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"México al revés"

"La hidrología de Tabasco"

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08/12/2007 00:00

    JANNETH ALDECOA/ JOSÉ ALFREDO BELTRÁN

    Los ríos Usumacinta, Grijalva y Mezcalapa son los ríos más importantes del Estado y la abundancia de escurrimientos superficiales ha dado lugar a la formación de cuerpos de agua de variadas dimensiones, como lagunas, pantanos y las llanuras de inundación, poblados por vegetación hidrófila como mangles, nopal y tular.
    Ya quedamos que la precipitación es copiosa y abundante. En su parte noroeste, en los límites con Tabasco y Chiapas, en la zona de Palenque, que sirvió de morada a los mayas que habitaron esa región, la sierra es una especie de pantalla que eleva las nubes que vienen de las planicies y del mar cargadas de humedad que, al chocar con la sierra dejan caer abundantes lluvias en un suelo dueño de una exuberante vegetación, alimentando a muchos afluentes que se unen al complejo hidrológico de Tabasco, en las planicies.
    A esto hay que agregar los múltiples ciclones tropicales que azotan o pasan por el Estado, siempre cargados de humedad. Un recuento muy superficial de éstos en los últimos años son los siguientes: en 1990, Diana; en 1993, Beatriz; en 1995, Opal y Rosanne; en 1996, Cristina; en 1999, una depresión tropical y Katrina; en 2000, Keith; en 2001, Chantal e Isidore; en 2003, Larry.
    Completan el sistema hidrológico del Estado, numerosos depósitos de agua dulce y agua salada; estas últimas si tienen comunicación con el mar, recibe el nombre de albuferas. En esta clasificación destacan las lagunas del Carmen, la Palma, la Machona y Machoacán.
    Existen también en el Estado un gran número de lagunas de agua dulce, de diversas dimensiones, unas que operan grandes extensiones y otras que abarcan grandes superficies; entre éstas están El Corsario, Cantemo, Horizonte, Julivá, San Pedrito, El Veinte, El Campo, Maluco, Chilapa, El Tinto Cañitzán, Playa Larga, Chichicaxte, Sitio Grande, Agostero, Mantillas, Tasajera, entre otras.
    La superficie de lagunas interiores y litorales, lagos, ríos y arroyos de la entidad, se ha estimado en 4 mil 192 km cuadrados. Lo cual representa el 17 por ciento de la superficie total del Estado. La abundancia de agua, y la conformación consecuente de suelos fértiles, es también una de las grandes ventajas relativas de Tabasco, especialmente en las actividades del campo. A su vez, los altos promedios de lluvias, tanto mensuales como anuales son relativos, ya que dentro de los mismos se encuentran considerables variaciones. De manera que se registran también meses y años de sequías extraordinarios. Por ello, el campo tabasqueño requiere de una regulación hidráulica que le provea agua cuando la necesiten las diversas actividades. La simple expulsión de agua de un predio, de una zona, municipio o de todo el Estado, no es una solución a una problemática hidráulica compleja.
    A pesar de lo anterior, la zona baja de Tabasco ha sufrido constantemente de inundaciones, las cuales han sido principalmente por lluvias excesivas, deforestación y obstrucción de drenajes naturales. Haciendo un breve esbozo, las inundaciones en Tabasco, han sido en algunos casos catastróficas, ya que en ocasiones han permanecido a lo largo de varios meses y en la formación de nuevos causes de los ríos han realizado daños a vidas humanas y de animales, cultivos y propiedades. Según registros publicados por la Universidad Autónoma Juárez de Tabasco, desde 1675 se han registrado las inundaciones que ha sufrido el Estado y que se pueden observar cronológicamente en el siguiente bloque:
    En 1675, por un rompimiento en Nueva Zelandia hacia su margen derecha, se desvió el río Mezcalapa (llamado hoy Río Seco) hacia el oriente formando un cauce llamado río Viejo Mezcalapa el cual se unió con el río de la Sierra, ocasionando graves inundaciones en la antigua San Juan Bautista.
    En 1782, a consecuencia de un fuerte ciclón se inunda gran parte del territorio tabasqueño, catástrofe conocida como el diluvio de Santa Rosa.
    En 1820, las inundaciones fueron tan devastadoras que ese año fue conocido con el nombre del Diluvio Grande.
    En 1881, de la derivación del río viejo Mezcalapa, y por la margen izquierda, el rompido (término tabasqueño usado para precisar la bifurcación de un río al salirse de su cauce original y formar otro nuevo), de Manga de Clavo, derivado también hacia el oriente, dio lugar al río Nuevo o Carrizal que pasó hacia el norte de la capital del Estado.
    En 1904, se originó al noroeste de la ciudad de Villahermosa el rompido de la Pigüa volviendo a retomar una parte significativa de las aguas del rió Carrizal al río Grijalva.
    En 1932, se abrió por el margen derecho del río Mezcalapa el rompido llamado de Samaria que derivó las aguas de éste hacia los municipios de Cunduacán y Jalpa, inundando alrededor de 20 mil hectáreas de terrenos. Los efectos desbastadores de este rompido dieron lugar a la formación del río Samaria.
    En 1940, se formó el rompido de Cañas que volvió una parte de las aguas al río Medellín y González.
    En 1952, un nuevo rompido, en el sitio denominado El Veladero que puso en grave peligro a grandes áreas de los municipios de Cárdenas y Comalcalco que se habían librado del desastre del rompido Samaria.
    En 1995, inundaciones provocadas por el paso del huracán Opal teniendo como resultado de ello 26,874 damnificados, 35,229 viviendas dañadas, 14,370 ha de pastizales dañadas; daños a infraestructura hidráulica, carretera, comunicaciones y eléctricas.
    En el mismo año, inundaciones provocadas por el paso del huracán Roxanne, las localidades afectadas se localizaron en el municipio del Centro y la Región de la Chontalpa, la ciudad de Villahermosa fue una de las más afectadas (con un 51.3% de su mancha urbana inundada), dando con esto un total de 313 mil afectados (en 929 localidades).
    En 1999, resultado de sucesivas ondas tropicales y aire húmedo provenientes de ambos océanos. Las intensas y continuas lluvias generadas por estos fenómenos, particularmente en la Sierra y en la cuenca del río Mezcalapa, afectaron la mayoría de los ríos de la región, principalmente el Carrizal y el Samaria, causando elevaciones en el nivel de los mismos que saturaron las partes bajas de las riberas y las zonas de regulación.
    Si describiéramos la hidrología fluvial de Tabasco, nombraríamos a los principales ríos que han ocasionado, en diversas ocasiones, las grandes inundaciones, dejando en cada caso, una cicatriz en la corriente fluvial que causa la inundación, manifestada por una ruptura del río que se sale de su madre para formar un nuevo afluente. A la ruptura de las márgenes del río, en Tabasco usan el término (muy localista) de rompido. Es así como los ríos tabasqueños revelan tantas cicatrices como rompidos.