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"Reflexiones"

"Jesús debe ser el invitado especial, un personaje que debe estar en la mesa de cada hogar, y concelebrar con él su nacimiento, comprometiéndonos a mantener la unión y el amor familiar."

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23/12/2006 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    Un invitado especial para la cena de Navidad

    En México como en muchas partes del mundo de origen cristiano, celebramos la noche del 24 de diciembre la llegada del niño dios, Jesús de Nazareth, nacido en Belén, una pequeña aldea de pastores y uno de los pueblos más antiguos de Palestina, situado 8 kilómetros al sur de Jerusalén.
    La Navidad es una fecha que representa la natividad de Jesús el Cristo y su celebración significa un momento de alegría y recogimiento espiritual, un ritual cristiano que debe involucrar a toda la familia y a los seres más queridos, un momento de oración comunitaria por la paz y la armonía en el mundo.
    Por esta razón, Jesús debe ser el invitado especial, un personaje que debe estar en la mesa de cada hogar, y concelebrar con él su nacimiento, comprometiéndonos a mantener la unión y el amor familiar.
    Dentro del contexto de la tradición cristiana, también son figura especial la estrella de Belén y los Reyes Magos, los que venidos de oriente guiados por la estrella, tenían la divisa de llevar regalos al nuevo Rey que nacía en Galilea y la misión de adorarlo como el hijo de dios. Esta hermosa tradición cristiana, es lo que ha propiciado que al pie de cada nacimiento, se pongan los regalos para los niños y demás miembros de la familia.
    Posteriormente, desde los países de origen nórdico, se introdujo el personaje de San Nicolás, que aunque de acuerdo a la tradición original era un ser joven, alto, delgado, de ojos azules y vestido de rojo, terminó siendo un viejo gordo, barbado y de corte bonachón, que montado en un trineo reparte juguetes a todos los niños del mundo. Junto con este personaje, nació también el árbol de Navidad, lleno de luces, listones, esferas y farolas que representan los buenos deseos de cada miembro de la familia.
    Cualquiera que sea la tradición y el simbolismo que cada hogar elija, ya sea árbol navideño multicolor o austero nacimiento, lo importante es que reunidos en la mesa y con alimentos propios de cada región, celebremos el nacimiento del hijo de dios, en un ambiente de oración, de recogimiento espiritual y sobre todo, de alegría y sobriedad, sin olvidar que en cada corazón debemos tener a ese invitado especial que nos guía y nos orienta para las buenas acciones.
    No tengo duda que en muchos hogares del mundo aún perdura la hermosa tradición de escribirle una carta al niño dios, una carta que a mí en lo personal me enseñaron que debiera escribirse haciendo compromisos de buenas acciones, mejores conductas y aún mejores comportamientos; y al final de cada compromiso, solicitar como premio algunos regalos que nos significaban alegría y entusiasmo.
    Debo confesar que incluso, mucho tiempo después de haberme enterado de la verdad sobre esta hermosa tradición, continué con la misma ilusión escribiendo mis cartas, pues me resistí a perder la magia que todo ello representaba.
    Incluso hoy en día, con la presencia de nuestros nietos en casa, aún guardo secretamente la ilusión de la existencia de un real y verdadero niño dios que nos trae fe, esperanza y caridad como regalos especiales, y siento en mi corazón la alegría de dar regalos con amor y felicidad.
    Esa noche de Navidad, debe ser memorable para cada miembro de la familia, siendo recomendable que cada quien, después de la oración comunitaria, haga alusión a un compromiso personal frente a la familia, pero especialmente con nuestro invitado especial, el que debe estar en nuestros corazones inundando de amor todo nuestro ser e impulsando nuestros mejores deseos y compromisos.
    Es momento de dar y recibir, de pedir y ofrecer, pedir que se acreciente en nosotros la tolerancia, la paciencia, la solidaridad, la honestidad, la sinceridad, la alegría y el entusiasmo, el amor y la ternura, para poder compartirlo con la toda la gente que nos rodea. Es momento de dar gracias por los alimentos que recibimos, pues en muchos hogares, es una noche que pasa inadvertida.
    Nuestra oración comunitaria debe estar dirigida a dios nuestro señor ofreciendo ser mejores personas, para poder ver más allá de lo que nuestros ojos pueden ver, sobre todo, cuando una persona necesitada se acerca a mí pidiendo caridad, debo ser capaz de advertir en él el rostro del niño Jesús, que también, nació en medio de la pobreza.
    Haciendo esto, estaremos cumpliendo con la hermosa tradición cristiana de tener siempre a un invitado a nuestra mesa, sobre todo en esta fecha tan especial en la que celebramos el nacimiento del hombre que dio todo por nosotros, su cuerpo y su sangre para el perdón de nuestros pecados. No lo olvidemos, él deberá estar con cada uno de nosotros sentado en la mesa celebrando la navidad con una exquisita cena familiar.

    udesmrector@gmail.com