nos adelantó en el camino sin retorno. Además, de los intercambios de saludos y pláticas amigables que teníamos a menudo, sólo quedaba fijar la fecha del encuentro.
El más lejano y ausente era Tino Nieves, quien vive y trabaja en Jáltipan, Veracruz. En cuanto al Brujo Cliserio, continuamente cambiamos saludos, pues este magnífico pelotero sinaloense siempre ha vivido por la Escobedo, al oriente de la ciudad.
Con Guillermo Álvarez, me unían los sentimientos de coterraneidad. Nos habíamos visto de vez en cuando, sobre todo en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde coincidimos durante la segunda mitad de la década de los cuarentas; él como excelente jugador de cuadro del Club de Beisbol, Indios de Ciudad Juárez y quien esto escribe como estudiante de la Escuela Superior de Agricultura "Hermanos Escobar".
Otro paisano que siempre acompañó a Guillermo fue, José "Pepino" Azamar, pitcher zurdo oriundo de la congregación llamada Calería, ubicada entre San Andrés Tuxtla y Catemaco. "El Huevito" Álvarez y el Pepino Azamar estuvieron, ambos, en las buenas y en las malas en el beisbol profesional.
Por si fuera poco lo anterior, el dueño de los Indios de Ciudad Juárez, Club que militaba en la liga Sun-Set, y que alguna vez fue Liga Tejana, era otro veracruzano, Julio Ramírez, oriundo del poblado de Salmoral, municipio de La Antigua, Veracruz. Así es que el amarre, estaba completo y la alegría también.
Yo arribé a estas tierras a finales del año de 1953. La Liga Invernal Veracruzana estaba presente, pero no con una plaza en el rol ordinario, sino el agarre era entre los campeones de aquella liga y los campeones de la Liga de la Costa. Fueron encuentros a morir, en 1955 las dos Ligas se disputaron la supremacía en el viejo parque de béisbol de Mazatlán teniendo como contrincante a Poza Rica, exactamente el 14 de febrero de 1955.
El célebre "Huevito" Álvarez, nació un 4 de agosto de 1925, en la ciudad de San Andrés Tuxtla; jugó en los "campos de beisbol", Belem Grande y Otapan de su ciudad natal. Su barrio donde vio la primera luz del día fue Chichipilco, no muy lejos del centro de su ciudad.
Allí practicó el deporte de sus amores con los llaneros del barrio, en donde siempre fue admirado y muy estimado. De San Andrés Tuxtla, partió a Puebla ya contratado con el Club de los Pericos del Puebla. De ahí recorrió la milla, para anclarse por dos o tres temporadas en diversos Clubes.
Yo trabajé en Costa Rica, Sinaloa, en el ingenio azucarero de 1953 a 1987, antes había hecho una breve escala de dos años en el Ingenio Zacatepec, recién egresado de la profesional. Cuando llegué aquí, ya Guillermo Álvarez se me había adelantado.
De manera que volvimos a revivir viejos recuerdos. En 1958, recién construido el estadio Alejandro Torres de Costa Rica, me ordenó el Gerente del Ingenio que me hiciera cargo de los detalles faltantes en el inmueble y uno de ellos fue tejer con hilo de algodón, la red protectora, la cual quedó, no sólo funcional, sino que realzó de manera notable el estadio.
Estaba por comenzar la segunda época de la Liga de la Costa del Pacífico y don Guillermo Casillas, me pidió, que para inaugurar el recién construido nuevo estadio de Costa Rica, arreglara un encuentro amistoso de béisbol entre el Club Culiacán y una selección de jugadores locales.
Desde luego, el mejor contacto era Guillermo Álvarez, manager del equipo Culiacán, quien llevado por la amistad que nos unió, aceptó gustoso el reto. ¡Mira paisano!: para que se diviertan tus vecinos con el encuentro, me voy a llevar al Moscón Jiménez, al Grillo Serrel, a La Gata Padilla, a Beto Vargas y a todos los que para esa fecha lleguen. Vas a ver que lluvia de garrotazos de todos los tamaños y todos los sabores.
En Costa Rica, teníamos equipo nada manco, compuesto con jugadores como el "Pedrules", Pedro Medina, a Jesús "El Borreguín" Borrego, a Lico Borrego, a Chorejas Bravo (no confundirlo con el verdadero "Chorejas"), a Sóstenes Verdugo, a Eladio Urías y a su hermano mayor Felizardo (quien más tarde, como integrante de los "Cadetes de Linares", adoptó el nombre de Roberto Fierro). Cuatro carreras a una fue el scord final a favor de Culiacán, pero la solitaria carrera de Costa Rica, fue un largo home run que pegó Felizardo Urías.
En todas las plazas en las cuales jugó beisbol "El Huevito" Álvarez, fue admirado por su estilo artístico de "agarrar la bola": su posición de parador en corto era cargado hacia la intermedia. Salía un roletazo y el público sufría porque atrapaba la pelota, después de que rebasaba su posición. Luego, prácticamente de atrás tiraba a la primera base; pero no desesperado, sino con toda la parsimonia del mundo: un tiro más bien bombeado que recto, su delirio era sacar en primera al corredor "por medio paso", cuando el corredor intentaba poner el primer pie sobre la almohadilla.