Héctor Tomás Jiménez
"La reconciliación es entender ambas partes; es ir hacia un lado y describir el sufrimiento de la otra parte; entonces, ir hacia el otro lado y describir el sufrimiento de la primera". (Anónimo)
La naturaleza del ser humano responde a lo que bíblicamente entendemos como la dualidad en la creación, por un lado el concepto del bien que significa en el alma del individuo la presencia de Dios en toda su magnitud y extensión, y por el otro, la insistente necedad del hombre por las cosas que representan la naturaleza del mal con todas las consecuencias que ello conlleva.
Hacer el bien, significa responder a los principios instituidos por Dios en la eternidad de los tiempos, y tiene como esencia el amor por los semejantes y sobre todo, entender que toda falta derivada de una mala actitud hacia el otro, debe ser perdonada, en tanto que hacer el mal, es aferrarnos a los sentimientos negativos como el rencor, el resentimiento, el encono y hasta el odio hacia nuestro prójimo, por sus equivocaciones y malas actitudes frente a los demás o hacia nosotros mismos.
Ante una ofensa proferida por el otro hacia mí, tengo siempre dos opciones, la primera implica ignorarla y entenderla en el contexto de las circunstancias y en consecuencia perdonar al ofensor, y la segunda, responder a la agresión en igual o mayor magnitud o grado y anidar en nuestra alma el deseo de venganza. ¡Así es la naturaleza humana!
Hace poco leí una frase atribuida a Tertuliano, (155-230 D.C.) quien fuera líder religioso de la iglesia católica, cuya esencia y contenido mantienen una vigencia absoluta hoy en día. La frase dice así: "Si quieres ser feliz un día, toma venganza, pero si quieres ser feliz toda la vida, perdona".
Así es como podemos definir el perdón y entenderlo en toda su magnitud: Perdonar es exculpar a la otra persona de las consecuencias del agravio que nos ocasionó. Es liberarlo de la culpa. Es también el signo ético del reino de Dios, porque es la máxima expresión del amor. El perdón es evidencia del amor. El perdón es también un acto de misericordia, generalmente con uno mismo, más que hacia el otro, porque cuando no hay perdón, el más agraviado y lastimado resulta ser uno mismo. Perdonar es también un imperativo gratificante por la promesa de Dios frente a los justos. El Señor es el Todopoderoso, y su huella de amor es el perdón. Perdonar en definitiva es restaurar las relaciones; propiciar la paz que es reconciliación y armonía. El significado es una actitud de gracia. Perdonar es simplemente borrar la deuda y esperar que el recuerdo no lastime más, pues a pesar de que las cicatrices siempre permanecen, estas no deben doler en el tiempo. (Wikipedia)
En cambio, la venganza puede ser explicada así: "La venganza consiste primordialmente en el desquite contra una persona o grupo en respuesta a una mala acción percibida. Aunque muchos aspectos de la venganza se asemejan al concepto de justicia, la venganza en general persigue un objetivo más injurioso que reparador. El deseo de venganza consiste en forzar a quien haya hecho algo malo en sufrir el mismo dolor que él infligió, o asegurarse de que esta persona o grupo no volverá a cometer dichos daños otra vez. La venganza es un acto que, en la mayoría de los casos, causa placer a quien la efectúa, debido al sentimiento de rencor que ocasiona el antecedente factor". (Wikipedia)
Todos en consecuencia somos capaces de asumir una u otra faceta, ser vengativos o misericordiosos, de donde podemos concluir que decidir en cual camino andar, es un acto puro de voluntad en ejercicio de nuestra libertad, debiendo estar conscientes de que ser vengativos, conlleva la responsabilidad de asumir las consecuencias derivadas de las acciones del otro, entrando a una espiral de ruindad y maledicencia donde cada quién buscará la mejor forma de agredir y hacerle daño al otro; en cambio, elegir el camino del perdón de manera misericordiosa, es un acto de respeto a uno mismo, a lo que significamos dentro del escenario de la creación, a sabernos merecedores del perdón de los demás, y sobre todo, a vivir en paz consigo mismos y nuestro creador.
Después del perdón, puede venir la reconciliación, con la consciencia de que ambos reconocemos el sufrimiento al que nos hemos sometido tanto el ofensor como el ofendido, y en consecuencia, la humana decisión de establecer una relación de paz y armonía con el otro, aún a sabiendas de que ambos somos capaces de ofender y perdonar derivada de la naturaleza humana que nos significa.
JM Desde la Universidad de San Miguel
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