JANNETH ALDECOA/ JOSÉ ALFREDO BELTRÁN
No cabe duda que un grupúsculo del PRD, con aptitudes beligerantes, pretende a toda costa la destrucción del país y de los mexicanos. Acciones provocativas y rebosadas de injurias dirigen contra la nación y sus instituciones.
Han profanado los más sagrados sentimientos de todos los pobladores de este país en su desmedida ambición de una tardía y desbocada ambición de repartirse la nación, exprimiéndola hasta la sofocación y luego ese mismo grupo se dice republicano, paladines de las libertades, legalidades y forjadores de una nueva nación.
Nada más falso. Los señores legisladores del Sol Azteca, en vez de ponerse a trabajar para lo que fueron elegidos, se les paga y gozan de toda consideración, no por sus actos, sino por la disciplina política que debe reinar, abusan de su comportamiento como componentes de las Cámaras pero no rinden ningún fruto positivo a favor del orden, del progreso y menos aún de la convivencia nacional.
Siguen con el mito del fraude electoral, usado como un emblema de sujeción de las masas más manejables en estos conceptos. Aun con todos los cedazos, en todas las instancias electorales, jamás han podido acreditar un supuesto fraude que sólo está presente en las mentes enfermizas de ellos, usados como argumento para dar rienda suelta a sus caprichos buscando justificar lo injustificable.
Los más de los mexicanos, sensatos y patriotas, no solamente despreciamos sus reiterados argumentos, sino por tediosos, falsos e intrigosos dañan al país.
Carlos Navarrete, Alfonso Cota, Gerardo Fernández Moroña, Horacio Duarte, Jesús González García, Ricardo Monreal y Jesusa Rodríguez, forman el grupo de pregoneros que hablan como golpeadores, con franca demostración de perdonavidas, para terminar con sus falsedades de que sus belicosas acciones se enmarcan en una norma de honestidad y de legalidad "prudente y pacífica".
Es decir, después de dar la estocada se quieren lavar las manos, con manifiesto cinismo incalificable. Estos señores, voceros del PRD, hablan siempre gravemente contra cualquier interlocutor, como si realmente tuvieran razón de lo que están diciendo.
De las acciones absurdas, temerarias, amenazantes y desorbitadas, todos los mexicanos somos rehenes y nos causan grandes males, a nivel nacional y en lo particular a cada uno de los habitantes. No salen de ocasionar un grave problema, cuando ya están metidos en otro.
Buscan, se meten e incrustan en donde hay posibilidades de conflictos para atizarlos; son los heraldos de las tempestades, del malestar, de la corrupción y del arrebato; de la intranquilidad y de la zozobra.
Están en contra de todos y de todo; a ellos, lo mismo les da pisotear la Constitución que nos rige, así como las leyes que norman la convivencia entre ciudadanos. No respetan lugares ni personas, ni jerarquías. Lo mismo les da dejar a la niñez sin educación elemental como sucede en Oaxaca que a la juventud sin clases, como es el caso del cierre de la Universidad Benito Juárez.
Violar los recintos más sagrados de los mexicanos como lo son las sedes de los poderes de la nación, para ellos son trofeos. La obstrucción del libre tránsito de la ciudad de México; la ocupación del Centro Histórico de la Metrópoli y la obstrucción para el libre tránsito de los capitalinos para asistir a sus trabajos y ocupaciones habituales, fue su gloria; secuestran la capital de la República; invaden la Catedral cuando el Arzobispo Primado de México está oficiando misa a los feligreses; evitan el libre ejercicio de la práctica de la creencia, maltratando al prelado oficiante.
Arremeten criminalmente contra la sociedad sin darles oportunidad de desarrollar su vida normal. ¡Ah! Pero, todas son acciones "pacíficas y legales", dichas con un cinismo pasmoso. No dejan a la población vivir en paz porque trastornan la tranquilidad y ahuyentan las inversiones y particularmente al turismo. Han provocado que Estados Unidos y Japón recomienden a sus ciudadanos no visitar el estado de Oaxaca y la propia ciudad de México por ser un peligro contra el turismo en general.
Los legisladores del PRD, cobran con "la derecha y pegan con la izquierda". Si hubo fraude electoral, es el mismo del que ellos salieron elegidos, pero estos ahí están como ganadores y no razonan que en las democracias se gana o se pierde con mucho o pocos votos. Quienes ganaron de ese partido, el proceso electoral si fue legal, para quienes perdieron como Andrés Manuel López Obrador, el proceso no fue legal: ocurrencia esquizofrénica.
Para el primero de diciembre, cuando el nuevo presidente rinda su protesta protocolaria, dicen que se opondrán en masa los legisladores perredistas para "boicotear" el acto en el recinto oficial de la Cámara de diputados, tal vez con alguna maniobra prohibida; eso sí haciendo gala de su fuero legislativo que les da la Constitución, la misma que juraron "guardar y hacer guardar", es decir, cumplir y hacer cumplir sin restricciones, de manera que si alguno de ellos tratara de impedir que el Presidente electo rindiera su protesta protocolaria, faltarían a su juramento.
Evitar ese acto solemne por cualquier motivo, sería equivalente a un golpe de estado, a la práctica de la sedición, a la sublevación, al alzamiento, al cuartelazo.
Los perredistas debían pensar muy bien sus acciones, pues en ellos no cabe la inocencia ni el desconocimiento de los hechos por cometer; al contrario, por sus anuncios, y amenazas repetidas se convierten en eso, en amenazas cumplidas.
Los legisladores de cualquier partido, si desean que se les respete su fuero, ellos debe respetar el de los demás. La Cámara de Diputados no es la cueva desde la cual se pueden cometer toda clase de desmanes y tropelías.
Cuando el Presidente electo acuda al recinto legislativo a rendir su protesta protocolaria, ya va envestido de Presidente de la República y a este lo cuida el Estado Mayor Presidencial, todas las policías y el mismo ejército nacional y la Armada.
En el remoto caso de que sus guardias o el mismo ejército no lo hicieran con prestancia, heroísmo y arrojo, la defensa de su jefe máximo caerían en el grave delito de alta traición.
De manera que el grupo disidente de legisladores perredistas si tienen "sesos" más vale que se comporten como ciudadanos sensatos. Sus desmanes les saldrán carísimos, tanto como enjuiciarlos por sedición, desconocerlos por traición a la patria y lo que resulte. Ante una agresión de esa magnitud, el mismo pueblo respondería como siempre: "Piensa ¡Oh, patria querida! Que el cielo un soldado en cada hijo te dio".
El asunto no es, ahora sí, de chiquillos, ni de travesura; con los sentimientos de la nación, no se juega. Debe prevalecer el orden, el buen juicio y la cordura. No hay que provocar al pueblo.
No es recomendable, por ningún motivo jugar con lumbre, porque quien así lo intente se chamusca, cuando Felipe Calderón Hinojosa rinda protesta, recuérdese ya será Presidente de la República, desde el primer minuto del día primero de diciembre.
Cualquier acto que se cometa contra él, se comete contra la nación. ¡Ni más ni menos!