"Lo significativo del águila completa es su antigüedad y que terminó por imponerse como símbolo nacional."
Jaime Félix Pico
El ´águila mocha´ y la política exterior
Regla._No es deseable, pero es inevitable: todo intercambio significativo de México con el exterior termina por ser una forma de relación, directa o indirecta, con Estados Unidos. La actual crisis México-Venezuela no es sino la confirmación de esta regla.
El problema actual es una repetición, en sentido inverso de otro que tuvo lugar a inicio de los 20. Recién salido de su gran Revolución, México suspendió sus relaciones diplomáticas con Venezuela y sólo las reanudó hasta 1933.
A diferencia de hoy, entonces México era el país antiimperialista y abanderado del cambio en tanto que Venezuela era gobernada por un dictador, el General Juan Vicente Gómez, gobernó de 1908 hasta su muerte en 1938, que no se llevó mal con las empresas norteamericanas, inglesas y holandesas que entonces comenzaron a explotar el petróleo del lago de Maracaibo.
Falta de Sustento._ La actual crisis mexicano-venezolana se inició durante la IV Cumbre de las Américas celebrada en noviembre en Argentina. Ahí el Presidente Vicente Fox agitó innecesariamente un avispero, pues sin que tal acción fuera indispensable para México, propuso incluir una propuesta que no estaba en la agenda de la reunión pero sí en la de Washington: avanzar en la creación del Área de Libre Comercio de las Américas.
En su empeño, Fox chocó de frente con el Mercosur y Venezuela, que por ahora tienen otras prioridades, y eso llevó a que Fox hiciera algunos comentarios críticos relacionados con el anfitrión y con el líder venezolano, éste último enemigo declarado del Mandatario norteamericano.
Fox recibió el espaldarazo de Washington, pero el rechazo abierto de los mandatarios de Argentina y Venezuela. El resultado, como sabemos, fue el surgimiento de un problema diplomático que pudo haberse evitado.
Independientemente de los méritos de la defensa pública de Fox del ALCA, se puede argumentar que a México éste no le conviene pues aumentaría la competencia con los latinoamericanos por un mercado norteamericano que México ya tiene asegurado con el TLCAN, es claro que la política exterior de Fox no ha sido la mejor.
Al examinar su conflicto con los líderes de Cuba primero y de Venezuela ahora, que no por coincidencia son las "bestias negras" de Washington en América Latina, se puede advertir que tanto la actual política externa como el emblema presidencial, la popularmente llamada "Águila Mocha", se han elaborado sin tomar en consideración sus respectivas bases históricas, y sin ellas se pierde el sentido de ambas.
El Águila._ Para Enrique Florescano, un historiador que en los últimos tiempos se ha dedicado a desentrañar el significado histórico de los símbolos nacionales, el haber dejado fuera de la papelería oficial medio cuerpo del águila más el nopal en que está parada, la peña en que está arraigado el cactus y el lago que le rodea, sólo se explica por ignorancia (Imágenes de la patria, Taurus, 2005, p.444).
Lo significativo del águila completa es, por un lado, su antigüedad, el símbolo es prehispánico, y por otro, que a pesar de haber sido el emblema de los vencidos, terminó por imponerse como símbolo nacional sobre todos los otros posibles, incluyendo a los de origen europeo.
Al prescindir de las garras del ave, del nopal, de la peña que lo sostiene y del agua que le rodea, el foxismo hizo de lado lo esencial. El lago es el que rodeaba a Tenochtitlán, la peña simboliza el corazón de Copil, enemigo mortal de Huitzilopochtli, y que éste le arrancó y arrojó a la laguna para significar que la capital azteca tenía como base la derrota de todos los adversarios del dios y de los aztecas.
El nopal ausente es el árbol cósmico y sus tunas rojas simbolizan corazones humanos, en este caso, de los guerreros sacrificados al dios tutelar. El águila dorada, completa, es la representación del sol y, por extensión, del triunfo del pueblo mexica.
Finalmente, al devorar a la serpiente, el águila reafirma la dominación azteca sobre las sociedades agrícolas que le rodeaban, (Enrique Florescano, La bandera mexicana. Breve historia de su formación y simbolismo, FCE, 1998, pp. 22-29).
