"La ruta que tiene por delante Madrazo es muy accidentada. Porque entre los electores flotantes, esos que no tienen partido y que no han definido su voto, la imagen del candidato del PRI es mala, muy mala. Malos augurios, pues"
NOROESTE / REDACCIÓN / SHEILA ARIAS
La pantomima se transformó en sainete y el sainete en opera bufa. Ver el debate entre Roberto Madrazo y Everardo Moreno Cruz el jueves fue una experiencia anticatártica. No había sustancia en los dichos ni verdadero enfrentamiento. Los gestos y los argumentos eran de la peor utilería. No hubo vencedor ni vencido. No podía haberlo.
Ambos fueron barridos por el ridículo y el aburrimiento. Porque si no hay contienda real, el debate no tiene sentido ni razón de ser. Y cómo hablar de contienda si todo el mundo sabe que Roberto Madrazo arrasará el domingo 13 de noviembre. Moreno Cruz no es un sparring, es un mono de papel maché.
Pero, ¿dónde quedaron las habilidades, la astucia y las artimañas del ex presidente nacional del PRI? ¿Dónde está el personaje que hace exactamente 10 años desafió, enfrentó y derrotó al Presidente Zedillo y a su Secretario de Gobernación? ¿Qué fue del Gobernador de Tabasco que se presentó como contrincante de Francisco Labastida en 1999?
¿Cómo es posible que quién decapitó de un solo tajo a Arturo Montiel y al Tucom, no pueda ahora meter al orden, por las buenas o por las malas, a un pequeño personaje como Everardo Moreno? Se dice que no hay enemigo pequeño y es cierto. Pero este no es el caso. La resignación con la que Roberto Madrazo enfrenta su destino es digna de la Madre Teresa de Calcuta, no de un político avezado que busca la Presidencia de la República.
El PRI, para desgracia de todos los priistas, cualquiera que sea su color o corriente, se encuentra ya en el peor de los mundos posibles. La comparación con el resto de los partidos lo deja muy mal parado.
El PRD tiene desde hace meses candidato a la Presidencia de la República y se ahorró el proceso de selección interna. No hubo competencia, pero se evitó el enfrentamiento y se conjuró, algo peor, el ridículo. El PAN salió airoso de su contienda interna y cuenta ahora con un candidato legitimado y muy competitivo. Un candidato que va hacia arriba con un partido unificado en torno suyo.
El PRI, en cambio, se encuentra perdido en su propio laberinto. Se ha dicho, y es cierto, que fueron los mismos priistas los que se oponían a que el debate entre Roberto Madrazo y Everardo Moreno fuese transmitido por la televisión. Y no es extraño que así haya sido.
Los procesos de selección internos abiertos a los ciudadanos se proponen un doble objetivo: la elección del hombre o mujer que competirá por la Presidencia y atraer la atención del gran público para provocar adhesiones.
La ecuación es clara: entre más publicidad y participación, mejores resultados y mayores dividendos. Pero en este caso la lógica se ha invertido. El proceso provoca burla y apatía. Nadie tiene interés. No hay ganancias, solo pérdidas.
Las desventuras del tricolor están muy lejos de haber terminado. Los priistas ya pasaron el trago gordo del debate, pero les espera uno peor. Para la elección del domingo 13 de noviembre se distribuirán 10 millones 331 mil 712 boletas que serán utilizadas en 21 mil 799 centros de votación a lo largo de los 300 distritos electorales.
La cantidad de dinero que se gastará en el material y en la movilización de la estructura burocrática para organizar la votación es enorme. En otros tiempos esto fue signo de vitalidad y fortaleza. Ningún otro partido tiene tal cantidad de simpatizantes dispuestos a participar en una elección interna.
Pero en las condiciones actuales es un himno al absurdo y a la estupidez: se tiraran millones de pesos a la calle sin otro propósito que cumplir con un trámite formal, cuyo desenlace todo el mundo conoce. Genial, ¿no?
Perogrullo: el resultado de ese proceso no será bueno para nadie en el PRI. Primero, porque dadas las condiciones de la contienda es muy improbable, absurdo en realidad, que los militantes y simpatizantes se movilicen y salgan a votar. ¿Qué interés real podrían tener?
