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"Reflexiones"

"La conciencia es un implacable juez que nos alaba por nuestras buenas acciones y que nos reprueba cuando actuamos mal."

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14/10/2006 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    Aprender a hacer un alto en el camino

    Lo trascendente de los seres humano es que estamos dotados de conciencia, esa voz interior que con frecuencia nos dice lo que está bien y lo que está mal y actuamos en consecuencia. Así es la conciencia, un implacable juez que nos alaba por nuestras buenas acciones y que nos reprueba cuando actuamos mal.
    Como parte de nuestra conducta, es muy frecuente que hagamos hasta lo imposible por desarrollar un mecanismo de defensa consistente en "olvidar" de manera consciente aquellas cosas que hicimos mal y las consecuencias que ello originó, pero quién no olvida es ese aparente ser invisible que se nos aparece de manera inesperada como nuestra conciencia, pues tarde que temprano nos recuerda todo con el fin de que podamos corregir el rumbo de nuestras acciones.
    Por lo general este recordatorio es de manera inconsciente y a veces imperceptible, pues nos llega como un leve chispazo que en muchas ocasiones nos asusta y optamos de nuevo por negar el hecho. Así funciona el poder de nuestra mente cuando queremos autoconvencernos de algo, pero nuestra conciencia cósmica no puede ser engañada, y siempre aflora como un juez que nos pide reconsideremos nuestros actos.
    ¿Podemos y debemos desarrollar nuestra conciencia? La respuesta es: ¡Si podemos hacerlo!, y la mejor forma es dedicarle unos minutos del cada día a la reflexión y la meditación, actos que nos lleven a hacer diariamente una valoración de lo que hicimos o dejamos de hacer, reconociendo que lo que hicimos bien no debe ser ensalzado pero lo que hicimos mal debe ser enmendado.
    Hacer meditación es como hacer un alto en el camino, dejar de avanzar para reconocer el terreno y en consecuencia, no seguir cometiendo los mismos errores de siempre, y repetir con más frecuencia y a favor de los demás, nuestras buenas acciones. Meditar y reflexionar tiene un sentido, aprender a evaluar nuestras actitudes y acciones cotidianas.
    Seguro estoy que el cansancio y el estrés a lo que estamos sujetos todos los días, nos producen enojo, impaciencia y frustración, e incluso tristeza, situaciones que mal manejadas pueden llegar a afectar a nuestra salud física y emocional.
    Esta es una razón más de peso por la que debemos aprender a hacer un alto en el camino, es decir a meditar para crecer espiritual y emocionalmente.
    A menudo somos nosotros mismos nuestro propio obstáculo, y nos justificamos diciendo que estamos muy, pero muy ocupados en las cosas terrenas, y que no encontramos tiempo para meditar. Sin embargo, con la meditación en realidad ahorramos tiempo, puesto que gracias a ella podemos centrarnos y calmarnos.
    La meditación es un ejercicio mental que nos ayuda a reencontrarnos con nosotros mismos y sobre todo, es la oportunidad que Dios nos da para aprender a reconocer nuestra misión en la vida. De ahí la importancia de practicarla de manera cotidiana.
    Hay muchas formas de iniciar una buena meditación, debiendo tener siempre presente lo siguiente: Debemos elegir un momento del día en que no tengamos urgencia de algo, debemos hacerlo en un lugar libre de ruidos, debemos hacerlo en un ambiente de música agradable pues nos ayuda a abrir nuestros sentidos, debemos sentarnos en un lugar cómodo y adoptar una postura relajada, debemos aprender a aislar nuestros pensamientos y empezar por ejercicios de respiración profunda.
    Aquí la respiración profunda, nos ayudará a superar el estrés y las preocupaciones y además, a encontrar paz y equilibrio emocional.
    Es conveniente iniciar nuestra meditación, envolviendo mentalmente nuestro cuerpo en una intensa luz dorada, lo que nos ayudará a comprender nuestra mente y ordenar nuestros pensamientos. Cerrando los ojos, aprendemos a ver con los ojos del alma hacia nuestro interior, y así aprenderemos también a transformar los estados mentales negativos en positivos, los alterados en apacibles y los insatisfechos en gozosos.
    De hecho, en la cultura y la tradición budista, el propósito de la meditación es aprender a superar los pensamientos negativas y convertirlos en pensamientos positivos. De esta manera se aprende a hacer siempre el bien, y a sanar nuestros males del alma y del cuerpo, en tanto que la tradición cristiana se nos enseña que la meditación debe hacerse siempre en conexión con Dios, solicitando ayuda espiritual para hacer siempre el bien a favor de nuestros semejantes y dando gracias siempre por los favores recibidos.

    udesmrector@gmail.com