Arturo Santamaría Gómez.
"¿Qué gobernante puede dormir tranquilo cuando en una sola noche se comete una masacre como la del sábado pasado en Navolato", preguntó el periodista Eduardo Valdez Verde, presidente de la Asociación de Periodistas y Comunicadores Siete de Junio, durante el foro "La Impunidad en Sinaloa", realizado ayer en Culiacán.
En este foro, en el que participaron destacados luchadores sociales, se cuestionaron no sólo los aberrantes índices de impunidad que prohíjan más violencia, sino los niveles de insensibilidad a que se está llegando en Sinaloa, donde cada vez son más las personas que ven como algo normal que diariamente haya tres o cuatro asesinatos, sin pensar en las probabilidades, cada vez más altas, de que ellas mismas puedan ser las siguientes víctimas por estar, como ahora se dice, en el lugar y en la hora equivocados.
"Creo que ese es el principal problema: la insensibilidad no sólo oficial, sino la insensibilidad social, el grave problema es que nos hemos anestesiado contra el dolor ajeno y empezamos a perder la capacidad de asombro", señaló Valdez Verde, y esa idea fue retomada por la presidenta del Frente Cívico Sinaloense, Mercedes Murillo de Esquer, quien no sólo censuró la impunidad y la falta de investigación policiaca, sino el hecho de que la propia sociedad rápidamente trate de justificar un crimen:
"A nadie deben de asesinar, ¿qué está pasando que la gente disculpa los asesinatos?, en lo que ande (la víctima), no me interesa, para eso está la justicia, para eso están las leyes, qué triste".
Lamentablemente la sociedad sinaloense, ante el avasallante índice de homicidios y de impunidad, ha empezado a perder la capacidad de asombro y de indignación, lo que a final de cuentas termina por favorecer a las autoridades, pues al haber cada vez una menor presión social por la inseguridad y la falta de justicia, terminan amodorrándose en sus cómodas oficinas.
Pero la historia nos muestra cómo este desentendimiento o disimulo social frente a la violencia, se vuelve siempre como un boomerang en contra de quienes abdican de su responsabilidad como ciudadanos comprometidos con el bien común.
Recuperar nuestra capacidad de asombro y de indignación ante lo que está ocurriendo en Sinaloa es imprescindible, si queremos que esta entidad deje de ser avasallada por la delincuencia y vuelva a ser lo que fue todavía hasta hace un par de décadas, cuando el respeto a la vida y a las normas de convivencia social eran el distintivo de las familias sinaloenses.