"Kratos"

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21/01/2006 00:00

    BELIZARIO REYES / SAÚL VALDEZ

    El año que inicia será de definiciones para México; no se habla de respuestas, pero sí de orientaciones. Evidentemente, la elección presidencial del 2 de julio concentrará la atención del escenario nacional, en todas sus dimensiones.
    No son pocos los que aseguran que el país se juega su futuro; otros tantos prefieren pensar que no todo está en juego. Lo cierto es que millones de mexicanos y mexicanas acudirán a las urnas para elegir al próximo Jefe de Estado.
    Por fin se sabrá si los ciudadanos ratifican a la democracia como el sistema de convivencia social que más les conviene, al que continúan buscándole la forma, pero al que no están aferrados.
    Ya no habrá más especulaciones sobre la continuidad del PAN en la Presidencia de la República, del regreso del PRI o de los efectos que tienen para la política nacional los constantes triunfos de la izquierda en el continente latinoamericano. En el 2006, el tiempo corto alcanzará al tiempo largo en México.
    El sexenio que se va deja a millones de mexicanos en medio de múltiples contradicciones, cuando no de confusiones. La idea del cambio aun forma parte del léxico cotidiano de la sociedad.
    Iniciado gradualmente a finales de la década de los ochenta, se esperaba haberlo dejado atrás en el 2000. Sin embargo, la clase política no termina por ponerse de acuerdo si aun seguimos en la transición, o si con la alternancia en la primera magistratura del país México debe concentrarse en la consolidación de su democracia. Las consecuencias están a la vista: falta de acuerdos para integrar una agenda política que defina lo que sigue.
    Las indefiniciones son múltiples, pero convergen a la hora de intentar realizar una lectura sobre el cambio. Se dice que el país ya cambió porque otro partido conquistó la silla presidencial, pero el ciudadano común sigue viendo las mismas caras y los mismos nombres que durante años soportaron al régimen autoritario del PRI.
    Se asegura que México vive una nueva etapa de la representación, pero los llamados "nuevos" partidos reciclan sin cesar los viejos intereses anquilosados del sistema. "México ya cambió", pero la corrupción aun tiene de rodillas a la nación.
    México es otro, pero para los políticos de la era del cambio los representados continúan siendo motivo de canonjías. Atrás se quedó "el país del mañana", pero a la pobreza se le sigue combatiendo con las cifras, de la misma forma que al poder se le conquista con la vieja escuela, esa que decía que "un político pobre es un pobre político".
    Sin lugar a dudas, no todo es negativo en lo que va del sexenio. México no se parece en mucho al país que tuvieron que enfrentar aquellos que desde hace tiempo han vivido comprometidos con la democracia, que durante años significó oponerse al PRI.
    El triunfo del Partido Acción Nacional a la Presidencia, y de su candidato, Vicente Fox, consolida las reglas del juego democrático en la competencia electoral. El Presidente ya no es el jerarca todopoderoso que durante seis años podía disponer a su antojo del destino de la nación.
    El Poder Legislativo dejó de ser la caja de resonancia del poder Ejecutivo, donde se legitimaban las decisiones de antemano surgidas en el gabinete presidencial. Ahora los partidos tienen peso, y hacen todo por ejercerlo.
    Nadie pone en duda el poder que han adquirido los medios de comunicación, consolidados como el cuarto poder. El federalismo ha sido recuperado, porque su andamiaje institucional ha cobrado vida.
    Hoy día los mercados no parecen nerviosos, y no pocos expertos han considerado que México adquirió ya la cultura de la estabilidad. Quizás lo que falta aun es tiempo, y las definiciones están aun muy recientes para apreciar los resultados. Pero, mientras tanto, los mexicanos viven la indefinición.
    Pocos o ningún fenómeno político son naturales, sobre todo si se considera que la democracia es una forma de organización del poder, sustentada en conductas y actitudes aprendidas.
    El dinamismo de la configuración de fuerzas que actualmente tiene lugar no puede ser visto como una evolución espontánea. La orientación del rumbo que aquí se define difícilmente surge como resultado de un proceso biológico.
    El reacomodo de fuerzas del que estamos siendo testigos es un proceso más complejo de lo que se había imaginado, en el que influyen factores de largo plazo (históricos, culturales y socioeconómicos) y de corto plazo (decisiones de élites y acciones de diversos grupos sociales).
    En la orientación de las definiciones que éste año tendrá que enfrentar el país, interviene el juego en el que la estructura se proyecta en la coyuntura y lo contingente actúa sobre lo duradero.
    Es indiscutible que la elección presidencial del próximo 2 de Julio contribuirá de manera importante a dejar atrás el tema del cambio político. Abrirá nuevas vías y cancelará otras, pero al igual que los hechos históricos o culturales, se trata más de un telón de fondo que de su causa inmediata.
    Para evitar ahondar las confusiones, es preciso entonces ubicarla en su justa dimensión. Concebir el resultado electoral como consecuencia del grado de satisfacción --o insatisfacción-- ciudadana, carece de profundidad analítica.
    A menos que al sentir ciudadano se le vincule con las coyunturas, esto es, las circunstancias de continuo renovadas que derivan del éxito o fracaso de un líder político o de las políticas gubernamentales, de las consecuencias inmediatas de una crisis económica, de una catástrofe natural, o del intento de un desafuero.
    Dar preferencia a la coyuntura para el momento político que se construye en el país no excluye de ninguna manera la consideración de factores de largo plazo. Simplemente, la coyuntura es la naturaleza misma de la política, y ésta es una actividad cuyo éxito depende del momento y del lugar en que se desarrolla.
    La continuidad del PAN, el regreso del PRI o la conquista del PRD a la Presidencia de la República no pondrá fin a la serie de contradicciones y dudas de las que como ciudadanos adolecemos.
    Sin embargo, sí es una oportunidad para que, desde la trinchera que a cada uno le corresponda, se contribuya a trazar las definiciones del país que como mexicanos deseamos. Con ello se compromete este espacio, que semana a semana le espera para dilucidar sobre lo que los alemanes han acertado en llamar Zeitgeist, "el espíritu del tiempo". De igual forma, le agradezco que el día de hoy usted haya bautizado con su lectura esta columna, Kratos.

    Posdata.
    En ningún otro ámbito de la federación el ciudadano resiente con igual intensidad las decisiones de los gobernantes como en lo local. En ninguna otra dimensión los ciudadanos pueden influir para que sus acciones sean consideradas por los gobernantes como en lo local.
    Ningún otro terreno ofrece a los ciudadanos transformar a su sociedad como la localidad. Justo es entonces, que desde ésta trinchera, contribuyamos con nuestro grano de arena.
    Que así sea.