Héctor Tomás Jiménez
Los seres humanos por lo general, valoramos mucho las virtudes que nos dan crecimiento y desarrollo como personas, sobre todo aquellas que tienen que ver con el desprendimiento como la generosidad y la caridad como normas de vida, sin embargo, a la hora de ejercerlos, nos ponemos obstáculos que de alguna manera nos limitan a tomar la decisión de "dar" sin pensar en el uso que le darán al objeto de nuestro desprendimiento.
Esto es así, por que también nos cuesta mucho trabajo dejar de juzgar a las personas sobre lo que harán con lo que les demos, cuando en realidad, es lo que menos debe importarnos pues es algo por lo que no debemos preocuparnos pues la sola acción de dar de manera incondicional, es en si la importante.
Debemos recordar que la acción de dar es tan solo la mitad de un acto generoso, pues la otra mitad es el acto de "recibir", situación también para la que muchos no están preparados pues les cuesta mucho trabajo valorarse a si mismos como sujetos de aprecio y se resisten a ser reconocidos escudados en una modestia que los lleva a sentirse no merecedores de tal o cual reconocimiento o atención.
Aprender a recibir, es tan importante como aprender a ser desprendidos y generosos, cuando aprendamos la dimensión de esta ley de la vida, la del dar y recibir, nuestra generosidad será espontánea y sin condiciones, y recibiremos lo que la vida nos manda como regalos con satisfacción y orgullo de ser merecedores de tales reconocimientos.
Al respecto, Deepak Chopra nos habla de esto y nos expone un fragmento de algún texto de Rabindranath Tagore, que de igual manera para quienes están más familiarizados con los textos cristianos, son mensajes que pueden ser fácilmente reconocidos. Por ejemplo: "Al que tiene mucho se le dará más y al que no tiene se le quitará incluso lo poco que tiene." "Trata a los demás como deseas que te traten a ti." "El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo." "La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga." Puede verse que la sabiduría antigua, sea del corte religioso o filosófico, o independientemente de la cultura de la que provenga, está llena de menciones que nos llevan irremediablemente a esta ley. "Todo lo que se va debe volver."
Si recordamos que la naturaleza de las leyes que rigen el desarrollo humano son más espirituales que materiales, podemos ver que en realidad, las formas más poderosas de dar no son materiales; como por ejemplo, interesarse en los problemas de alguien, prestar atención y ser buen escucha, dar afecto, aprecio y amor entre otros, son algunos de los más preciados que se pueden dar y no cuestan nada.
Hay una breve historia de un acto de caridad y generosidad que nos ilustra muy bien sobre la importancia de dar y recibir, la cual dice así: "En cierta ocasión, por estas fechas de fin de año, una señora vio a un niño de aproximadamente diez años de edad, que estaba parado, descalzo y temblando de frío, frente a una tienda de calzado mirando a través de la ventana. Ella se acercó al niño y le dijo: --Mi pequeño amigo ¿qué estás mirando con tanto interés a través de la ventana? La respuesta del niño no se hizo esperar y viéndola a los ojos le contestó: --¡Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos como esos!, señalando un par de botines negros. La señora lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda, le pidió al empleado que le diera media docena de pares de calcetines para el niño y le preguntó si podría prestarle una palangana con agua y una toalla.
El empleado rápidamente le trajo lo que pidió, la señora se llevó al niño a la parte trasera de la tienda, se quitó los guantes, le lavó los pies al niño y se los secó con la toalla. Para entonces el empleado llegó con los calcetines, la señora le puso un par de ellos al niño y le compró el par de botines que el niño había señalado. El resto de los calcetines se los dio al niño y le acarició la cabeza diciéndole: --¡No hay duda pequeño amigo que te sientes mejor ahora! ¿Verdad? Mientras ella daba la vuelta para marcharse, el niño la alcanzó, la tomó de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos le preguntó: --¿Acaso es usted la esposa de Dios? Agradecida por el comentario, la señora se marcho también con lágrimas en los ojos, aquel pequeño también le había regalado algo muy valioso." JM Desde la Universidad de San Miguel. ¡Feliz año 2010!
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