Sugey Estrada/Hugo Gómez
El sábado 13 de septiembre, el Papa Francisco celebró una misa en el cementerio austro-húngaro de Fogliano de Redipuglia y el Memorial Militar, en donde reposan los restos de más de 100 mil soldados que murieron en esa área durante la Primera Guerra Mundial.
En su homilía condenó la indiferencia de la humanidad respecto a la guerra y el papel de Caín que solemos representar en nuestra vida.
"La guerra es una locura. Mientras Dios cuida de su creación y nos llama a colaborar en su obra, la guerra destruye este proyecto. Destruye también lo más bello que Dios ha creado: el ser humano. La guerra interrumpe todo, hasta el vínculo entre hermanos. El plan de desarrollo de la guerra es la destrucción", dijo.
"La codicia, la intolerancia, la ambición de poder son los motivos que empujan la decisión bélica, y muchas veces está justificados por una ideología, pero primero está la pasión, el impulso desordenado. La ideología es una justificación, y cuando no hay una ideología surge la respuesta de Caín: 'A mí qué me importa mi hermano? ¿Soy, acaso, el guardián de mi hermano?'. La guerra no mira a la cara a ninguno: viejos, niños, mamás, papás".
El Pontífice agregó que todas las personas que reposan en ese cementerio tuvieron sus proyectos y sueños, pero sus vidas fueron destrozadas porque la humanidad dijo: A mí qué me importa.
"Para ser honestos", mencionó, "las primeras páginas de los periódicos deberían tener como título: '¿A mí qué me importa?'. Caín no lloró. La sombra de Caín recubre hoy este cementerio. Se ve aquí. Se ve en la historia que va desde 1914 hasta nuestros días", subrayó.
¿Me cubre la sombra de Caín? ¿Me hago responsable o me desentiendo de la suerte de mi hermano?
rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf