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"Lo peor de ´Wilma´"

"Los efectos de 'Wilma' hicieron estragos la vida física de Cancún y sus alrededores. Cozumel fue la primera escala del destructor meteoro."

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01/11/2005 00:00

    PREMIO

    A todos nos sorprendió la magnitud del huracán "Wilma". Por televisión eran imponentes las imágenes de satélite que mostraban lo aterrador de su furia.
    Los noticieristas de Televisa y Azteca compitieron para ver quién magnificaba más este fenómeno natural.
    Los sinaloenses sabemos lo que es un huracán, "Paul", "Waldo" e "Ismael" son, de los que recuerdo, los que más daño hicieron. En 1976, cerrando el mes de octubre, otro ciclón azotó y devastó gran parte de Mazatlán. No recuerdo su nombre.
    Los efectos de "Wilma" hicieron estragos la vida física de Cancún y sus alrededores. Cozumel fue la primera escala del destructor meteoro, estacionándose por más de 60 horas en el paraíso turístico más importante de México, dejando con su lluvia, según reportes, un volumen de agua casi igual al que cae en el DF todo un año.
    Las televisoras han sido el medio para difundir los efectos de "Wilma" y, entre ellos se captó un rostro que creíamos no estaba en el mexicano de ningún nivel socioeconómico, y ese fue el de la rapiña, por medio del saqueo.
    Ante el mundo, en casos de desastre, los mexicanos presumíamos de la solidaridad como valor más importante. Era la parte moral en medio del desastre.
    En un término de menos de seis semanas, "Katrina", "Stan" y "Wilma" se encargaron de dejar un caudal de daños en pérdidas humanas y económicas.
    En Estados Unidos se criticó severamente al gobierno más poderoso del orbe por su torpeza y lentitud de acción, en México nos descubrió que, el denominado plan DN-III de la SEDENA no fue suficiente para enfrentar rivales naturales tan agresivos y destructores como "Stan" y "Wilma".
    La sociedad civil mostró al mundo cómo sabe reaccionar en casos en que la solidaridad debe ser el valor que recupere en mucho la confianza perdida con los vientos y las aguas del huracán, y con las acciones de algunos elementos indeseables de la sociedad.
    Y lo que mostró la televisión fue reprobable, grupos que aprovecharon el desorden, incluidos policías, que deben de ser vigilantes del orden, y antes de que terminara de pasar el huracán, ya estaban saqueando comercios y hoteles, tiendas y almacenes en un franco reto a la autoridad y en agravio de esa misma sociedad con la que conviven.
    Qué vergüenza ese rostro pendenciero y ratero de una parte de la sociedad.
    Fueron increíbles esas acciones en que todos quisieron ganar algo de la desgracia, dañando la confianza y mostrando parte de esa miseria natural en el hombre, que debería quedar aplastada por verdaderos valores y un alto espíritu de cooperación para con los desvalidos.
    Hubo ausencia de respeto en las horas de mayor angustia.
    Fue en Cancún, donde se vio a mexicanos anónimos en franca actitud de pillaje. Cualquier castigo no quita lo indigno de la actitud mostrada. La televisión no calló, ni evitó las imágenes.
    Los efectos de "Wilma", como de otros desastres naturales, son recuperables, no así la confianza, lastimada por la actitud humana de muchos que abusaron de ese momento. Simples rateros, simples delincuentes al amparo de la desgracia de muchos.
    El valor ganado por un pueblo con heroicas actitudes durante el sismo del 85, fue opacado esta ocasión.
    Y luego, el desorden de las autoridades para responder con eficacia a las demandas de muchos miles que perdieron todo, menos la esperanza de saber que desde cerca y desde lejos puede llegarles la ayuda en forma de alimentos, ropas, abrigo y apoyo para reponer en parte, la pérdida de su patrimonio que "Wilma" a su pasó arrasó.
    De nuevo la sociedad civil se ha puesto al frente.
    Este huracán comprobó la corrupción que existe en muchos mexicanos, en los discursos a medias de quienes gobiernan, en el oportunismo político de lucrar con la tragedia, en la conveniencia de quienes debiendo vigilar quebrantan la confianza para ayudar.
    Y mostró también la falta de un verdadero plan de prevención ante desastres de tal naturaleza.
    Si de esta tragedia no se saca una enseñanza valiosa, que proponga una solución, pronto se olvidará y quedaremos listos para otra de mayor daño y de consecuencias fatales.
    En otras áreas de la vida nacional pasa lo mismo, sólo que pueden esconderse los resultados. Qué lástima el pillaje. Ahora sólo falta que los políticos o los partidos se agencien la ayuda con fines electoreros.
    A educación le corresponde sembrar en las escuelas la semilla que fructifique en una cultura del respeto, para confiar que la nueva generación estará mejor preparada.
    Respetar siempre, es la mejor moneda para comprar la confianza que tanta falta hace para poder desarrollarnos como pueblo civilizado y respetuoso de la sociedad y de las leyes.