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"Reflexiones"

"La virtud de ser maestro"

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17/05/2014 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    "Ser buen profesor, signi­fica que el alumno aprende, pero ser maestro es hacer nacer en el alumno un deseo grande de aprender". JM
    Sin considerar la importancia de nuestros padres y familia con quienes convivimos desde niños, todos tenemos en nuestra memoria la excelsa figura de uno o más maestros que nos dejaron una profunda huella de su presencia, personas de quienes aprendimos lo mejor de nosotros mismos, personas que nos enseña­ron a ser verdaderamente humanos.
    Ser maestro es una virtud reservada a personas que se distinguen por su espíritu noble y su alma grande, per­sonas que anteponen el bene­ficio de los demás antes que el suyo propio, personas con una paciencia a toda prueba y una compasión frente a los problemas de sus semejantes.
    Con el propósito de hon­rar a quienes han abrazado la virtud de enseñar, y a to­dos los excelentes profeso­res que he tenido a lo largo de mi vida, incluyendo a mi madre que fue maestra toda su vida, escribo estas líneas que delinean la virtud de ser maestro.
    Hay una diferencia en­tre los vocablos "profesor" y "maestro", en virtud de que ambas acepciones, aunque se utilizan como sinónimos, tienen raíces diferentes. La palabra "profesor" deriva del latín "profesar", de ahí que a partir de cierta épo­ca, un profesor pasó a ser aquel que profesaba, o sea que declaraba públicamente que poseía conocimientos en determinada área del sa­ber y que podía trasmitir­los. Por su parte el vocablo de "maestro" deriva del de "magister" y éste, a su vez, del adverbio magis que sig­nifica "más." Al magister lo podríamos definir como el que destaca o está por enci­ma del resto de las personas por sus conocimientos y ha­bilidades.
    Podemos ver que am­bos, profesor y maestro, tienen como fin el hecho de poder "educar", voca­blo que es sinónimo de guiar y es éste el papel que debe cumplir todo educa­dor al guiar a sus discí­pulos dentro del contexto áulico o por qué no, fuera de él, al haber logrado de­jar ansias en sus alumnos, para que ellos ahonden aún más en los procesos de formación que han recibido desde la educa­ción formal. Es por ello que cuando alguien dedi­cado a la docencia siente la satisfacción de que sus alumnos aprendan es que es un buen profesor, pe­ro cuando además de ello siente los problemas exis­tenciales de sus alumnos y se involucra en ellos, es que adquiere la calidad de ser un buen maestro.
    Desde esta perspectiva, quien profesa como profesor o maestro, debe ser conside­rado como un agente de cam­bio social que puede influir de forma positiva en el cam­bio de actitudes que tienen sus alumnos frente al cono­cimiento y frente a la vida.
    Los buenos maestros son raros, sin embargo todos coinciden al menos en las siguientes características:
    1. Conocimiento de la ma­teria. Nadie puede enseñar lo que no se sabe, pero sí de manera honesta lo poco o mucho que conoce.
    2. Curiosidad intelectual. Todos los buenos maestros son intelectualmente curio­sos, sobre todo por su interés en mantenerse al corriente de los cambios en su entorno.
    3. Paciencia. La paciencia es una virtud que ejercen los buenos maestros con los alumnos que tienen dificul­tades en el aprendizaje.
    4. Confianza. Los buenos maestros tienen confianza en sus capacidades para de­tectar, donde los alumnos están deficientes, con el fin de que puedan aprender de una manera lógica y gra­dual.
    5. Empatía. El buen maes­tro es aquel capaz de estable­cer una relación cordial y de confianza con sus alumnos, sobre todo porque propicia que éstos lo busquen como orientador de vida.
    6. Compasión. Los maes­tros compasivos son capaces de trabajar con los alumnos a pesar de sus diferencias emocionales, de madurez y conocimientos previos.
    7. Entusiasmo. Los exce­lentes maestros nunca pier­den el entusiasmo por su tra­bajo. Podrán llegar a estar temporalmente agobiados por problemas diversos, pe­ro anteponen su compromiso con sus alumnos, lo que los hace ser siempre más apre­ciados.
    En suma, un buen maes­tro inspira a sus alumnos a lograr sus ilusiones, los im­pulsa a luchar por sus idea­les, los invita a que nunca dejen de soñar, a que perse­veren y trabajen para el logro de sus objetivos, de sus espe­ranzas. Un buen maestro se conecta con todos sus alum­nos, los valora, se preocupa cuando ve una cara triste y trata de ayudar y dar segu­ridad a ese ser humano que lo necesita.
    JM Desde la Universidad de San Migueludesmrector@gmail.com