"Jega"

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23/05/2007 00:00

    Geovanni Osuna

    La Universidad Autónoma de Sinaloa, quién lo duda, vive tiempos difíciles. Nunca como hoy, por lo mismo, se extraña a sus grandes maestros. Cada tiempo tiene los suyos, se dirá; pero ha habido quienes trascienden todos los tiempos: ¿dónde están Rodolfo Monjaraz Buelna, Francisco Gil Leyva, Velina León de Medina, Jesús Rodolfo Acedo Cárdenas, Enrique Félix Castro, Solón Zabre, Jesús Lazcano Ochoa, Sánchez Gonzales, José Luis Ceceña Cervantes, Manuel Inzunza Sainz, Silvia Millán, Juan Eulogio Guerra Aguiluz?
    A su modo, ¿por qué hoy en la UAS no se escuchan las palabras de peso y respeto de un Ruperto L. Paliza, Ramón Ponce de León, Bernardo J. Gastélum, Gerzabeck, Raúl Valenzuela Lugo, Salazar Goicochea, Mayés Olloqui, De la Mora, Ernesto Camacho Sánchez? Sé que viven, por fortuna, pero ¿en qué lamentable olvido se tiene a Fernando Uriarte, Luis Alfonso Gastélum, Sergio Moya Núñez, Raymundo Ríos Astorga, Marco César García Salcido? Lo dicho: se extraña a los grandes maestros rosalinos.
    Con sus particulares momentos de grandeza, su indudable nobleza y sabiduría, gente como ellos fue siempre digna de escuchar en momentos cruciales. En activo y en el retiro su oído estaba siempre atento al discurrir de la Universidad. Cada uno, es cierto, tuvo a su vez situaciones polémicas, discutibles, encontradas, sin duda. Su personalidad fuerte, por lo mismo, no siempre concitó unanimidades. Pero siempre, uno tras otro, llamaban a ver por la Universidad y su comunidad en dimensión de horizontes.
    El miércoles de la semana pasada quise tener a todos y cada uno de los grandes maestros de la Universidad rosalina presentes como invocación al difícil momento que ahora vive la institución. Hoy quiero referirme a uno de ellos en particular que, precisamente el sábado 19 de mayo cumplió 25 años de no estar entre nosotros y con su Universidad: el abogado y poeta, maestro universitario Juan Eulogio Guerra Aguiluz.
    Había nacido en Mazatlán pero creció en Culiacán. Sus alumnos, colegas y parientes, supongo que por derivación de su nombre, le llamaban familiarmente Locho; él firmaba muchos de sus escritos con sus siglas que llegaron a ser por si mismas populares, JEGA.
    Hará cosa de dos meses, en feliz coincidencia, fueron presentados en recintos de la propia UAS dos libros de sonorenses, para más señas ambos de Ciudad Obregón. Y en los dos casos, al hacer un recorrido por los afanes culturizadores de mucha gente de bien de aquellas tierras, aparece y resalta, entre muchos más, la personalidad de Juan Eulogio.
    Esto por una razón: porque Locho Guerra se movía como pez en el agua entre Sinaloa y Sonora y decía, a propósito, que entre sus muchos motivos de inspiración tenía el orgullo de haber verbalizado un sustantivo que, efectivamente, resuena, en sus versos: trigalizar, tomado del abrevadero cultural que también fue la tierra, el hombre y la naturaleza sonorenses.
    El maestro Juan Eulogio Guerra Aguiluz brillaba y se sublimaba, como nunca, en la defensa de la Universidad, su madre nutricia, la UAS. Así lo hizo en el crucial e histórico año de 1968 tremolando Pluriversidad, un periódico mural que él diseñó y escribía de principio a fin. La Universidad y sus estudiantes, profesores y trabajadores eran la niña de sus ojos y los defendía como la madre y el padre defienden a sus cachorros ante todas las agresiones de los enemigos de cerca, de fuera y de lejos.
    De 1970 a 1972, meses y años difíciles para la UAS si se puede decir, lo tuvieron en primera línea del combate universitario por la defensa de la autonomía. Fue suya la propuesta levantada con entereza de que quienes habían violentado la vida institucional y la vida misma de universitarios, fueran señalados como "hijos ilegítimos de la Universidad".
    La imaginación y la audacia del licenciado Guerra Aguiluz era imprevisible. En 1972, siendo director de Difusión Cultural de la UAS y en los preparativos de los festejos del primer centenario de la Universidad de los Buelna, entrevistó a Octavio Paz y Carlos Fuentes, entre muchos intelectuales de renombre, convenciéndolos de visitar e intervenir en espacios de la Universidad. Tal posibilidad se cancelaría final y lamentablemente por dos hechos: la violencia enferma y el haberse involucrado él mismo en el torbellino de aquellos días aciagos.
    En otro tiempo, 1981, en que el afán de la mayoría era reconstruir y mejorar la Universidad, fue candidato a la Rectoría y así conocimos no sólo discursos de un singular compromiso universitario sino propuestas visionarias del gran abogado y poeta que él era a carta cabal.
    Clásico abogado de pobres, la tesis de grado con que se recibió hizo época con su teoría alrededor del amparo y el amparoide.
    Invito a los lectores y poetas, pero desde luego a todos los universitarios, a que vuelvan sobre los libros y los versos sencillos de Juan Eulogio Guerra.
    Pediría a los estudiantes de hoy y de mañana, a los profesores, empleados y trabajadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa, que cuando suban la escalera del edificio central rosalino, la sede histórica de la Plazuela Rosales, en Culiacán, y vean en lo alto una placa con la leyenda "Rafael Buelna Tenorio: Un granito de oro desprendido de las vetas del ideal revolucionario", sepan que son palabras grabadas en bronce para los siglos de los siglos, del puño y letra del ilustre Juan Eulogio Guerra Aguiluz.
    Pero más importante: que al retener la frase y el dato de su autor, mediten y profundicen en su significado. Es una gran síntesis de lo que ha querido ser la Universidad, que a veces jalonea hacia delante y en ocasiones cae en lamentable retroceso.
    Por eso mismo se siente la ausencia de maestros universitarios como Juan Eulogio Guerra Aguiluz.