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"El PAN entre Gómez Morín y El Yunque"

"Lo cierto es que el PAN de Gómez Morín prácticamente ya no existe. El partido que él fundó está metido en una lucha del poder por el poder, en el que se recurre a las tácticas y estrategias propias que riñen con la ética y la tradición hu"

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29/04/2006 00:00

    Para varios estudiosos del PAN, este instituto careció de vocación para luchar realmente por el poder político hasta que llegó Manuel Clouthier del Rincón a encabezar a un nutrido grupo de empresarios y profesionistas, conocidos genéricamente como "Los Bárbaros del Norte".
    Los fundadores de Acción Nacional, con un intelectual como Manuel Gómez Morín a la cabeza enfrentaron un régimen político duro y muy consolidado que no dejaba espacios de competencia política democrática y organización social independiente, pero al margen de eso, la pléyade de liberales, humanistas y democráticos que crearon al instituto blanquiazul parecieron entender que su papel político e intelectual era en lo fundamental ejercer la crítica del régimen de la revolución y testimoniar los simulacros y fraudes electorales.
    De 1939, año de la fundación del instituto a 1983, fecha en la que brota la insurgencia electoral blanquiazul, el PAN solo ganó unos cuantos asientos en las cámaras legislativas locales y de la federación y unas cuantas alcaldías. Las gubernaturas y la presidencia de la república ni siquiera las soñaban.
    Pero este partido empezó a ser otro con el ingreso de nuevos militantes salidos de las filas empresariales, al final del sexenio echeverrista. Siete, ocho años después, esa nueva sangre y una nueva visión de la organización y la política empezó a rendir frutos con triunfos en Chihuahua, Coahuila, Durango, Sonora, etc. En Sinaloa, el mazatleco Humberto Rice encabezó una enorme movilización ciudadana que lo llevó a un triunfo usurpado en noviembre de 1983.
    En un contexto histórico diferente y con nuevos liderazgos apareció la vocación y las posibilidades reales de poder.
    De mediados de los setenta a mediados de los ochenta, ingresan al PAN dos grandes corrientes de nuevos militantes: los empresarios lidereados por Manuel Clouthier, y por otro, un conjunto de hombres y mujeres, integrantes de diferentes organizaciones sociales y cívicas que eran la fachada legal de una organización clandestina llamada El Yunque.
    En 1980, El Yunque conquistó la dirección de la Coparmex, que antes había sido utilizada por Luis Echeverría como soporte a sus políticas. Este fue el primer gran éxito del Yunque porque va a copar la dirección del organismo empresarial, la va a alejar del PRI y la aproxima paulatinamente al PAN.
    El Yunque tenía una larga historia, porque había sido fundada en 1953 como respuesta, decían sus integrantes al judaísmo, las logias masónicas y los comunistas. A esa triada "había vencerla con sus propias armas, desde la oscuridad, en secreto", dice Álvaro Delgado, en su polémico reportaje llamado "El ejército de Dios. Nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México", (Editorial Plaza-Janés).
    Manuel Díaz Cid, ex columnista de Noroeste, y unos de los cincuenta fundadores del Yunque dice en este libro:
    "Aunque ustedes no lo crean, en aquel entonces éramos priistas. Pero con todo lo que sucedió cambiamos. Y luego pensamos que el poder no se debía votar, sino arrebatar. Hace cincuenta años, cuando entré al Yunque, era de ultraderecha. Éramos exclusivos y excluyentes. Hoy me desdigo".
    A diferencia de Manuel Díaz Cid, quien se arrepintió de fundar el Yunque y penetrar clandestinamente al PAN para imponerle objetivos y estilos que rompían con la tradición liberal democrática y humanismo católico del PAN, Manuel Espino, actual líder del PAN Felipe Bravo; su anterior dirigente nacional, Jorge Serrano Limón, presidente de Provida (amante clandestino de tangas pagadas con el erario público); Ana Teresa Aranda, responsable nacional del DIF; Emilio Goicochea Luna, (el único sinaloense relevante en las filas del Yunque), secretario particular del Presidente Vicente Fox, y varios cientos de panistas destacados que siguen militando en las filas de esta organización clandestina.
