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"Análisis: Cambian los objetivos y las coaliciones"

"Las alianzas pueden empezar a delinear un nuevo sistema de partidos, pues es evidente que el PRD, PT y Alternativa se ubicarán a la izquierda; el PAN, a la derecha; y en el centro buscarán posicionarse PRI, Panal, Convergencia y PVEM. El problema"

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15/08/2006 00:00

    Melissa Sánchez

    Hasta el año 2000 el objetivo era muy claro: sacar al Partido Revolucionario Institucional de Los Pinos, terminar definitivamente con la era del partido hegemónico, de las elecciones simuladas y de la Presidencia meta constitucional.
    Por ello hasta ese momento las coaliciones eran muy claras: todos contra el PRI, bajo esa dinámica se generaron toda clase de alianzas, incluso las llamadas "contra natura", que unían al Partido Acción Nacional y al Partido de la Revolución Democrática e, incluso, al Partido del Trabajo.
    Sin embargo, la alternancia en el Ejecutivo federal indudablemente marca un parte aguas en la vida nacional; a pesar de ello, la fortaleza que demostró el PRI en las elecciones estatales, a partir de 2002 y muy especialmente en las legislativas de 2003, que lo colocaron como la primera fuerza en la Cámara de Diputados, llevó a que se mantuvieran los mismos acuerdos partidistas, como sucedió en las elecciones por la Gubernatura en Oaxaca y Chihuahua, donde la disputa fue entre PAN, PRD y Convergencia por un lado y PRI, PVEM y PT, por el otro.
    La coincidencia de proyectos económicos entre el PRI y el PAN fue evidente desde el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. En dicho sexenio fueron recurrentes las alianzas legislativas para impulsar las hoy llamadas reformas estructurales, que realmente tuvieron su inicio durante los últimos dos sexenios del régimen priista.
    Durante esos 12 años la bancada blanquiazul era el fiel de la balanza y era muy previsible que en los asuntos políticos se alineaba con el PRD; pero en los económicos con el PRI, salvo algunos casos excepcionales, en los dos ámbitos.
    Durante el presente sexenio no puede trazarse tan claramente esta identidad, pero la alianza apareció en diversos momentos, incluso de manera más clara en asuntos políticos: en el congelamiento del proceso de desafuero del líder petrolero, Ricardo Aldana; en la renovación del Consejo General del Instituto Federal Electoral; y en el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, entre otros casos significativos.
    Paradójicamente en estos seis años las diferencias fueron mayores en el terreno económico: la entonces líder del grupo parlamentario priista, Elba Esther Gordillo, no pudo lograr los votos necesarios para sacar adelante la reforma fiscal en diciembre de 2003, entre el PAN y el PRI; y en noviembre de 2004, los grupos parlamentarios del PRI y el PRD lograron hacer mayoría para modificar el proyecto de presupuesto federal para 2005.
    Durante el proceso electoral de 2006, las divisiones priistas se tradujeron en migraciones de conocidos militantes del tricolor hacia el PAN y el PRD, entre ellos destacaron las candidaturas de Diódoro Carrasco, Benjamín González Roaro y Tomás Ruiz, en el caso del PAN; y de Arturo Núñez, José Guadarrama, Víctor Gandarilla y otros más, en el PRD.
    A reserva de un análisis más minucioso del voto priista, pero hasta hoy todo parece indicar que en general, el llamado voto útil se traslado en su mayoría hacia la coalición Por el Bien de Todos.
    En el otro lado, aunque también hace falta un análisis más detallado, también es claro que los simpatizantes (o más bien votantes, pues en este caso es evidente que operó el voto corporativo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) del Partido Nueva Alianza votaron en la elección presidencial por el blanquiazul.
    Por todo lo anterior no es ninguna sorpresa la anunciada coalición de facto en la elección por la Gubernatura de Chiapas entre priistas, verdes, panistas y aliancistas.
