"Hoy se presenta el libro de Denise Dresser en el Club de Industriales a las 19:00 horas. Acompáñenos a las 38 mujeres que ya no nos queremos quedar calladas"
El juego no es de juego
´Todas mis películas pueden ser imaginadas en blanco y negro, excepto, Gritos y Susurros. En su guión se afirma que el rojo representa el interior del alma, Cuando era yo niño, imaginaba al alma como un dragón, como una sombra flotando en el aire, como humo azul, como una criatura enorme. Mitad ave, mitad pez. Pero en el interior del dragón, todo era rojo´, Ingmar Bergman He de confesar que desde niña siempre fui muy gritona. En mi casa siempre se hablaba todo a gritos. Que yo recuerde, entre nosotros, nunca nos expresábamos a susurros. Hasta los secretos nos los decíamos gritando. No griten, ya no griten, nos suplicaba constantemente mi padre quien por cierto él nunca gritaba. Odiaba los gritos, sin embargo difícilmente podía controlar la gritería que se traían su mujer y sus nueve hijos. Que tan acostumbrada he de estar a los gritos, que prefiero que me hablen fuerte a que lo hagan quedito, por eso, invariablemente le subo el sonido a la tele y no es que esté sorda, así me gusta. Ay, está muy fuerte, me dice mi marido. En una ocasión una trabajadora doméstica me anunció muy enojada: Me voy porque usted habla muy recio. Le dije que así hablaba pero que no significaba que estuviera enojada: Pues sí, pero yo no estoy impuesta, me contestó quedito. Por más que le ofrecí empezar dirigirme a ella en voz baja, se fue y me dejó con todo y mis gritos. Es cierto que es de muy mala educación, gritar, además de denotar falta de control, es una manifestación de autoritarismo. Por otro lado, pienso que cuando hay que hablar con la verdad, hay que hacerlo, en voz alta, muy alta para que se escuche fuerte y muy lejos. Especialmente las mujeres que hemos vivido en mundos en los que no nos queda otro recurso que gritar. No hay duda que después de haber intentado el susurro, sin nunca haber sido escuchadas, no nos resta más que recurrir a los gritos. No, ya no queremos pasar nuestra vida en el susurro. El susurro es un hablar quedo y temeroso; es no atreverse a surgir, a emerger, a no saber cómo. En la película de Bergman Gritos y susurros, cuando Agnes, una de las cuatro hermanas, está sumida en un dolor insoportable, grita: ¿¿¿alguien puede ayudarme??? Pero las hermanas no saben qué hacer, ni cómo ayudarla. ¿Por qué? Porque siempre han vivido entre susurros y temen los gritos, los gritos de dolor físico, pero sobre todo aquellos que vienen desde el fondo del alma. Y es que el grito y el susurro, ambos son extremos del no poder decir, de alguna manera corresponden a una dimensión que es propia de las mujeres, porque en ellas hay espacios en su fuero interno, que no encuentran las palabras precisas y que incluso buscándolas resulta que no se puede dar con ellas. Por todo lo anterior, pensamos que el libro Gritos y Susurros, experiencias intempestivas de 38 mujeres (Edit. Grijalvo), coordinado por Denise Dresser, resulta fundamental para poder comprender los gritos y los susurros dichos en voz alta por mujeres cuyas vidas han transcurrido entre el azar y la firme determinación de tomar las riendas de su propio destino en sus manos. Tres fueron las preguntas que había que contestar con la consigna de Denise, es decir con honestidad, libertad y valentía: -¿Qué te ha tomado por sorpresa? -¿En qué momentos y frente a qué circunstancias te has sentido poco preparada? -¿Qué ha sido aquello que ha constituido un reto inusual y desconcertante para ti? El reto no era nada fácil y sin embargo, las que colaboramos en esta aventura tan insólita y divertida a la vez, lo hicimos de todo corazón, arriesgándonos con el único afán de ser escuchadas a gritos. No voy a releer este texto para que reúna otro de los requisitos que solicitas, el de la honestidad que en mi caso tiene que ver con la ingenuidad. ¡Mira, hasta rima!, termina por escribir Elena Poniatowska, en su texto titulado Reducto Privados. Ella, como nosotras, también escribimos sin corregir para que no haya en esto nada literario, es casi escritura automática, el fluir de una conciencia. En esta obra tan ejemplar no nada más para nosotras, sino especialmente para los hombres quienes nunca como ahora se preguntan qué onda con las mujeres, existen muchas conciencias que fluyen con tal naturalidad que hasta parece candor. Pero examinándolo bien, no lo es. En muchos de estos textos, se encuentran más bien un ajuste de cuentas ya sea con el padre, la pareja, el jefe o simplemente con la forma en que veían y vivían la vida anteriormente. No obstante, en ninguno de estos relatos se siente un ápice de amargura o de resentimiento. Al contrario, son textos frescos, humorosos y siempre escritos a la distancia de sus vivencias. De todos hay uno que encuentro especialmente conmovedor. Está escrito desde las tripas y con una generosidad sumamente enternecedora: A mí me toma por sorpresa la noticia del 23 de julio de 2003: tengo cáncer del páncreas, empieza escribiendo Marie Pierre Colle Corcuera. A partir de esa frase comienza un testimonio humano, adulto, pero sobre todo, doloroso, muy doloroso para la o el lector. Leerlo es recibir una lección de vida, es recibir un llamado a vivir el presente y estar preparados a soltar el pasado, porque un tumor quiere decir que hay algo en tu vida que está mal resuelto. Y el futuro no te pertenece. ...La vida es demasiado corta para ser pequeña. Hablar de cada uno de los 37 relatos, resultaría demasiado extenso. Todos, en su estilo, son interesantes, conmovedores y muy aleccionadores. Pienso que el común denominador es la gana de ser, la gana de volar con sus propias alas y la gana de dejar los susurros atrás, para remplazarlos por gritos que salen desde el corazón. Como dice Denise Dresser en su prólogo: ...son dueñas de su destino y lo miran sin parpadear. No se conforman con el segundo lugar. No desean sentarse en el asiento de atrás. No quieren ser relegadas a la cabina de segunda clase. No buscan vivir en la retaguardia de la historia. Y con su pluma combaten el silencio, la vida amortajada, la voz amordazada. Si tienen miedo, deciden enfrentarlo. Si se han caído, deciden volver a levantarse. Juntas tejen un tapiz de muchos colores, de muchas texturas. Juntas pintan un retrato frontal de sí mismas para el mundo. Mientras avanzaba en la lectura del libro, no pude dejar de preguntarme, cuál sería el contenido si hubieran participado puros varones. Seguramente, ellos, también tienen muchas ganas de gritar, de expresar sus inconformidades, de hablar de una infancia tal vez no muy feliz y de hacerse escuchar en una época cuyos cambios respecto a su género, han sido quizá demasiado violentos. Ojalá que a alguien se le ocurra como se le ocurrió a Denise, invitar a 38 voces masculinas para conocer lo que esta sucediendo en su fuero interno. ¿Cómo se llamaría? ¿Regañados e Incomprendidos? ¿Los Olvidados? O, ¿Los machos también lloran? Hoy, precisamente, martes 24 de agosto, se presenta Gritos y Susurros, en el Club de Industriales a las 19:00 horas. Si quieren escucharlos, comprenderlos y solidarizarse con ellos, acompáñenos a las 38 mujeres que ya no nos queremos quedar calladas. Allá nos vemos. No hay duda que todas estas mujeres tienen alma de dragón, tal como lo imaginaba el maravilloso cineasta, Igmar Bergman.