"La docta ignorancia"

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19/02/2014 00:00

    Sugey Estrada/Hugo Gómez

    Por más que se esfuerce, el ser humano no puede conocer toda la realidad, de ahí que deba aceptar su ignorancia, pero no por ausencia de conocimiento, sino porque conoce los límites de su entendimiento. No significa deambular por el sendero del escepticismo; es sabio realismo de lo que no se puede alcanzar por sí mismo.
    Mientras más se avanza en el continente del conocimiento, más se amplía el horizonte del desconocimiento. Por eso, Sócrates, con reposada sabiduría, expresó: "Yo sólo sé que no sé nada".
    Es decir, el no saber es ya bastante saber, porque valora los límites del conocer, y comprende con precisión la frontera de su limitación.
    Debido a la finitud cognoscitiva hay cosas que no se pueden definir con firmeza, pero sí aceptar con moral certeza. Hay ideas que se vislumbran, aunque no se alumbran. Hay conceptos que no se entienden, porque nuestra capacidad trascienden.
    Nicolás de Cusa, en 1440, retomó una expresión que ya habían utilizado San Agustín y San Buenaventura, como título de una de sus más importantes obras: La docta ignorancia.
    Con esta fórmula advierte que no se puede saber nada de Dios, quien es el ser necesario, ilimitado e infinito, porque excede toda proporción y medida con el ser humano, que es contingente, limitado y finito.
    La docta ignorancia es natural, pero la ignorancia de los que se creen doctos es perjudicial. "El primer paso de la ignorancia es presumir de saber, y muchos sabrían si no pensasen que saben", dijo Baltasar Gracián.
    Quien cree que sabe pontifica como sabio, sin darse cuenta de que sólo exhibe su resabio. Vale la pena retomar el consejo de Ramón Llull: "Como es más lo que ignoras que lo que sabes, no hables mucho".
    ¿Me considero docto? ¿Reconozco mi ignorancia?

    rfonseca@noroeste.com
    @rodolfodiazf