Sugey Estrada/Hugo Gómez
Era común que al encontrar a una persona amiga le preguntáramos: ¿cómo estás? o ¿cómo te ha ido? En muchas ocasiones la respuesta era: "A la quinta pregunta".
Con esta respuesta se quería indicar que se estaba viviendo al día. Sin embargo, hoy, la respuesta de muchos ya no será la de vivir al día, sino la de estar empeñado desde ayer.
En efecto, los incesantes vaivenes de la economía han desequilibrado la estabilidad familiar. Se habla mucho de que va muy bien la macroeconomía, pero las amas de casa no perciben esta mejoría en la microeconomía, que es la que afecta de manera directa su poder adquisitivo.
Retomando la expresión, estar a la quinta pregunta equivale a estar sin un quinto en el bolsillo. Pero, ¿cómo surgió esta frase? ¿Por qué no se dice a la segunda o a la tercera pregunta? ¿Por qué esperar hasta la quinta?
Según la tradición jurisprudencial española, lo correcto era llegar nada más hasta la cuarta pregunta, porque cuando un reo era presentado ante el juez se le formulaban cuatro clásicas preguntas:
1. Nombre, apellidos y apodos.
2. Edad aproximada.
3. Lugar de residencia habitual.
4. Dinero disponible.
De estas cuatro preguntas, la última era la fundamental, porque había que estar seguro de si el reo contaba con dinero para solventar los gastos del juicio, o de la multa que correspondiera al delito cometido.
Lo más normal era que el reo se declarase sin dinero para evitar que el tribunal lo dejara "limpio". Por eso, "andar a la cuarta pregunta" significaba no tener dinero, estar escaso de fondos o llegar derrapando a la quincena, como se acostumbra decir hoy, porque hasta un ratón se desnuca al resbalarse en el vacío refrigerador.
¿Vivo al día? ¿Estoy empeñado desde ayer?
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