Sugey Estrada/Hugo Gómez
"La avaricia y la ambición congelan el corazón", dice una conocida frase. La avaricia se produce cuando alguien busca y desea conseguir riqueza con desenfrenada ansia, lo que le lleva a anteponer este afán por encima de cualquier otro bien o valor.
Moliére escribió una comedia titulada "El avaro", en la que el protagonista, Harpagón, prefiere recuperar su riqueza al amor que siente por una joven, llamada Mariana. Por eso, con justa razón, se dice que la avaricia es la pobreza de los ricos. "Al pobre le faltan muchas cosas; al avaro, todas", expresó Publio Siro.
El avaro nunca está conforme con lo que tiene, siempre ansía más y vive con el temor de perder aquello que ha ganado. Un cuento oriental, titulado "El insaciable", describe perfectamente la insatisfacción y el miedo de perder lo que posee, que embargan al avaro.
"Un hombre pobre se encontró con un viejo amigo que hacía milagros. El primero se quejó amargamente de su pobreza y el otro, para ayudarlo, tocó con su dedo un ladrillo que se convirtió en oro y se lo ofreció. El pobre dijo que eso era muy poco. Entonces su amigo tocó una estatua de piedra que también se convirtió en oro y se la dio. El pobre volvió a decir que era muy poco. Su amigo le preguntó: "Dime entonces, ¿qué quieres? El pobre contestó: "Quiero tu dedo".
Lo más dramático es que las personas tocadas por la avaricia atesoran, pero no gastan. "Los avaros guardan su tesoro como si efectivamente fuese suyo; pero temen servirse de él, como si perteneciera a los demás", manifestó el poeta griego Bión.
Con gran ironía, el escritor Constancio Vigil señaló: "Sólo hay una avaricia honrosa: la de las palabras".
¿Me seduce la avaricia? ¿Controlo mis deseos?
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