De ahí que una alta participación sólo podrá ser explicada por el acarreo o el relleno de urnas, tal como establecían los usos y costumbres del PRI en su época de oro. Pero si eso no sucede y la participación es baja, la utilidad del proceso será nula. El desinterés de los priistas confirmaría que nadie se chupa el dedo y que la gente se niega a participar en ese tipo de charadas. Así que como en el chiste del cohetero: si votan muchos malo y si no, también.
Segundo, los electores que salgan a votar serán aquellos que movilice, acarree, la burocracia partidaria. El dilema para quienes dirijan y estén a cargo de esta operación no será llenar las urnas con votos a favor de Roberto Madrazo, sino decidir qué cantidad de sufragios otorgarle a Everardo Moreno (10, 15, 20 por ciento) para que la contienda tenga un mínimo de credibilidad.
Pero el problema real es que la legitimidad del proceso ya está hipotecada. No importa qué porcentaje de votos obtenga Moreno Cruz. La victoria de Roberto Madrazo carecerá de legitimidad porque todo el mundo sabe que la contienda se resolvió en otra parte, en otro momento y mediante otros métodos.
La renuncia de Montiel no fue el resultado de un ejercicio democrático. Fue el efecto de un encuentro perverso: la estupidez y el cinismo de un hombre que se postuló a la Presidencia de la República, sabiendo que tenía una enorme cola que le pisaran, se topó con la malicia y la astucia de otro personaje que lo estuvo, literalmente, cazando hasta que le asesto el golpe mortal.
Las almas ingenuas, o interesadas, pueden suponer que todo fue casual y que los priistas corrieron con mala suerte. Si en lugar de Montiel se hubiese impuesto cualquier otro, el panorama sería completamente distinto, dicen. Y sin duda tienen razón. Jackson, Martínez y Martínez, Yarrington o Manuel Ángel Núñez hubiesen sido más creíbles y atractivos que Montiel y, sobre todo, no hubiesen terminado ahogados en su propio lodazal.
El problema está, justamente, en que ganó el peor de todos. Y eso es lo que hay que recalcar. La victoria del más malo no fue casual. Arturo Montiel se impuso porque contaba con enormes recursos económicos y con el apoyo de buena parte de la clase política del Estado de México.
En otras palabras, ganó porque era un priista de pura cepa que conocía y practicaba las mañas y las artimañas del viejo PRI. Sin embargo, a la distancia resulta increíble que los integrantes del Tucom hayan carecido de la malicia y el oficio para contener las aspiraciones de un hombre tan irresponsable, desparpajado y frívolo como Montiel.
Dice un refrán español que para los toros de Jaén, los caballos de allá mesmo. Y eso fue lo que ocurrió. Lo que Jackson y compañía no pudieron, Madrazo lo pudo. La forma en que paró en seco a Montiel fue magistral. Pero fue más allá. Su objetivo real fue desarticular al Tucom.
Por eso se esperó hasta el momento justo, es decir, hasta que no había posibilidad de echar marcha atrás. Porque una vez cerrado el registro de los aspirantes, los integrantes de Unidad Democrática no tendrían derecho ni posibilidad de exigir el registro de otro precandidato que contendiera contra el ex presidente del PRI. El desenlace posterior de la película se ajustó perfectamente a ese guión.
Pero la perfección no existe y, además, Roberto Madrazo evaluó mal las consecuencias de su estrategia. El primer cabo que dejó suelto se llama Everardo Moreno. Tampoco midió el impacto de aniquilar a sus opositores.
El capital político que el PRI venía acumulando fue lanzado por la borda. Porque con todas las inconformidades y protestas del caso, la elección abierta de 1999 por la candidatura a la presidencia y la del 2002 por la presidencia nacional del partido, habían sido relativamente exitosas.
Mal que bien, los priistas parecían haber encontrado un método para suplir la autoridad del Presidente de la República. Ese ya no es el caso. De ahí la vigencia de la pregunta: ¿podrá sobrevivir el PRI sin la cohesión y la disciplina que le imponía el Presidente en turno?
Mal pinta el escenario para Roberto Madrazo y el PRI en el 2006. El riesgo real es que se desplome y termine tercero en la contienda. Ya hay encuestas que revelan y anuncian esa posibilidad.
La ruta que tiene por delante Madrazo es muy accidentada. Porque entre los electores flotantes, esos que no tienen partido y que no han definido su voto, la imagen del candidato del PRI es mala, muy mala. Y serán ellos los que el 2 de julio inclinen la balanza y otorguen la victoria. Malos augurios, pues.