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"Las riendas del poder"

"Los intentos de Manuel Espino y la corriente yunquista-foxista para evitar que Felipe Calderón asumiera, literalmente, el control del partido durante la 20 Asamblea Nacional ordinaria, no fructificaron."

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04/06/2007 00:00

    Saúl Valdez / Fernanda González

    Las escaramuzas entre grupos y corrientes rivales para alzarse con el control del partido en el poder, dejan secuelas cuyo impacto político marcará tanto el destino del Gobierno del Presidente Felipe Calderón como del panismo todo.
    Los intentos del presidente del PAN, Manuel Espino, y la corriente yunquista-foxista que está detrás de él para evitar que el Presidente Felipe Calderón asumiera, literalmente, el control del partido durante la 20 Asamblea Nacional ordinaria, no fructificaron.
    En ese magno evento partidista se completó el proceso para renovar los 380 miembros del Consejo Nacional, cuyos integrantes fueron electos en diferentes momentos y modalidades conforme a la normatividad estatutaria.
    Se calcula que el calderonismo emergente obtuvo, en alianza con Santiago Creel y Alberto Cárdenas, 65 por ciento de los espacios en disputa del Consejo Nacional, dibujando una importante mayoría.
    La relevancia de la renovación del Consejo Nacional panista reside, precisamente, en que será ese órgano quien elija en marzo de 2008, mediante mayoría calificada, al nuevo presidente de Acción Nacional.
    Dado el giro en la correlación de fuerzas favorable al calderonismo emergente, sería imposible para Espino reelegirse o que la corriente El Yunque imponga como sustituto a otro de los suyos.
    Surgen señales de que el Presidente Calderón, en pleno ejercicio de sus facultades meta jurídicas como líder nato del PAN, dará, llegado el momento, su respaldo al Secretario de la Función Pública, Germán Martínez, para convertirse en el nuevo presidente de Acción Nacional, poniendo de tal forma fin a la hegemonía partidista del ultraderechista Yunque, con lo cual presuntamente se abriría paso de nuevo una visión "centrista y liberal" del PAN sobre los grandes problemas nacionales.
    Advertidos del empuje calderonista para alzarse con la mayoría del Consejo Nacional, y tras no prosperar las denuncias de los espinistas sobre el avieso intento de controlar al partido desde la Presidencia de la República con ofrecimientos de trabajo en los tres niveles de Gobierno, Espino y el yunquismo quisieron contrabalancear la figura emblemática del Presidente Felipe Calderón invitando al ex Presidente Fox, a quien una gran cantidad de panistas sigue llamando "Presidente", como orador en la 20 Asamblea Nacional, pese a no ser delegado ni miembro de la dirección.
    No fue casual que Espino y Fox llegaran juntos al cónclave. Ni tampoco que el Presidente Calderón los hiciera esperar casi una hora a la puerta del Poifórum León y al bajarse del vehículo que lo transportaba no los saludara, dejándose en cambio querer por la militancia de base.
    Las crónicas son elocuentes: Calderón apenas dio una palmadita de saludo a Fox y Espino. Lo más impactante fue, sin embargo, que los otrora bien portaditos panistas dieron prueba de su metamorfosis.
    Una uniforme, concertada rechifla de la mayoría de los 14 mil delegados numerarios presentes tuvo dedicatoria para el presidente del partido, Manuel Espino, reprochándole a gritos la actitud desafiante que ha mostrado frente al Presidente Calderón.
    La acción concertada contra Espino y el yunquismo incluyó el reparto de cinco mil camisetas con la leyenda "Yunque no, PAN sí".
    Aunque el evento partidista tuvo lugar en León, Guanajuato, bastión político del foxismo y El Yunque, quienes se llevaron carro completo en la elección de los delegados guanajuatenses al Consejo Nacional, el ex Presidente Fox estuvo lejos de hacerle sombra al nuevo sol naciente.
    Dejó constancia del empeño discursivo en no desafiar su autoridad: "Saludo a mi Presidente Felipe Calderón. Con don Felipe nos esperan los mejores seis años en la historia del país. Acompañémoslo, querámoslo, entreguémosle la energía para que alcance las metas que se ha propuesto".
    Espino calificó apologéticamente al ex Presidente como "el líder de nuestra transición democrática".
    Tras semejante cumplido que ubica al guanajuatense como icono de la democracia cuyo liderazgo no tiene, por tanto, fecha de caducidad, Espino se refirió al Presidente Felipe Calderón no sólo como "el líder indiscutible del panismo nacional, sino también Presidente de México", reconociendo como un "deber de Estado" respaldarlo.
    Felipe Calderón no se anduvo por las ramas y pidió, enfáticamente, el respaldo de su partido a las acciones de gobierno, planteando inclusive que tal es su "obligación" enardeciendo aún más la animadversión de sus seguidores contra Espino, quien sudó la gota gorda, resentido por los abucheos, las mantas contra el Yunque y, en general, el clima de festejo del calderonismo para vitorear a su líder supremo, indiscutible, que "también" es Presidente de México.
    En su adquirida condición de líder máximo del PAN, Calderón reprendió al partido por descuidar su esencia, pues éste "no puede, ni con mucho, permanecer aletargado o inmóvil ante los reclamos de transformaciones del país".
    La dolorosa derrota panista en Yucatán y la acusación de Manuel Espino contra Juan Camilo Mouriño, a cargo de la Oficina presidencial, de prohijar aquélla por haber enviado operadores políticos a ese estado sin coordinación alguna con las estructuras locales del partido, marcó el distanciamiento entre el presidente de la República y el presidente del PAN.
    Para arrebatar el control del partido a Espino, Fox y El Yunque, es obvio que el Presidente Calderón dio luz verde a Mouriño para ofrecer a militantes panistas puestos en las dependencias federales, según han denunciado los seguidores de Espino.
    Sin esa puntual distribución "de huesos" entre los cuadros medios del partido, hubiese sido imposible para el Presidente Calderón desarticular los pactos políticos urdidos durante el sexenio foxista que se prolongaron por inercia.
    Ocurrió lo inevitable. Un presidente de partido no puede desafiar a un Presidente de la República surgido de sus filas. Sólo se requería un poco de tiempo para que Calderón pusiera a Espino en su lugar.
    Por lo demás, la antipatía entre ambos es inocultable. El hoy tambaleante presidente de AN se refirió en campaña a Felipe Calderón como el hombre "bajito, pelón y de lentes" capaz de vencer al Peje. Las alusiones personales no se olvidan, menos aún si quien recurre a ellas pretende desde la presidencia del PAN acotar el poder del segundo Presidente panista del país.
    dmartinbara@hotmail.com