Así, al "mochar" las dos terceras partes del escudo nacional, el actual gobierno eliminó, seguramente sin darse cuenta, partes sustanciales de su simbolismo ¡y sólo se quedó con la que se refiere a la subordinación de los agricultores!
Lo que se le Perdió a la Política Exterior._ Toda política exterior exitosa, afirma Richard N. Haass, actual presidente del Council on Foreign Relations de Estados Unidos, requiere de un principio-guía que sirva de base a la doctrina que le permita a un país definir las prioridades y delinear las estrategias frente al resto del mundo.
En teoría, México tiene un conjunto de principios que oficialmente le han servido de brújula para guiarse en el proceloso mar de la política mundial del poder.
Esos principios fundamentales de nuestro país son harto conocidos: autodeterminación y no intervención en los asuntos internos del país, igualdad jurídica de los estados y solución pacífica de las controversias. De estos preceptos se desprende toda una doctrina surgida de las experiencias históricas del país.
Sin embargo, en la práctica, el principio rector de la política exterior mexicana desde fines del Siglo 19 hasta hace poco es uno que no puede ser enunciado oficialmente, pero que entre la República Restaurada y finales de los 80 ha guiado el grueso de las conductas de México frente al resto del mundo.
Su deslave explica parte de los titubeos y contradicciones actuales. Tal regla no es otra que la búsqueda y sostén, dentro de lo prudente, de una independencia relativa frente a Estados Unidos.
Desde esta perspectiva, los grandes temas generales enunciados en todos los documentos básicos de política exterior mexicana, no son más que la corteza que envuelve a un "principio duro", cuyo punto de referencia es el vecino país del norte.
Ejemplos Interesantes._ La búsqueda de la independencia relativa frente a Washington resultó un imperativo desde antes del triunfo de la Revolución Mexicana. Fue natural que quienes acabaron con el porfiriato buscaran hacer aparecer al caudillo oaxaqueño como falto de patriotismo y entregado a los intereses de los grandes capitales norteamericanos y europeos.
Sin embargo, un examen más cuidadoso y objetivo de la política del General Díaz, muestra que no fue ese el caso. Desde luego que el dictador liberal buscó modernizar a México atrayendo capital externo y manteniendo las mejores relaciones posibles con los países centrales y sus grandes empresarios, pero eso no le impidió ejercer un discreto nacionalismo.
Veamos un ejemplo relevante para el momento actual, uno que muestra que la cercanía con Estados Unidos no implica, por fuerza, dar a Washington el apoyo que demanda. A inicios del Siglo 20, el interés de Washington exigía poner fin a los conflictos internos de los países centroamericanos, envueltos de tiempo atrás en una lucha regional donde Guatemala buscaba imponer sus intereses y perspectivas sobre quienes se le resistían.
Para México, el predominio guatemalteco en la zona no era lo más conveniente y para Washington, la persistencia del choque entre Guatemala y sus vecinos impedía la estabilidad en una región donde Estados Unidos ya era la fuerza externa dominante y cuyo interés estaba en acentuar la penetración económica y llevar a buen fin la construcción y control del canal interoceánico de Panamá.
En julio de 1906, y a bordo de un buque de guerra norteamericano, el "Marblehead", Estados Unidos y México, en calidad de mediadores "amistosos", atestiguaron la firma de un acuerdo de paz entre Guatemala y El Salvador.
Desde luego que en ese cuadro la única fuerza externa determinante era la norteamericana, pero Washington deseaba que México se le uniera como "garante de la paz" en Centroamérica, para darle un elemento de multilateralidad a algo que era una mera política imperial.
De acuerdo con Daniel Cosió Villegas, la obsequiosa cooperación mexicana en ese empeño norteamericano sólo se explica por el impulso de unos resortes deleznables: "los del prestigio y de la vanidad de alternar y aún contender con una potencia de primer orden" (Historia moderna de México. El porfiriato. La vida política exterior. Parte primera, Hermes, 1960, p. 651).
