"La cultura de la legalidad y la cultura de la honestidad"

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28/05/2014 00:00

    JESÚS LÓPEZ / MAGDALENA RODRÍGUEZ

    Permítaseme repetir algunas preguntas que ya se han hecho en este espacio de reflexión: ¿por qué en México parece haber más corrupción que en otros países?
    ¿Por qué en México no existe una cultura de la le­galidad en la sociedad y en sus gobiernos?
    ¿Por qué en México proli­feró la delincuencia organi­zada y el narcotráfico?
    ¿Por qué en México no parece haber líderes y orga­nizaciones en quienes creer?
    Algunas respuestas, más las que usted, estimado lec­tor, quiera aportar, son:
    1. Porque no hay real­mente educación, tenemos instrucción y aún está defi­ciente, pero no se tiene edu­cación.
    2. Porque no se nos ense­ña a convivir con los demás, a respetarnos unos a otros. Los casos de "bullying" en las escuelas son un claro ejemplo de falta de respeto entre alumnos y maestros.
    3. Porque no se nos ense­ñan principios, valores de vi­da que nos permitan ganar­nos la confianza de los demás. Si no confiamos unos en otros, no puede haber educación y no puede haber desarrollo personal, y por lo tanto, tam­poco desarrollo social.
    En cambio, sí se nos en­seña la anticultura de la ile­galidad, pues el que viola la ley "es muy listo" y el que sabe cómo "darle la vuelta a la ley" es muy inteligente. La autoridad que a su vez no cumple con las leyes que ella misma propuso e implantó, no sufre ninguna conse­cuencia. La impunidad es el mejor estímulo para violar y seguir violando las leyes; si a esto agregamos las leyes mal elaboradas, confusas y excesivas y la desigual apli­cación de las mismas, nos dan los elementos para que el ciudadano decida irse por el camino de la ilegalidad en su vida diaria, desde la escuela, los negocios, la po­lítica y el gobierno.
    La anticultura de la ile­galidad nos lleva indefecti­blemente a la cultura de la corrupción, pues es más fácil y provechoso ser corrupto que cumplir la ley. Hoy sólo existe la idea de aprovechar lo que se pueda, cuando se pueda y donde se pueda. En México tenemos dichos po­pulares muy ilustrativos de esto: "A mí que no me den, nomás que me pongan donde hay"; "Robar al gobierno no es robar"; "Qué tonto, estuvo en el gobierno y no aprove­chó", etcétera.
    ¿Qué es la cultura de la le­galidad? Es el conocimiento que tiene una sociedad sobre las leyes y normas (Derecho) que regulan su convivencia; comprende también los es­fuerzos que hace una socie­dad para difundir, sociali­zar y defender dichas leyes y normas, así como el cumpli­miento de las mismas.
    La cultura de la legalidad significa que los miembros de una sociedad acatan las normas, conocen sus dere­chos y obligaciones y se mo­vilizan a favor de la defensa del estado de derecho y esto incluye a ciudadanos, servi­dores públicos y funciona­rios en general.
    La cultura de la legali­dad sirve para fortalecer el orden social en un estado, pues si se conocen y acatan las normas y leyes, se redu­cen significativamente las posibilidades de conflicto, así como para dar certeza de lo que cada quien puede esperar del otro y para poner en evidencia a quien decide ponerse fuera de la ley.
    El combate a la anticul­tura de la ilegalidad y la co­rrupción se ha vuelto una pe­rentoria necesidad en Méxi­co, pues sus consecuencias han sido fatales socialmente hablando: gobernantes des­honestos que se enriquecen impunemente o que abu­san del poder que se les ha conferido; la proliferación del narcotráfico y la delin­cuencia organizada, el incre­mento en delitos como los secuestros, robos, asaltos, asesinatos impunes y nunca investigados, y ahora hasta delitos de niños contra niños y hasta contra maestros.
    Los maestros, los padres de familia y los líderes socia­les nos perdimos en la bús­queda de resultados materia­les y olvidamos enseñar los principios y valores que nos dan orden social, que nos dan las buenas leyes y que tam­bién nos proporcionan bue­nos políticos, buenos jueces, buenos empresarios, buenos maestros; en suma, una so­ciedad donde podamos de­sarrollarnos como personas.
    Si la educación y no sólo la instrucción son el princi­pio de una cultura de la le­galidad y de la honestidad, hemos de reiniciar, desde la familia y la escuela, ese pro­ceso de formación y educa­ción en valores y principios involucrando a padres de familia, maestros, empresa­rios, líderes sociales y gober­nantes, para lograr, aunque sea poco a poco, un México más sano en el que se cumpla la ley, aunque nos duela.