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"Visor social"

"La ira y el manejo de los estados de ánimo"

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17/07/2014 00:00

    Luis Maldonado Venegas

     Parece de sentido común afirmar que la vida mo­derna ha cambiado los estilos de vida de las per­sonas, pero entenderlos es muy complejo. La Asociación Ameri­cana de Psicología (APA), en las últimas décadas, ha intensificado los esfuerzos por documentar los fenómenos más impactantes de la vida cotidiana que terminan provocando problemas graves de salud individua y social.
    Uno de esos problemas es el del manejo de la ira, o enojo. Según estudios sobre el ocio productivo, este problema está muy extendido en el mundo, pero es más común entre quienes viven una vida agi­tada y carecen de control sobre su estabilidad económica y uso del tiempo.
    El enojo es una emoción pro­vocada por causas externa e in­ternas, totalmente normal y re­gularmente saludable, pero puede volverse destructivo cuando no se encuentran las formas para controlarlo. Quienes lo viven de esa manera, con frecuencia desa­rrollan sentimientos de soledad y culpa y se sienten insatisfechos.
    Cuando la persona se enoja, su ritmo cardíaco y presión arterial se elevan y lo mismo sucede con su nivel de hormonas y de energía. Una condición que la psicología evolucionista ve como recurso de supervivencia, pues esos cambios biológicos preparan a la persona (como a cualquier ser vivo), igual para atacar, que para defenderse.
    El enojo siempre se acompaña de impulsos de agresividad y al­teraciones de los estados de con­ciencia, que pueden terminar en resultados indeseables (por ejem­plo dañar a alguien). Las personas lo atienden mediante reacciones conscientes e inconscientes, que se resumen en tres: a) Expresar­se abiertamente, b) Reprimirse y guardarlo, o c) Calmarse.
    Según datos de la Academia Internacional de Leyes y Salud Mental (http://www.ialmh.org/template.cgi?content=General/journal.htm, al menos el 90 por ciento de las personas procesadas por homicidio en Estados Unidos, declaran haber cursado por con­diciones de enojo cuando come­tieron el delito (alrededor del 21 por ciento lo tenían guardado).
    Lo mismo sucede en casos de violencia familiar. Según investi­gaciones recientes de la Organiza­ción Mundial de la Salud, al menos el 93 por ciento de las agresiones contra mujeres y niños siguieron a expresiones de enojo (12 por cien­to de ellos eran enojos guardados).
    Las personas con enojos no re­sueltos, o con problemas para con­ducirlos de forma constructiva, son explosivas, fácilmente menos­precian a l@s demás, critican todo y hacen comentarios negativos con facilidad. Ello los lleva a tener difi­cultades para convivir sanamente y establecer relaciones positivas.
    Enojarse puede ser natural, pero dirigir el enojo apropiada­mente es una habilidad que hay que desarrollar.
    Estudios de psicología clínica y de la personalidad coinciden en que: 1) Aunque hay tendencias genéticas en la irritabilidad de las personas, todos podemos aprender a controlarnos. 2) El manejo apro­piado de la ira protege la conviven­cia social y eleva las condiciones de salud mental de las personas. 3) La infancia temprana es la mejor eta­pa para aprender a controlarse. 4) El ejemplo de los padres es la mejor forma de entrenamiento. 5) La re­presión de la ira es una alternativa, pero si no se trata adecuadamente daña la salud física (hipertensión, alta presión arterial) y emocional de las personas (puede causar de­presión).
    La APA y la Asociación In­ternacional de Salud Mental han propuesto campañas para edu­car a las personas a reconocer las fuentes de sus enojo y formas para controlarlo, o conducirlo positi­vamente.

    Entre otras alternativas efi­cientes sugieren:
    a). Reconocer que se está enojado y controlar la respira­ción para enfrentar la situación. Respirar profundamente, desde el diafragma, como si la respira­ción subiera desde el estómago, diciéndose a sí mismo "relájate", o "tómalo con calma", mientras sigue respirando.
    b). No actuar de inmediato, si­no darse unos segundos antes de cualquier reacción.
    c). Decir que está molest@ y que quiere resolver el problema que se presenta. Evite las palabras "nunca" (nunca me obedeces) o "siempre" (siempre es lo mismo) porque solo justifican su enojo y no ayudan en el momento.
    d). Evitar decir o escuchar argumentos hasta que ya se ha tranquilizado y tenga control de la situación.
    e) Practicar estas técnicas a diario hasta usarlas automática­mente cuando se encuentre en una situación de tensión.
    Todos estamos expuestos a ex­presiones de ira y a cometer errores cuando ésta nos atrapa. Hay que controlarla para vivir sanamente. Las recomendaciones de la APA han sido probadas en la clínica y se sabe que funcionan, pero usted puede conocer otras que también ayudan. Esas u otras, son mejor que tener que arrepentirnos de algo que hicimos o dijimos por coraje. ¿O usted que opina?
    ambrocio@uas.edu.mx; amo­jardin@gmail.com