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Lo mejor y lo peor La humedad nos invade; todo está húmedo. Y los extremos naturales hacen su trabajo como siempre, así se trate de sequía o inundación, así sea huracán o terremoto: en medio de la emergencia lo mejor y lo peor del ser humano se polarizan y brotan de los candados espirituales cotidianos para expresar el miedo, la impotencia y la rabia. En otro contexto, los extremos causados por el hombre como el de la escuela secuestrada por chechenios en Osetia del Norte, al sur de Rusia y los más de 300 niños muertos por la estupidez ideológica de los adultos, la polarización es peor que la causada por la naturaleza no humana de Frances en Melbourne, Florida o de los restos de Howard en Los Mochis, Sinaloa; la impotencia y el dolor de los padres y familiares de los niños explotan desde el pequeño pueblo de Beslan hasta toda Rusia y la Unión Europea; pero el daño colateral alcanza a todo el globo. Por otra parte, como muestra de la complejidad de la intolerancia, el grave problema de los límites entre la libertad religiosa y la agresión a las creencias del otro, mediante el uso ostentoso de símbolos en el cuerpo o en la ropa, aflora en la polémica de Francia cuyo gobierno lleva el espíritu republicano hasta el límite cuando prohíbe a los no cristianos usar velos o turbantes, y a los cristianos usar "hábitos", joyas o escapularios demasiado visibles en las escuelas públicas. La medida para evitar la agresión cultural se convierte, por sí misma, en una agresión cultural, y algunos comentaristas franceses empiezan a llamar la medida un acto de "fundamentalismo republicano"; las consecuencias pusieron en serio riesgo las cabezas de dos periodistas franceses en Irán. Pero el agobio de las noticias es menor cuando la distancia geográfica es mayor y la angustia es directamente proporcional a nuestra cercanía emocional. Los sinaloenses del norte amanecieron sin dormir bien por dos días y su angustia es tan inmediata como su propia casa; tuvieron que dejar a un lado la compasión por las escenas de las madres rusas enloquecidas de dolor por sus niños muertos o heridos en cuerpo y alma por una cuestión política a todas luces injustificable. Que 400 familias de Los Mochis tengan que vivir en un terreno originalmente destinado al riego de la caña por anegamiento, por lo tanto más bajo que el nivel normal, es simplemente un resultado de la distribución de la pobreza, que nos resulta tan normal. Pero que encima le tapen la salida de por sí deficiente del dren que sacaría el agua sobrante del predio habitado, por ausencia de mantenimiento de las autoridades, o por lo que sea, deja mucho qué desear sobre tal responsabilidad, cuando sale a la luz, junto con las aguas negras del drenaje, por un evento poco probable como las lluvias de este fin de semana, una irregularidad cuando menos sospechosa de negligencia. Independientemente del reconocimiento a las autoridades de todo nivel por cumplir con su obligación de atender a la gente ante los efectos de las lluvias, es imposible no decir nada de estos actos condenables no tipificados de una función pública más al servicio del interés privado que al servicio del interés público. Pensándolo bien... Las fuerzas de la naturaleza, como siempre, hacen brotar lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. jperezrobles@prodigy.net.mx