    El pretexto, desde luego, fue la intromisión del Gobernador Pablo Salazar Mendiguchía, pero en realidad esta es una alianza que se verá frecuentemente en el sureste.
    Es una alianza de la derecha contra la izquierda, en realidad una vez que se superó la lucha contra el partido hegemónico, la batalla es por el modelo de país y en este sentido empiezan a delinearse las semejanzas y diferencias.
    Sin embargo, las alianzas pueden también empezar a delinear un nuevo sistema de partidos, pues es evidente que el PRD, PT y Alternativa se ubicarán a la izquierda; el PAN, a la derecha; y en el centro buscarán posicionarse PRI, Panal, Convergencia y PVEM. El problema es que no todos caben en estos espacios.
    En la derecha, el PAN no tiene problemas y en ese sentido es el que más fácilmente puede hacer alianzas con los partidos del centro; pero los del centro saben que aquéllos que no logren construir una identidad propia y consolidarse en su nicho, pueden perder su registro en próximas elecciones; y un poco (o un mucho) pasa lo mismo en la izquierda.
    Por el momento, es decir, los siguientes seis o nueve años (salvo un cataclismo al interior de los partidos) los tres partidos políticos con mayor participación electoral (PAN, PRI y PRD) tienen asegurada su sobrevivencia, sin embargo, de los llamados partidos minoritarios, el único que puede sentirse seguro es el Panal y esto mientras mantenga esta simbiosis partido-SNTE.
    Pero en esa disputa por la identidad partidaria que le permita erigirse como una opción viable el PRI estará en una verdadera encrucijada en los siguientes días, semanas, meses y, probablemente años, pues saben que si Andrés Manuel López Obrador continúa dilapidando el capital político que construyó durante el actual proceso electoral, pueden fácilmente recuperar el lugar como segunda fuerza electoral, pero para ello deben diferenciarse del PAN, de lo contrario su imagen puede diluirse y su identidad desfigurarse.
    El PRI tiene la llave para constituir una mayoría en el Congreso con el PAN; igualmente es la alianza que permitiría al PAN aparecer en el sur del país, pero eso lo haría desfigurarse.
    El Panal seguramente votará casi permanentemente con el blanquiazul en el Congreso, pero de muy poco le sirve al hoy partido en el gobierno en entidades como Oaxaca, Michoacán, Veracruz y mismo Chiapas, por lo cual en el sur no es una alianza muy rentable para el PAN. En el norte es donde el Panal venderá caro su amor al PRI y al PAN, pues de su decisión puede depender en varios estados el ganador.
    Así en el futuro será muy difícil (casi imposible) una nueva coalición PAN-PRD y en cambio será más frecuente ver las alianzas PRI-PAN; seguramente el Panal se estará aliando indistintamente con el PRI y el PAN, a conveniencia, además de lagunas coaliciones tripartitas o cuatripartitas.
    Sin embargo, esto tiene dos derivaciones inmediatas: una, la perpetuación de la cultura política priista, que muy lejos está de ser democrática, más bien todo lo contrario, con todo lo que eso conlleva en la construcción y consolidación de la democracia en México; y dos, la necesidad de revisar las reglas que rigen el sistema electoral y el sistema de partidos, pues hay que propiciar la creación y consolidación de auténticas opciones para el electorado y no de partidos que mantienen su registro a costa de alianzas y en realidad no constituyen fuerzas nacionales importantes.
    Nuevamente una situación aparentemente coyuntural evidencia los límites y tendencias del sistema político mexicano. Nadie debe llamarse sorprendido por esta nueva alianza, pero si debe mover a una reflexión más profunda y, sobre todo, a la revisión de la normatividad vigente, pues en este como en muchos otros casos, ésta ya no responde a la realidad.
    Y el electorado también debe pensar más el sentido de su voto, pues ya no es tan fácil entender el fondo de las verdaderas opciones y si estas verdaderamente son diferentes: en Chiapas la elección nuevamente es entre dos priistas.