"Hace varios años existió en el Quelite una tienda de raya, llamada 'Las batallas de la vida' que le perteneció a don Modesto Arámburo, síndico porfirista de origen vasco, abuelo del historiador Pablo Lizárraga Arámburo, mi abuelo."
SEGURIDAD
"Solo lo absoluto merece el acompañamiento de la eternidad". José Vasconcelos, político, pensador y escritor mexicano (1882-1959).
Hace varios años existió en el Quelite una tienda de raya, llamada "Las batallas de la vida" que le perteneció a don Modesto Arámburo, síndico porfirista de origen vasco, abuelo del historiador Pablo Lizárraga Arámburo, mi abuelo.
Don Modesto fue un hombre fornido, rubicundo, de carácter recio. Poseía tierras y un rancho en el Quelite, el cual lo trabajó por mucho tiempo, y con gran esfuerzo hasta convertirlo en un lugar admirable, con muchos hombres a su disposición.
Una vía férrea lleva dignamente su nombre.
Tuvo una familia numerosa, quienes supieron transmitir la historia de su vida y sus hazañas, hasta hoy.
Fue un hombre que supo el significado del deber, mantuvo el orden, y por consiguiente la tranquilidad en las casas del pueblo. Al mismo tiempo fue perseguido tras el fin de la dictadura del General Porfirio Díaz.
He oído bastantes historias acerca de él. Se convirtió incluso en mi pasatiempo sentarme junto a los adultos, en especial a mi abuelo a escuchar anécdotas de nuestra genealogía desentrañando detalles que unen más lazos y me mueven a ser una exploradora de mis propias raíces.
Cuando escuché por primera vez el nombre de la tienda de don Modesto me pareció sumamente poético, merecedor para ser el título de una novela, más tarde profundicé en su vida y en la concepción que pudo a haber tenido aquel hombre, en aquella época.
Saboreé el título y absorbí cada palabra de él, luego pensé: "esa es la frase que definió toda su vida".
Su vida fue la de un guerrero, y es cuando vislumbro el rostro de mi abuelo, reconozco que en su sangre proliferan las agallas de este personaje tan único, con un mundo interno maravilloso, a veces impenetrable, pero admirable.
La armas de don Modesto fueron la disciplina en la política y la organización, las de mi abuelo, son las letras.
Ambos han acentuado que no hay mejor instrumento contra la pobreza material y espiritual que la cultura.
Las batallas de la vida son el alimento diario de quien defiende sus valores, su familia y su tierra, de aquel que se conserva incondicional en cuanto a ideales, carácter y su manera de pensar, es por eso que es y será eterno.