JANNETH ALDECOA/ JOSÉ ALFREDO BELTRÁN
En este mes de diciembre, el último del año de 2006, se desencadenó una fiebre de muertes humanas. Unas ocasionadas por el odio y otras por la imprudencia permanentemente de los habitantes de nuestro planeta; otras más, por causas naturales y algunas por faltas de previsión de los propios humanos.
Tal, que un mes de diciembre dulce, como siempre lo hemos esperado, pasó, en sus 10 últimos días a mostrarnos el reverso de la medalla.
El jueves 22 de diciembre, un autobús de pasajeros de las líneas semi urbanas le quiso ganar al tren y la imprudencia del chofer tiñó de sangre la vía y vistió de luto a innumerables hogares mexicanos; por esos mismos día fallece de muerte natural y en su lecho de enfermo, el ex Presidente número 38, Gerald Ford de Estados Unidos a la edad de 93 años.
La muerte sigue implacable y la tragedia del naufragio del transbordador "Senopati Nusantara", de bandera indonesia naufraga con 850 pasajeros abordo; deja una estela de cadáveres flotando en las turbulentas aguas de los Tsunamis.
Para completar las talegas de males, un avión, para variar también indonesio, se desploma en el mar, con las consecuentes pérdidas de vidas. Para colmo de males, explota un coche cargado con explosivos, en Madrid, España como para recordarnos que la Organización ETA, sigue viva, en pie y con los mismos métodos de guerra de guerrillas citadinas. Todo esto ha causado alarma y pánico, en algunos casos, miedo a la población pacífica.
A todos esos acontecimientos se le aúna la repulsa, escozor y consternación del ajusticiamiento en la horca de Saddam Hussein, ejecución un tanto precipitada por cuestiones sociales y políticas, llevada acabo el sábado 30 de diciembre pasado a las 21:30 horas, tiempo de México.
El precipitado sacrificio de Hussein, tiene varias lecturas. Una de ellas, no es la sentencia dictada exactamente por el Alto Tribunal Penal Iraquí, cuando ordena la ejecución del dictador tras rechazar su último recurso de apelación interpuesto por los defensores del sentenciado.
A Saddam, uno de los motivos que lo llevó al patíbulo, fue el petróleo de Iraq, cuya ambición mundial se había manifestado en repetidas formas armadas, dejando una larga estela de muerte. Sus abundantes yacimientos petroleros ubican a ese país como la tercera nación más rica en esa región. Su extracción para encontrar el combustible a poca profundidad, permite que su explotación sea más barata que en otras naciones del mundo.
Otro motivo, es que había cuentas pendientes de Iraq con Estados Unidos, cuando el primero hizo fracasar la invasión ordenada por el entonces Presidente Bush, padre del actual Primer Mandatario de nuestro vecino país del norte y el tercer motivo de la precipitada ejecución es la celebración muy inmediata de las festividades del Eid al Adha, que son fechas sagradas para el mundo musulmán; por si faltara algo, el 3 de enero del 2007, entrarían en funciones los congresistas demócratas que, además, de que hacen mayoría en el Congreso estadounidense no comulgaban con la sentencia de muerte de Saddam Hussein, por numéricamente dominarían el congreso. Sin embargo, según Ahmet Essadik uno de los abogados del reo, la fecha posible para cumplir la sentencia, sería el 2 de enero de 2007, a pesar de esto, la ejecución se adelantó.
En el controvertido juicio de Saddam, existe un cúmulo de inexactitudes, donde resulta visible que la intención principal era quitar al dictador para quebrantar la resistencia de aquel país y que quedara en poder de los invasores quienes podían meter las manos disponer de su riqueza petrolera.
Pero es curioso que la historia, tantas veces comentada de Jesús de Nazareth, se vuelva a repetir donde se supone que estuvo el Paraíso Terrenal y que fue, anteriormente, la cuna de las civilizaciones mundiales y por añadidura donde nació la escritura cuneiforme y lugar indiscutible de grandes cerebros.
Ahí mismo nació Hammurabi (1730-1685 a. de J.C.), como rey de aquel imperio y Nabuconodosor después, fueron los reyes de aquellas famosas dinastías, quienes escribieron su código de ética y convivencia ciudadana.
Recordamos que en los tiempos de Jesús de Nazareth y Jesucristo después de su sacrificio, había asistido a Jerusalem a la celebración de las fiestas de Pascua; que al ser señalado por el pueblo judío, como usurpador de los poderes reales, las poblaciones de Judá y en particular Jerusalem eran la sede de las autoridades romanas y también residencia de las autoridades locales, las cuales estaban sometidos al imperio romano.
Jesús fue sometido a juicio por Herodes, como autoridad local, pero quienes dictaban y en último término ejecutaban las órdenes, eran las autoridades romanas, representadas, en aquellas tierras Palestinas por Poncio Pilatos y este último al analizar la condena del reo, no la encontró ni fehaciente ni apegada al derecho romano.
Pilatos para evitarse complicaciones entregó a la muchedumbre enloquecida a Jesús, en la maniobra que desde entonces fue clásica: "Yo me lavo las manos".
Con Saddam sucede lo mismo, Estados Unidos armó todo el teatro, desde su captura en su escondite en un barrio de Titrik (por desgracia en la operación, también intervino, entre otros soldados del ejército americano, un soldado de origen mexicano), en diciembre de 2003, hasta la sentencia dictada por el Tribunal de Casación iraquí, organismo que refrendó la sentencia de muerte el martes 19 de diciembre pasado, por la ejecución de 148 chiis, tras un supuesto intento de asesinato de Saddam en la aldea de Duyail, en 1982.
Para ejecutar la sentencia, el ex Presidente de Iraq fue entregado a las autoridades iraquíes para que la cumplieran. Así se dirá "los americanos no mataron a Saddam, lo ejecutaron las propias autoridades iraquíes". Una vez más, "otro lavado de manos".
"La horca ya está preparada" para el ex Presidente de Iraq, se escuchó: en pocos días será ejecutado Saddam Hussein en el interior de la amurallada "Zona Verde", en el oeste de Bagdad, donde están las Instituciones del Gobierno Iraquí, y las sedes de las embajadas de Estados Unidos y el Reino Unido, dijeron fuentes autorizadas.
Atrás quedaban varias incógnitas: una Fiscalía y un Tribunal que actuó en un país intervenido por un país invasor. Sin justicia también quedaron los 180 kurdos muertos, según los acusadores, asesinados con gases letales (mostaza).
Y, finalmente "no hay ningún recurso jurídico. La decisión fue certera e inapelable, explicó el abogado, tal como lo quiso el Gobierno de Estado Unidos, se concibió este procedimiento para que no haya ninguna posibilidad de impedir esta ejecución".