|
"Fernando Zamudio Jiménez: México al revés"

"Inteligentemente el Presidente Fox, se fue por el lado de la amabilidad de la comprensión de la hermandad, de la consideración, de la nacionalidad y de la cordura nacional."

""
25/06/2005 00:00

    NOROESTE / REDACCIÓN / SHEILA ARIAS

    Barruntos del Ejército zapatista Fechada el domingo 19 pasado y dada a conocer el lunes 20 de junio del año actual, el Ejército de Liberación Nacional, lanza su tercer estertor de su dormilona vida. Ya era tiempo de que diera señal de vida y para manifestarse, lanzó su tercera "Alerta roja general", desde que irrumpió en la madrugada del día 1 de enero de 1994 con su proclama de "declaración de guerra al Gobierno mexicano establecido, a las instituciones nacionales y al Ejército mexicano". Para eso ofreció la sangre de muchos indígenas, a quienes los enfrentó sin ton ni son a los soldados mexicanos, tomó preso al General Absalón Castellanos que al no saber que hacer con él, lo devolvió a las fuerzas nacionales, sin más condición que un recuento de banalidades. Exigió entonces una zona de liberación donde las autoridades civiles se establecerían de acuerdo con los usos y costumbres, que no pasó de ser un pálido ensayo porque los indígenas no estaban preparados para tales clases de organizaciones. Aun con todo eso, el movimiento caía bien ante los ojos del mundo exterior, sobre todo aquellos que con una idea de anarquía total, buscan inhibir el orden y buscan fecundar la estéril anarquía. Nuestro Gobierno que siempre ha sido abierto y ve a los extranjeros sin malicia, abrió las puertas a todos aquellos que se acercaban a quemar incienso al "Sub comandante Marcos". El elenco zapatista, con distintos grados en la jerarquía interna del conglomerado "inconforme", dominó el señalamiento de "comandante". Se remontaron en la selva lacandona del sureste mexicano y hasta ahí fueron visitados, alabados y mimados por aquellos que siempre están en contra de todo y a favor de nada. Cuando Vicente Fox se perfiló como candidato a la Presidencia de la República, echó mano durante sus discursos políticos de una metáfora que sus enemigos políticos ingenuos, mal intencionados y sombríos en el conocimiento de las alegorías del lenguaje, le reclamó y le sigue reclamando con aires de incumplimiento la promesa de no haber "acabado" con el problema del zapatismo en 15 minutos. Claro, Vicente Fox, no terminó en 15 minutos con el zapatismo porque para cumplir con la metáfora, hubiera sido necesario arrojarles una serie de artefactos atómicos, que en ninguna mente cabría tal idea y hubiera colocado a la nación como la más cruel del genocidio, de la exterminación y del fratricidio; del holocausto. Inteligentemente el Presidente Fox, se fue por el lado de la amabilidad de la comprensión de la hermandad, de la consideración, de la nacionalidad y de la cordura nacional. Fox desde luego no pudo vencer la diferencia ancestral que existe entre las castas nacionales y que con creces llega al repudio y a la segregación. En contra de ese señalamiento, pero aun en contra de los posteriores, de los aristócratas y de los que se creen de sangre azul, aceptó que el Sub comandante Marcos y su "Ejército", se pasearan por todo el país, hasta donde quisieran. Fox por el principio de división de poderes, no pudo ordenar que los recibiera el Congreso de la Unión en pleno para que los zapatistas, expusieran sus inconformidades, sus puntos de vista, sus inquietudes en la máxima tribuna nacional en asamblea informal. Algunos legisladores puritanos y segregaciones, mejor no asistieron al encuentro zapatista. El ejército del Sub comandante, al pasearse por los estados del sureste y del centro, gozaron de una estrecha vigilancia que garantizó en absoluto la seguridad física del contingente guerrillero. En una cortesía de mayor amplitud, el Gobierno mexicano aceptó que los rebeldes fueran resguardados por contingentes extraños a las guardias nacionales, pues el desfile fue resguardado por los "Osos blancos" de origen italiano y aun de personas de otras nacionalidades. No pasó nada, los insurgentes zapatistas se exhibieron como ellos quisieron, hablaron todo lo que se les ocurrió, nadie los presionó ni les evitó que lo hicieran a su libre albedrío. Al final de la jornada nacional, el Ejército zapatista volvió satisfecho o no a sus guaridas; a la selva, a sus centros de población, en Chiapas. Nunca dieron el rostro; con los rostros cubiertos llegaron y enmascarados regresaron. No hubo el más mínimo disturbio. La gente los aplaudieron, admiraron y los respetaron más allá de sus ropas de campaña, sus pipas y sus pasamontañas; dado el orden y la inocuidad de su movimiento, nadie los criticó. Del este llegaron y como Quetzalcoatl, por este se fueron. Más el Ejército zapatista y sus comandantes, muy buenos para la crítica, la diatriba y el enojo improductivo no han contribuido, debido a sus posturas acres, a conseguir mejores condiciones para salir de la pobreza de los cerros, habiendo una gran gama de formas de riqueza. En cambio, parece que se dedican al aliento de la contrariedad, del reto y hasta del odio entre hermanos. No es posible que en Chiapas sólo los extranjeros gocen los bienes naturales, a través de la explotación de los recursos que son muchos. El zapatismo en el sureste mexicano, da la impresión de que ha servido para encubrir tragedias, asesinatos, arrebatos, robos, incrementos de discrepancias en mentes que aun no distinguen el bien y el mal. Ahí están las matanzas de Acteal; las muertes por rencillas, por la religión, por la política, es decir las muertes de conciencias, la falta de respeto a la mujer y la desgracia sufrido por los hijos. Para colmo de males el cultivo de enervantes que parece ser el motivo de la última proclama de alerta roja, debido a su combate oficial. Finalmente aquella pequeña comarca del sureste mexicano, el zapatismo se puede comparar con la "vida inútil de Pito Pérez". A 12 años de existencia del movimiento revoltoso no ha logrado nada y como la vida corre muy rápido a estas alturas tampoco logrará el bienestar que aparentemente busca para sus correligionarios.