Héctor Tomás Jiménez
Deseo en primer lugar, enviarles mi agradecimiento a todos los amables lectores que me dieron sus puntos de vista acerca del tema de la semana anterior, que trató acerca de la amistad entre padres e hijos. Deseo abundar en el hecho de que la amistad, como valor sustantivo del hombre, es realmente un tema de extrema importancia para la buena relación no solo de las familias sino de las personas en general, ya que es un concepto que genera armonía de relaciones y compromiso de acciones. Al respecto, Carl Rogers (1902-1987) psicólogo humanista impulsor de las terapias de grupo o grupos de encuentro, señala tres condiciones fundamentales para el éxito de toda relación humana, tanto la que se da entre padres e hijos, profesores y alumnos, jefes y subordinados, entre otros. Estas condiciones son: la autenticidad, la aceptación incondicional y la empatía. ¿Que debemos entender por autenticidad? Ser auténtico significa manifestarse ante nuestros semejantes tal y como somos, sin máscaras que oculten nuestra verdadera personalidad y que nos permiten dar solo a conocer la buena cara y ocultar aquella que suponemos no nos conviene que se sepa de nosotros mismos. Debemos de estar conscientes de que tarde o temprano, aflorarán las actitudes y acciones que simbolizan nuestra propia personalidad, y todos aquellos a quienes les ocultamos nuestro verdadero yo, se manifestarán extraños a nosotros. Ser auténticos significa no mostrarse tranquilo y satisfecho cuando, en realidad, se está enojado y descontento, no aparentar que conocen todas las respuestas cuando no es cierto, no intentar parecer cariñoso cuando se siente hostilidad o molestia, no mostrarse seguro de sí cuando siente temor, no aparentar excelente salud cuando tiene un malestar físico, no colocarse en actitud defensiva, la que lo hará comportarse de manera superficial y opuesta a sus verdaderos sentimientos. Resumiendo, no intentar parecer un súper hombre o una súper mujer. La aceptación incondicional por su parte, significa que los seres humanos debemos de tener la suficiente madurez tanto intelectual como emocional, para que los defectos de los demás, no trastoquen nuestro propio esquema de vida, aceptándolos con sus errores y aciertos, con su madurez e inmadurez, evitando en todo momento tratar de cambiar sus actitudes y conductas, su forma de pensar o de concebir al mundo. Debemos de partir del hecho de que los seres humanos somos diferentes y por lo tanto, pensamos y actuamos también de manera diferente. La aceptación incondicional es también una forma de respeto a las personalidades distintas a las nuestras, pues debemos aceptar, de manera implícita, que nosotros también somos falibles y que cometemos errores quizá iguales o peores que aquellos que vemos como paja en el ojo ajeno. La empatía, por su parte, es la cualidad que tienen las personalidades maduras que son capaces de entender al otro, poniéndose en su lugar, sin criticar de manera irracional o deliberada que el otro esta equivocado. La empatía ha sido definida como: la habilidad que posee un individuo de inferir los pensamientos y sentimientos de otros, lo que genera sentimientos de simpatía, comprensión y ternura. Algunos estudiosos la definen como la habilidad cognitiva, que es inherente a un individuo, de tomar la perspectiva del otro o de entender algunas de sus estructuras de mundo, sin adoptar necesariamente esta misma perspectiva. Es como colocarse en el lugar del otro y aunque no pienses igual que el, conocer o entender lo que siente a sabiendas de que cada individuo posee un guión de vida propio. Para otros la empatía es empírica, ya que es como una experiencia adquirida a partir de las emociones de los demás a través de las perspectivas tomadas de éstos y de la simpatía, definida como un componente emocional de la empatía. Para resumir, es conveniente aprender de la sabiduría de nuestros ancestros, y recordar que una antigua expresión de la tribu Yaqui, dice: Hermano, ven, camina un rato con mis zapatos que a todas luces significa una forma de conocer y practicar la empatía. Carl Rogers nos marca pues que el camino de la amistad incondicional, es de doble vía, donde no debe existir ni la relación de conveniencia ni la incondicionalidad engañosa, y que es la única forma de entender a los demás, es aceptándolos como son sin pretender cambiarlos a nuestra imagen y semejanza y del ser siempre auténticos, sin dobleces ni poses vanas, como únicas vías para mantener buenas relaciones humanas. Al practicarlas, estoy seguro que se cumplirá el viejo aforismo acerca de la excelencia humana que dice: Obra siempre de modo tal, que los demás reciban más de lo que de ti esperan, y en consecuencia, tu recibirás más de lo que tu mismo esperas. Por lo tanto, las amistades que no tienen doble vía, son solo relaciones de conveniencia, ¿no lo creen así? [JM] Desde la universidad de San Miguel. udesmrector@prodigy.net.mx
