"La generosidad es una virtud muy difícil de practicar, pues todos los seres humanos tenemos muy arraigado el sentido de la pertenencia y de la propiedad, y además, nuestra conducta frente a los demás, por lo general la fincamos en una serie de p"
Héctor Tomás Jiménez
Entendiendo el valor de la generosidad
Todas las personas entendemos muy bien el significado de la generosidad, sobre todo cuando nos suponemos receptores de todo lo que los demás están acostumbrados o dispuestos a dar, pero en cambio, cuando somos nosotros quienes debemos entregar algo a los demás, entonces el significado de generosidad se pierde dentro de nosotros mismos, pues con egoísmo, nos cuesta trabajo desprendernos de algo a favor de los demás.
La generosidad es una virtud muy difícil de practicar, pues todos los seres humanos tenemos muy arraigado el sentido de la pertenencia y de la propiedad, y además, nuestra conducta frente a los demás, por lo general la fincamos en una serie de principios que nos hacen creer que todo lo que tenemos o conseguimos, con base en nuestro trabajo y esfuerzo, es el premio que obtenemos por nuestra tenacidad y perseverancia, sin embargo, nada más lejos de la realidad, pues estamos dejando de lado una de las siete leyes espirituales que guían nuestra vida, y que viene a ser la ley del dar y recibir.
Esta ley universal, nos enseña que dar y recibir son dos cosas que contienen la misma esencia y por lo tanto, no pueden ni deben verse de manera separada. Pongamos como ejemplo un simple saludo de manos.
En el momento en que dos personas se saludan y entrelazan sus manos, en ese mismo instante fluye una corriente de energía entre ambas personas ya que al mismo tiempo y de manera generosa, se dan y reciben afecto mutuamente. Este acto se identifica también con el principio de la generosidad, que significa en esencia el dar y darse sin esperar nada a cambio.
Cuando no entendemos este principio universal del dar y recibir, pensamos que en la vida solo existen dos tipos de personas, aquellos que pueden llamarse "dadores" por ser quienes están acostumbrados a dar y darse, y los que podemos llamar "beneficiarios" o "receptores" de todo aquello que los demás dan.
En este sentido, valoramos a los receptores como las personas que creen que sus vidas siempre será la suma de lo que puedan acumular en el mundo. Que son quienes siempre piensan en adquirir y poseer cosas a costa de lo que sea, y que por lo general, siempre están pensando en formas de obtener más dinero, amor y toda clase de bienes en los cuales fincar su felicidad.
Pero la realidad nos enseña que no importa cuánto adquieran, rara vez llegan a saber lo que es la paz interior y la satisfacción del alma.
Los dadores, por su parte, son personas que están convencidas de que la vida es un proceso continuo de dar y en consecuencia de recibir, que cuando dan algo que poseen o dan generosamente su tiempo sin esperar nada a cambio por el simple hecho de sentir la satisfacción de cambiarle la vida a otro o ayudarle a solucionar un problema, reciben en su interior la felicidad duradera, esa que nace de hacer felices a otros.
Este tipo de personas valoran sus bienes en función de la utilidad de los mismos en otras personas y son capaces de desprenderse de aquello que aún siéndole útil y necesario, lo dan por que han aprendido a desenfocarse del apego a las cosas y los bienes materiales.
Esto es lo que los motiva a darse con amor, son personas con un alto espíritu de servicio, que se sienten bien con ser útiles y ayudar generosamente a los demás en lo que se pueda. Son personas privilegiadas que siempre se sienten seguras frente a las adversidades, porque saben intuitivamente que el bien fluye de su interior y que nunca están solos.
Cuando decimos que al dar no debes esperar nada a cambio, es realmente que no debes exigir que la persona a la que le estás dando responda como tú quieres o deseas. Es cierto que es maravilloso cuando alguien responde recíprocamente a nuestras muestras de amor y ayuda, pero si no lo hace en el momento en que lo esperas, alguien lo hará en un futuro.
Si en este momento tú ayudas a alguien y ese alguien no lo valoró dándote la espalda en el momento en que tú lo necesitabas, no te preocupes, vendrá otra persona que sabrá extenderte la mano. En la vida, no hay nada que quede sin recompensa, todo se devuelve, y si has hecho el bien, ese bien regresará a ti manifestado en las diferentes personas que conozcas y en las diferentes circunstancias que se te presenten.
El no saber dar, es un estado de pobreza muy profundo del alma, pues independientemente de los bienes que poseas, siempre sentirás un vacío en tu vida. El no saber dar te lleva a un estado de vacío interior permanente que se irá ampliando en la medida en que no lo comprendas. Te lleva a pensar que nadie te quiere y que nadie te valora, cuando en realidad eres tu quien no ha aprendido a querer ni a valorar a los demás. ¿Estas de acuerdo?
JM Desde la Universidad de San Miguel
udesmrector@gmail.com