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"Pensándolo bien..."

"Heriberto Yépez"

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16/11/2006 00:00

    CÉSAR LÓPEZ

    La literatura se parece, cada vez más, a otra de mis múltiples adicciones.
    Por más intentos que hago de alejarme del espectáculo de la inteligencia que significa la Feria del Libro de Los Mochis cada año, y así dedicarme a mi trabajo periodístico, con la seriedad política que merece, la literatura viene de nuevo a descuajaringar por completo mi esquema, robándome todo mi tiempo, mi pensamiento y mi emoción.
    Sólo bastó un solo contacto anoche con algunos autores de la "Literatura del Norte" para volver a caer en sus garras como vil consumidor compulsivo.
    Por ejemplo, Heriberto Yépez, Tijuana, 32 años, poeta, cuentista, novelista, ensayista, traductor, catedrático de la UABC y ex mesero de restaurante de la avenida Revolución, me volvió a dejar con la quijada hasta el suelo, como hace dos años que vino; esta vez con la simple genialidad de un ensayo sobre este fenómeno regional de la literatura y la falsa idea de sí misma que puede tener al constreñirse a la geografía.
    Este movimiento literario, más que su letras en sí (que se leen aparte) según Heriberto se parece más a los demos de Grecia, regocijándose de sí mismos y de su cosmovisión, que a cualquier otra cosa que signifique una regionalización política, económica o cultural de la República Mexicana, en Sur, Centro y Norte, como todos sabemos que puede hacerse.
    La manera en que Yépez dice que esta literatura no es ni más ni menos que un renacimiento cíclico que todas las literaturas gozan después de sufrir largas noches de silencio, y escenifica una especie de "vuelta a la cueva" paleolítica, es sumamente enriquecedora del lenguaje literario; o del lenguaje, punto. Es estimulante de la actividad mental y del espíritu lector. Le da oxígeno a la asfixiada literatura "norteña". Es todo lo que dicen los griegos del néctar de los dioses o los sinaloenses de la tercera cerveza.
    Heriberto Yépez tiene un lenguaje impresionantemente veloz, que le sale cada vez con mayor madurez y facilidad. Es un categórico crítico del psicoanálisis, cosa que, desde una mirada realmente psicoanalítica, debe ser algo absolutamente necesario en un autor literario o en un standing comedian, para el caso es lo mismo. (El chiste, el sueño o la ficción no se analizan: se cuentan).
    Su condena es que, una vez pasado por el "diálogo psicoanalítico" (o siquiera asomado por una mente genial como la suya), está condenado a criticarlo y criticarse, a reconstruirlo y reconstruirse eternamente; y su habla, los recursos lingüísticos o retóricos que usa en la discusión oral y en el ensayo escrito, el pensamiento cuando menos dialéctico, si no polisémico, que subyace en sus articulaciones y toda la erudición irónica que exhibe, lo delatan. (Welcome to the club).
    Pero, pobre de Yépez, si yo me quejo de mi cómoda adicción como lector y público del espectáculo literario, a él como autor le toca tener qué producir cada vez mejores ficciones literarias y más inteligentes ensayos, analíticos, conceptuales y autocríticos de la realidad literaria propia y ajena.
    Eduardo Antonio Parra y Claudia Guillén fueron testigos presenciales de lo dicho aquí de Heriberto Yépez, y los mejores interlocutores para este genial enfant terrible de la literatura del norte.
    Pensándolo bien... De este autor, no tengo duda alguna, después de lo ya asombroso, veremos mucho más en el futuro.

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