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"Reflexiones"

"La angustia de Neuman se refleja desde la primera estrofa que dice: ´Si tienes una madre todavía, /da gracias al señor que te ama tanto, /que no todo mortal contar podría, /dicha tan grande ni placer tan santo´."

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26/08/2006 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    La madre, un ser sublime de la creación.

    Hace unos días, platicando con un amigo sacerdote, sobre los problemas de la conciencia, me dijo que a lo largo de sus más de 25 años en el ministerio, había tenido la oportunidad de dar consuelo espiritual a muchas personas, algunas en su lecho de muerte y otras en estado de trastorno emocional, mas sin embargo, recordaba, como uno de los más severos casos de conciencia lastimada y culpabilidad angustiosa, la de un joven adicto que desdeño el amor de su madre e incluso, había intentado lastimar a su madre con múltiples reclamos por sentirse herido y maltratado, pretexto bajo el cual, disfrazaba la pobreza moral de no admitir que sus conductas estaban influidas por bajas pasiones y amistades peligrosas.
    Dijo, que aunque tarde, aquel joven sufría en su soledad el haber sido un hijo ingrato y cruel con su progenitora, tanto que se resistía incluso a recibir su perdón en el confesionario, pues en su ser interno, es decir, en su conciencia, tenía la duda del perdón divino.
    Las palabras de mi amigo, me hicieron recordar un bello poema intitulado "Si tienes una madre todavía", cuyo autor, un hombre de origen judío y de nombre Heinrich Neuman, escribió como oración de arrepentimiento de no haber sabido ser un buen hijo, inspiración nacida frente a la tumba de aquella madre que soportó con amor el desdén del hijo ensoberbecido.
    Este poema está catalogado como una verdadera alegoría al amor incondicional que una madre le profesa a sus hijos, un amor en el cual no importa ni la ausencia ni la presencia de los hijos, pues se otorga aun a sabiendas que puede no ser correspondido.
    Con este poema, Neuman dejó claro su profunda angustia de no haber sabido valorar el amor de su madre, pues siendo muy joven se separó del seno materno de una manera cruel y dolorosa para ella, sin embargo, nunca atendió ni los consejos ni los reclamos de ella, por su vida licenciosa.
    Esta angustia de Neuman la refleja desde la primera estrofa que dice: "Si tienes una madre todavía, /da gracias al señor que te ama tanto, /que no todo mortal contar podría, /dicha tan grande ni placer tan santo".
    Mi amigo el sacerdote, que conocía muy bien el poema, y además, la historia del mismo, me dijo que a pesar de la ausencia del hijo, aquella madre supo siempre amar en la distancia y el olvido a aquel hijo que por su propia voluntad, había tendido una densa cortina de humo entre ellos, y que era tan grande su amor por el hijo ausente, que cada noche al acostarse, entre sus oraciones siempre se le oía decir: "...Perdóname, Señor, que no supe ser una buena madre para mi hijo, protégelo dondequiera que él se encuentre, y dale la dicha y felicidad que yo no pude darle a mi lado". ¡Una gran lección de amor incondicional!
    En ambos casos, la del joven adicto platicado por mi amigo el sacerdote, como la del poeta Neuman, podemos apreciar una lección de vida, pues nos enseña la existencia de un fuerte y resistente "hilo de amor" que une a las almas, es decir, a la madre y al hijo, pues es tal su fortaleza y resistencia, que aún pareciendo un débil cordón, resiste todo, los reproches, los reclamos, las amenazas, los despegos, el desamor y las ausencias, pues para una madre, no hay hijos malos ni crueles, sino hijos descarriados, desorientados e influenciados por el entorno.
    En el caso de las circunstancias en la que fue escrito el poema, mi amigo sacerdote me dijo que aquella madre no olvidó nunca a su hijo pródigo, y que día tras día, durante muchos años, siempre esperó a que regresara el hijo que había perdido, al de carácter jovial, responsable y con ilusiones de vida, tan distinto al que navegaba por la vida lleno de fantasías propiciados por la vida licenciosa que llevaba.
    Que sólo el quicio de la puerta era el mudo testigo del amor y las oraciones de aquella madre, que siempre supo mandarle mensajes de amor, pues muchas veces la vieron hablándole al viento con palabras amorosas, palabras llenas de amor y de ternura para que llegaran a los oídos de su hijo.
    Que Neuman supo de la muerte de su madre muchos años después, y que fue con su recuerdo como llenó los últimos días de su vida, pues arrepentido de su actitud tan ingrata, en los momentos más angustiosos de su existencia, escribió su hermoso poema.
    Las estrofas más dolorosas son las dos últimas, que dicen: "Mas si al cielo se fue... /y en tus amores ya no la harás feliz sobre la tierra, / deposita el recuerdo de tus flores/ sobre la fría loza que la encierra. / Pues es tan santa la tumba de una madre, /que no hay al corazón lugar más santo, /y cuando espina cruel tu alma taladre, / ve a derramar, allí, tu triste llanto".
    No hay duda que en la vida muchos hijos e hijas que conocen el drama de nuestra reflexión de hoy, pues han sido ingratos al abandonar a su madre, sin embargo, también hay muchas madres que aun en el olvido de sus hijos, han sabido perdonar sus ingratas actitudes.
    ¡Recuerde, si tiene una madre todavía...!

    JM Desde la Universidad de San Miguel
    udesmrector@gmail.com