Se trató de algo más o menos similar al afán del actual Presidente de México por ser el campeón de una política fundamentalmente norteamericana, el ALCA, y que finalmente irritó públicamente a los presidentes de Argentina y Venezuela. La diferencia es que Díaz dio marcha atrás y muy rápido.
La cooperación de Díaz con Estados Unidos en el proyecto centroamericano no tenía buenas bases y México rápidamente se apartó de Washington y le dejó por entero al Departamento de Estado la responsabilidad de tutelar a la región. Y no sólo eso, sino que de manera muy discreta y simbólica, Díaz apoyó al Presidente liberal de Nicaragua, José Santos Celaya, que encabezaba la confrontación con Guatemala y con Washington.
Veamos ahora un ejemplo contrario, uno donde un México supuestamente nacionalista apoyó a un Washington imperial, pero sin anunciarlo. Tras su triunfo y para mejor legitimarse, el nuevo régimen postrevolucionario usó el nacionalismo y el antiimperialismo frente a Estados Unidos.
Sin embargo, cuando Plutarco Elías Calles después de su acuerdo de fondo con el Embajador norteamericano Dwight Morrow en noviembre de 1927, decidió que debía evitar nuevos choques con Estados Unidos no tuvo dificultad en encontrar maneras de cooperar con el vecino del norte, pero sin que la opinión pública lo notara.
Así, por ejemplo, antes de 1927 México se había comprometido con la lucha nacionalista en Nicaragua, pero tras el acuerdo Calles-Morrow, ese enfoque dejó de ser útil. En junio de 1929, el Gobierno mexicano dio asilo al símbolo nacionalista nicaragüense Cesar Augusto Sandino, desde 1927 líder de la resistencia contra la ocupación norteamericana de su país.
Aparentemente, con ese gesto, el Gobierno mexicano mantenía su solidaridad con la causa revolucionaria y nacionalista de Centroamérica. Sin embargo, lo que en realidad hizo el gobierno presidido entonces por Emilio Portes Gil, fue aislar a Sandino en el sureste mexicano, dejarlo sin recursos ni comunicaciones y rodeado de agentes secretos locales, nicaragüenses y norteamericanos para neutralizar su influencia en el complejo proceso político que entonces buscaba poner fin a la lucha de resistencia nicaragüense, pero en los términos norteamericanos.
Pronto Sandino comprendió el callejón sin salida en que le había metido su asilo mexicano y en 1930 logró abandonar México, retornó a su patria y a la lucha. Finalmente, en febrero de 1934, Cesar Augusto Sandino fue secuestrado y asesinado por aquel que por muchos años sería el principal instrumento y servidor de los intereses norteamericanos en Nicaragua: Anastasio Somoza, y México ya no volvió a tener diferencias con Estados Unidos respecto de Nicaragua sino hasta que en 1979 los nuevos sandinistas derrocaron al heredero de Somoza.
El ejemplo anterior no es para llenar de orgullo a la política exterior mexicana, pero sirve para mostrar que cuando el Gobierno mexicano ha decidido cooperar con Washington en sus términos y en asuntos delicados, lo hizo pero de manera muy discreta, para no violar públicamente el principio de la preservación de la independencia relativa frente a Estados Unidos.
En realidad, Fox siguió esta línea histórica al no apoyar abiertamente a Washington en el Consejo de Seguridad de la ONU cuando se trató el caso de Iraq, de ahí lo innecesario de su protagonismo en el asunto del ALCA en Mar del Plata.
No pareciera que el Presidente Fox ha tenido la mejor asesoría en materia de política exterior. Sin embargo, el verdadero problema es más profundo: hace tiempo que la dirigencia política del país no tiene claro cual debe ser el principio rector de su relación con Estados Unidos. Ni siquiera ha tenido el conocimiento ni la sensibilidad necesaria frente a la complejidad histórica mexicana para improvisar con éxito.
En conclusión, el incidente con Argentina y Venezuela hace ver que tenemos que debatir el tema de nuestra doctrina de política exterior, y entre más pronto mejor.
Nota._ Esta columna no puede dejar de lamentar la muerte de Emilio Ebergeny, personificación de lo mejor de la radio cultural en México. Se le echará de menos.