"Lorenzo Q. Terán: Corerepe"

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31/08/2005 00:00

    Rubén Benítez

    No tengo bien presente si en alguna ocasión anterior hice aquí referencia a mi relación personal con Corerepe.
    Pido esta vez licencia, paciente lector, lectora amiga, para ello, comenzando por hacer dos que tres aclaraciones.
    La primera: que el Corerepe antiguamente conocido fue una hacienda, a su vez epicentro y estación obligada del camino real que llevaba, a través de un enorme latifundio.
    (No estoy hablando del Siglo 19, sino de entonces y hasta los años 50 del Siglo 20, en que toda aquella inmensa extensión permaneció prácticamente intocada pese a las reformas agrarias de la Revolución y la posrevolución que no podían hacer nada a los señores del inmenso predio de San Joaquín y anexas, la poderosa familia Robinson Bours entre otros). Corerepe fue conocido por el camino real, la hacienda y el ganado incontable que comprendía todo aquello.
    (El llamado Grupo Corerepe y las Empresas Corerepe, que tal vez usted haya oído mencionar hoy por allí, en alguna forma son remanentes empresariales presentes de aquel pasado aristocrático).
    La segunda: que, pese a todo, la brega encabezada por el luchador obrero y campesino Margarito Quiñónez Escamilla rompió la cerrazón del gobierno y los grandes intereses de los terratenientes conquistando, en 1956, la afectación de aquel latifundio y fundando, en el centro del mismo, el Ejido de Corerepe, Guasave, Sinaloa, con un censo básico de 230 ejidatarios.
    La tercera aclaración sería que su servidor y amigo es miembro de ese Ejido del norte del estado, con derechos a salvo plenamente legalizados desde 1957. Modestia aparte, en tanto tal y desde Corerepe inicié mi participación en el periodismo.
    Valga lo anterior para comentar que acabo de participar en la más reciente asamblea de Corerepe, el jueves, para la elección de nuevo presidente del comisariado ejidal.
    Triste evento porque dio un vuelco a la tradición progresista de Corerepe y porque los intereses de quienes, por décadas, desde dentro y desde afuera venían socavando al Ejido, por fin se alzaron con el triunfo.
    Se trata, y esto es necesario puntualizarlo, no tanto de un problema particular (el nuevo presidente del comisariado ejidal de Corerepe puede ser, individualmente, bueno o malo, pero eso es secundario); importa sobre todo ver lo que ilustra o enseña hoy día Corerepe.
    Valga saber que Corerepe, en su trayectoria como ejido, tuvo autoridades visionarias con y al impulso de Margarito Quiñonez: a principios de los años 60 conformó una central de maquinaria, definió un programa de producción agroindustrial, diseñó la explotación de un área colectiva del mismo, obtuvo el primer lugar en la producción de arroz por hectárea, entre otras importantes iniciativas.
    Tuvo una evidente economía floreciente y consolidó un equipo dirigente con alta conciencia de la política agraria.
    Gracias a ello Corerepe pudo enfrentar, echar atrás o al menos neutralizar políticas antiagraristas lanzadas en su contra por los gobiernos federal y estatal, tales como la práctica toma del Ejido, en 1964, por la Liga de Comunidades Agrarias.
    La violentación de su integridad por otra clase de invasores, en 1973, resultado de la complicidad de autoridades agrarias federales y de grupos campesinos corruptos.
    No obstante, Salinas de Gortari, al cambiar el Artículo 27 constitucional para permitir la compra-venta de las parcelas dio un golpe de muerte al ejido en México. En Corerepe ello se añadió a la embestida política contra el ejido que no paraba.
    La práctica desaparición de la vieja guardia agrarista, la dispersión social y la crisis económica hicieron todo lo demás.
    El jueves anterior usted podía ver gráficamente expresado el drama agrario en la asamblea ejidal aludida: de tres planillas contendientes, las Verde y Roja retuvieron los votos del censo básico y lo que sobrevive de la vieja guardia; la Amarilla juntó viudas, invasores, vendeparcelas y avecindados (acreditados la mayor parte por abundantes e increíbles cartas poder), para sumar la mayoría y hacerse del nuevo comisariado ejidal.
    Corerepe, el otrora progresista y vanguardista ejido guasavense, es hoy un páramo: desolado el fundo urbano con una enorme masa de su población en la frontera o de braceros; múltiples caras recién llegadas que no se reconocen como vecinos ni compañeros; un tercio del terreno cultivable vendido a manos privadas.
    Nada resolvió la desocupación ni el vicio rampantes entre los habitantes jóvenes y maduros. Es palpable la polarización económica con unos cuantos enriquecidos y los pobres extremos en aumento. Para colmos, hoy con una casta ejidal, el nuevo comisariado, que le es prácticamente postizo y ajeno a Corerepe.
    Otro clarísimo ejemplo de la resultante del golpe antiagrarista del salinato. Por si faltaban.