Héctor Tomás Jiménez
JM Desde la Universidad de San Miguel
udesmrector@gmail.com
Los seres humanos estamos condicionados para tomar decisiones en todos los órdenes de la vida, lo que significa que permanentemente debemos optar por distintas alternativas que nos lleven a mejores condiciones existenciales. Sin embargo, muchas veces las decisiones que debemos tomar están impregnadas de situaciones donde a veces están matizadas por emociones en tanto que otras por razonamientos, por lo que debemos tener muy claro cuándo son unas y cuándo son otras con el fin de evitar equivocaciones. La diferencia entre una certeza y una equivocación, está precisamente en el mecanismo que nutre la decisión por la que optamos.
Blas Pascal dijo alguna vez, que: "El corazón tiene razones que la razón desconoce", lo que significa que hay decisiones de vida que deben tomarse ya sea con la razón o el entendimiento, y otras veces solo por la intuición que el corazón dicta, y en ambos casos, podemos tomar buenas o malas decisiones, sin embargo, lo que verdaderamente cuenta es que nos atrevimos a dar un paso adelante, y no nos quedamos en la incertidumbre de no saber qué hubiese pasado por habernos quedado estacionados en el terreno de la comodidad.
Siempre podremos preguntarnos si la decisión que tomamos fue la más acertada, y más allá, si la acción que emprendimos fue la correcta, y la única respuesta la podemos encontrar valorando el beneficio recibido.
Esta situación cambia radicalmente cuando en la toma de decisiones predomina la razón o la lógica, o bien, cuando predomina la emoción que emana del corazón, lo que significa que depende mucho de la naturaleza de las situaciones para poner en marcha uno u otro mecanismo de decisiones, el razonamiento o el sentimiento.
Pero esta cuestión no siempre está clara, pues cuando cupido lanza sus flechas, las emociones o latidos del corazón toman el mando y dirigen nuestras decisiones, pero cuando se trata de otras situaciones, entonces estamos obligados a poner en marcha el mecanismo de la razón para minimizar los riesgos y optimizar los beneficios.
Cuando el corazón cabalga entre las nubes, la razón viaja en tranvía, así, mientras que la razón va por una ruta programada, el corazón se mueve según la velocidad del viento zigzagueante. ¡Tomar conciencia de esto es importante para no tomar decisiones!
Hay un pequeño cuento que nos ilustra mejor nuestra reflexión. Cuentan que cierto día, se encontraron en una de las bifurcaciones del alma la razón y el corazón y se detuvieron a dialogar a sabiendas de que pensaban muy diferente. Después de los saludos habituales, la razón dijo: --Todo lo que le pasa al ser humano está siempre en su mente, ya es la que domina sus acciones pues es también el motor de sus sentimientos. --¡No estoy de acuerdo!, dijo el corazón, y te voy a decir por qué, pero antes dime: --¿Qué pasa cuando los sentimientos dominan a la razón? Y la razón responde: --Lo que pasa es muy sencillo, el ser humano se deja guiar solo por instintos salvajes y perjudiciales, se deja llevar por el deseo y la pasión, por la ira y el desenfreno y eso solo provoca que el humano se precipite siempre con riesgo de equivocarse. Y titubeante el corazón replicó: -- ¿Y qué pasa cuando amamos? ¿Que acaso no nos precipitamos y simplemente nos dejamos llevar por una serie de sentimientos que hacen que el ser humano se sienta libre, vivo y amado? La razón entonces con incredulidad le dijo: -- El amor, amigo mío, es un sentimiento que está sujeto a dos grandes cosas. --¿Cuáles? Muy sencillo, dijo la razón, el amor verdadero está compuesto por la razón y el sentimiento. --¡Definitivamente no!, dijo el corazón, si no se cometen locuras es que no hay amor. -- ¡Error! Dijo la razón, las locuras son simplemente señales de pasión, pero no de amor. El amor es racional, lo sentimos poco a poco, primero conociendo a la persona, luego necesitando estar con ella cada vez más hasta que un día, cuando la mente se ha dado cuenta de que en ella solo vive esa persona, es cuando vive en armonía con los sentimientos. El amor es cosa de mente y corazón, siempre juntos. Como el corazón no pudo contraatacar ante tal afirmación se dio por vencido y fue ahí cuando la razón dominó a los sentimientos. Porque el amor, no son solo impulsos, es algo que hay que razonar antes de sentirlo y una vez que lo tienes claro, empiezas a sentirlo como una unidad que te mueve en la dirección correcta. (Fin del cuento).