    Otro de los miembros relevantes del Yunque en los años setenta, apellidado Cortés Aguirre confesó a Álvaro Delgado:
    "Al paso de los años, veo ´verdaderamente alarmante a donde han llegado´ (mis) compañeros de entonces, sobre todo a través del PAN, al que entonces despreciaban. Nos decían que el PAN, el Opus Dei, la Asociación Católica de la Juventud mexicana, que podían ser afines, eran ingenuas, porque eran abiertas y porque entonces iban a ser vigiladas y controladas. Por eso era preciso penetrarlas para, en forma reservada, tomar las decisiones".
    "Ahora el PAN está copado por ellos y la idea de la organización es ser gobierno y cumplir la idea de establecer en México la Ciudad de Dios a través de la búsqueda de espacios de poder, jalando gente, formándola en su visión. El proyecto es defender la patria del comunismo, que ya no existe, pero si el judaísmo, que es el enemigo histórico. Por eso el enemigo también es la masonería, cuyo compás tiene los símbolos del judaísmo".
    El PAN resistió los embates del Yunque para apoderarse de la dirección del partido hasta Carlos Castillo Peraza; una vez desaparecido el intelectual yucateco, los nuevos dirigentes como Felipe Calderón, cedieron cada vez más espacios para que, finalmente, con Felipe Bravo Mena llegaran a la jefatura de los blanquiazules.
    La carta fuerte del Yunque para la candidatura del PAN en la lid del 2006 era Santiago Creel con el que establecieron una alianza mediada por Martha y Vicente Fox, pero Felipe Calderón con un trabajo intenso en las corrientes tradicionales del panismo pudo arrebatarles el triunfo.
    En la primera fase de la campaña de Calderón el Yunque pudo influir poco porque el candidato trató de mantenerlos a distancia, pero el estancamiento de la campaña lo llevó a buscar la unidad plena de su partido en la que Manuel Espino, uno de los líderes del Yunque empezó a jugar un papel importante.
    A partir de entonces, se lanzó una nueva estrategia con un contenido muy distinto a la primera fase de la campaña: el ataque agresivo permanente. Es decir, la naturaleza misma de esta organización clandestina que se apoderó del PAN, afloró en todo su esplendor a costa de las tradiciones intelectuales y humanistas de Gómez Marín y Carlos Castillo Peraza.
    Felipe Calderón, a pesar de las diferencias políticas y doctrinarias que tiene con los miembros del Yunque, ha aceptado plenamente la estrategia del Yunque y de sus asesores estadounidenses en mercadotecnia electoral para enfrentar a Andrés Manuel López Obrador y la Coalición por el Bien de Todos.
    El deseo del poder presidencial es demasiado grande como para andar con remilgos éticos. Germán Martínez, uno de los intelectuales más cercanos a Calderón y diputado del PAN, advirtió en varios de sus artículos periodísticos que El Yunque (aunque no pronunciaba su nombre) estaba desplazando a los panistas clásicos y que estaba dañando mucho al instituto. Sin embargo, Martínez ha guardado esas críticas porque finalmente, él ha de creer, el enemigo real es la izquierda, y que las batallas internas vendrán después y serán secundarias.
    Lo cierto es que el PAN de Gómez Morín prácticamente ya no existe. El partido que él fundó está metido en una lucha del poder por el poder, en el que se recurre a las tácticas y estrategias propias que riñen con la ética y la tradición humanista de la que se alimentaban los fundadores de Acción Nacional.
    El objetivo histórico del Yunque era, como lo dicen varios de sus fundadores que después lo abandonaron, tomar el poder para moldear el país a su imagen y semejanza. Y para eso coparon al PAN.