Profesor Arturo Cundapí Ramos
Resulta casi imposible desligar del espíritu de la festividad de los muertos una imagen emblemática, tal es la famosa calavera de José Guadalupe Posada, reconocida como "la catrina" en razón del pomposo sombrero que la corona.
Con su típica presencia en las tradicionales "ofrendas" de noviembre, la calavera "catrina" ha traspuesto nuestras fronteras, portadora del mensaje de un pueblo que no toma muy en serio a la muerte en cuya imagen engalanada late un espíritu de prolongación festiva.
Impulsor de esa influencia fue José Guadalupe Posada, quien, por medio de sus litografías y dibujos nos enseñó que la muerte subyace como presagio congénito, lo mismo en el empoderado político o el rico terrateniente, que en el vendedor de muéganos, en el luchador revolucionario o en la bella dama. Todos ellos fueron transfigurados en calaveras por el ilustre grabador.
Admirado en su tiempo por José Clemente Orozco y Diego Rivera, así como por Francisco Díaz de León y Leopoldo Méndez, el creador litográfico produjo alrededor de 20 mil grabados mediante los cuales proyectó su ilimitada imaginación, su sentido humorístico y su gran capacidad crítica.
Pintor de la vida nacional, supo captar en sus imágenes de ultratumba la esencia emocional en torno a desastres naturales, crímenes y acontecimientos políticos, y elevó su voz en contra del yugo que los terratenientes de la época ejercían en perjuicio de los campesinos, así como para criticar decisiones y acciones gubernamentales. Vale anotar que en varias ocasiones pagó con cárcel sus ingeniosas sátiras.
En su forma de captar la imagen cotidiana siempre, o casi siempre, medió la presencia de la muerte como identificación que lo hizo famoso, y así surgió aquella dama endomingada a la usanza decimonónica que a través del tiempo se ha mantenido en moda perpetua: la famosa 1973"catrina", bautizada así en antonomasia, pues a los elegantes de la época se les tildaba de "catrines".
Posada nació el 2 de febrero de 1852 en Aguascalientes, en condiciones muy humildes, y sus primeros trabajos como dibujante fueron publicados en 1871 por el periódico "El Quijote", cuando el autor tenía 19 años de edad.
En 1888 hubo una gran inundación en León, Guanajuato, donde entonces residía, y Posada emigró a la Ciudad de México, donde durante 25 años produjo dibujos y litografías para La Patria Ilustrada, Revista de México, El Ahuizote, Nuevo Siglo, Gil Blas y El Hijo del Ahuizote. Sin embargo, un medio que proyectó sustancialmente su obra fue la aportación del impresor Antonio Venegas Arroyo, en cuyo taller se editaban carteles, almanaques, cancioneros y hojas sueltas, entre otras presentaciones.
Fue en 1933, 20 años después de la muerte del artista aguascalentense cuando el pintor Jean Charlot redescubrió su obra y editó las planchas existentes.
El 20 de enero del presente año se cumplió el centenario de la muerte de Posada, pues murió en 1913 en la Ciudad de México en condiciones de extrema pobreza, al grado de que sus restos fueron depositados en una fosa común.
No fue pobre toda su vida, pues registró etapas de bienestar económico que enfocó a mejorar los recursos litográficos de su taller mediante la modernización y adquisición de maquinaria y equipo de vanguardia en materia de grabado en planchas. Sin embargo, hacia el final de su existencia, se vio imposibilitado para seguir produciendo y afrontó la miseria con dignidad.
En estos días es fácil encontrar la imagen de la muerte en su engalanada versión, pues es personaje casi obligado en toda "ofrenda", y motivo de acercamiento con nuestra irrenunciable realidad, una realidad en la que surge la recordación de José Guadalupe Posada, el célebre autor de "la catrina".