Sugey Estrada/Hugo Gómez
La grandeza no está reñida con la humildad y sencillez. La persona importante no es la que más brilla en sociedad y hace gala de influencias, sino la que se muestra ubicada, modesta y recatada.
En ocasiones, la persona que hace más alarde resulta ser la más cobarde; de igual forma, la persona más humilde no acentúa su obra añadiéndole una tilde.
"Yo juro que vale más ser de baja condición y codearse alegremente con gentes humildes, que no encontrarse muy encumbrado, con una resplandeciente pesadumbre y llevar una dorada tristeza", escribió Shakespeare.
En efecto, por más que una persona se disfrace y aparente, no podrá esconder sus verdaderas emociones, su tristeza e insatisfacción.
El afamado escritor Jorge Luis Borges reconoció con humildad y sinceridad sus defectos y virtudes.
"Al fin y al cabo, mi obra es una serie de vacilaciones, acumulaciones y también de reiteraciones. Casi desde principios de este mes (agosto de 1979), cuando recibí la Gran Cruz de Alemania, me están persiguiendo aquellos versos de Bartrina: "En tiempos de las bárbaras naciones / colgaban de la cruz a los ladrones. / Pero ahora, en el siglo de las luces / del pecho del ladrón cuelgan las cruces".
"Y si adaptamos este verso a mi caso especial, yo diría: Del pecho del chambón cuelgan las cruces", expresó.
"Hay un Borges personal y un Borges público, personaje que me desagrada mucho, quien suele contestar a reportajes y aparecer en el cinematógrafo y en la televisión. Yo soy el Borges íntimo, es decir: creo que no he cambiado desde que era niño... El Borges público es el mismo Borges que el privado, con exageraciones, con énfasis, con gustos y con disgustos exagerados".
¿Soy la misma persona en público y en privado? ¿Me muestro humilde o afectado?
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