Lupishen Tirado
LOS MOCHIS. "Y decíamos que Los Mochis es hijo del río... fue en 1890 cuando se hicieron los primeros desmontes y trazos de agrimensura en los terrenos que hoy ocupa nuestra ciudad; en el 91 se principió del Canal de los Tastes, arteria principal de nuestro sistema de riego, por aquel puñado de valientes (el valor más sagrado, el del trabajo), resto de la colonia que Albert K. Owen, mal afortunado Tomás Moro de Pennsylvania, trajera al roquedal de Topolobampo, soñando en la realización de una utopía de bienandanza humana".
Fue en 1943 cuando el profesor Conrado Espinosa Rodríguez, fundador del Centro Escolar del Noroeste, escribió este cumplido de los primeros 40 años de la supuesta fundación de Los Mochis. Una fundación, capricho de la jerarquía política y económica de la naciente ciudad, tomando como referencia la primera zafra de la United Sugar Co.
Decisión tomada sin fundamento histórico, cuando el antiguo predio de Los Mochis ya estaba poblado. Setenta años después, Los Mochis y su entorno están considerados como La Puerta de México al Mundo, en virtud de los planes de desarrollo y de proyectos estratégicos que habrán de incrementar el uso de sus recursos y consolidar lo que medio siglo antes había soñado el visionario de esa misma puerta que ahora preconizamos como la escalera al cielo.
El norte de Sinaloa:
la mira sustentada
En el ámbito globalizador de nuestros días, Los Mochis ya no es sólo la traza urbana que nos legaron sus primeros ocupantes, sino una región -dígase, el norte de Sinaloa-, que exige:
- El desarrollo de cadenas de transporte y redes logísticas, "para elevar los niveles de competitividad y redes de regiones y países;
-"La infraestructura de transporte carretero, ferroviario, naval y aeroportuario del país; y
- "El crecimiento de México sustentado en el comercio Internacional".
De acuerdo a estas nuevas proyecciones de mochitenses actuales, imbuidos en los avances tecnológicos, la Planeación del Desarrollo se sustenta en estos tres principios básicos:
- Impulsar y desarrollar los negocios y los tráficos de la región, el turismo y las nuevas cargas generadas por los mercados del exterior.
- Ser la mejor opción comercial en la región, con los más altos estándares de calidad en sus servicios.
- Consolidarse como un generador de desarrollo económico.
Un emporio, pretendidamente económico e infraestructural, que no cultural ni histórico, que de paso debería ser el manto en que se envuelva la nueva sociedad y pueda atender los requerimientos que sus propios recursos naturales le están ofreciendo.
Por supuesto, toda esta suposición del futuro tiene el ingrediente de que ya fue soñada por Owen en su "descubrimiento" para el mundo, de lo que podía ser y generar el "agua escondida" que es Topolobampo -querámoslo, o no-, el padre tutelar del vigoroso desarrollo de Los Mochis y su región.
Todo un mar
encerrado, dijo
el utopista Owen
Es de Albert K. Owen esta remembranza: "Dejé mis cobijas y anduve entre el monte hasta llegar a la orilla de la playa. ¡Que panorama! ¡Todo un mar encerrado! Dije entre mí: si por la mañana encuentro un canal de entrada profundo y seguro desde el Golfo de California, aquí sobre esta bahía, será el sitio de una gran ciudad metropolitana. Sobre este mar, en donde no se encuentra hoy una vela, navegarán los barcos de todas las naciones y sobre estas llanuras vivirán felices muchas familias. El australiano llegará hasta aquí para encontrarse con el europeo, que vendrá cruzando el continente por ferrocarril desde el Atlántico". (1872)
Y es aquí, donde el historiador, el planificador, el visionario, el político y el educador, deben poner sus ojos para aprovechar experiencias, vivencias y desarrollos que hace más de un siglo fueron argumentados como si fuesen un decálogo que tendría que cumplirse para aspirar a la eternidad.
- En lo marítimo quedó fundamentada la bahía de Ohuira como el puerto que alojaría a las grandes naves del mundo, así turísticas como de carga.
- En lo ferroviario, quedó trazada la ruta de la Sierra Madre Occidental para unir a los océanos a través de la nación más desarrollada del globo terráqueo.
- En lo terrestre, los caminos que llevarían al norte y al sur, y también desafiando las crestas serranas para comunicar el altiplano con la costa occidental del continente.
- En lo agrícola, desviando las aguas del río Fuerte para irrigar las planicies de una extensa alfombra de verdura inacabada.
- Y en lo portuario, creando nuevos centros de población, precisamente en el escenario que pudo ser la Ciudad Pacífico de inmigrantes o colonos que, con ideales cooperativistas, creyeron realizar la nueva Utopia de Tomás Moro.
Lo seguro es que nadie detiene ya lo que en la región se ha hecho. Otro siglo podría pasar para consolidar los arpegios que ahora anticipan una colosal sinfonía orquestal.
Pero lo que no debe pasar más, es que en la forja de la identidad de los mochitenses, ahomenses o fuerteños, sea el olvido de la historia, del origen y los esfuerzos invertidos para seguir soñando con Owen y sus colonos, porque se perdería la identidad y otros pueblos y otros intereses podrían acabar con la añoranza de hacer de la región la Puerta de México al mundo.
Alguna fecha que
deba refundar la identidad
Muchas fechas habría que celebrar en este avatar de una conformación heroica de un pueblo nacido en el desierto, como lo escribiera Conrado Espinosa:
- La llegada de Owen a la bahía de Ohuira en 1872;
- El arribo de los primeros 27 colonos a Topolobampo en 1886;
- La construcción del Canal de los Tastes en 1890;
- El inicio del ferrocarril Kansas City México y Oriente, en 1902;
- La primera zafra azucarera en 1903;
- La erección de la primera autoridad civil y la sindicatura;
- La creación del municipio de Ahome;
En suma, fechas no faltarían para recordar; pero una debe ser fiel a la historia de los poblamientos, más que de las fundaciones, para darle a las actuales y futuras generaciones un tejo de credibilidad en sus propias remembranzas, y garantizar la emblemática que nos una en la historia y en la heredad que nos legaron nuestros antepasados.
Para ello, habría que convocar a los historiadores, a los investigadores, a los promotores de cultura, a las instituciones del desarrollo, a un coloquio o centro de estudios para determinar la o las fechas a conmemorar, forjando así para la identidad, una especie de santoral cívico para festejar cada año.