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"México al revés"

"Los peores desastres naturales de la Ciudad de México"

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20/02/2010 00:00

    César Peña Sánchez/ APRO

    'A la naturaleza se domina obedeciéndola'

    La Ciudad de México, desde siempre, ha sufrido distintas calamidades a lo largo de su historia, las cuales han dejado profundas cicatrices en su población. Sin embargo, desde su fundación ha venido creciendo desmesuradamente, problema que se ha convertido en un absurdo más. Inundaciones, agresivos sismos, copiosas lluvias, crueles terremotos, tolvaneras frecuentes, ataques de mortíferas y contagiosas enfermedades, contaminación , smog, heladas, nevadas, restricción en el uso de vehículos, granizadas, ruidos exagerados, robos, asaltos y asesinatos constantes.
    La Ciudad de México, está ubicada entre las coordenadas norte 19°36'; al sur 19°03' de latitud norte; al este 98°57'; al oeste 99°22' de longitud oeste. Según las nuevas estadísticas, la Ciudad de México y su área metropolitana cuenta con 27.872,850 habitantes; de los cuales 9.875, 344 habitantes son exclusivos de la ciudad.
    La ciudad, se ha convertido, con el paso del tiempo, en un lugar muy difícil para la vida de los seres humanos. El cambio climático es uno de los temas recurrentes en la actualidad. El fenómeno es sin duda el resultado de varios siglos de la actividad humana, principalmente de la industria de la transformación; la explotación de los recursos naturales sobre los que nunca se previo su agotamiento, ni el impacto que provocaría el desequilibrio medioambiental. Recordemos que el área metropolitana de la ciudad de México es una de las zonas más industrializadas del territorio nacional y; sin embargo, todo mundo quiere vivir en la desastrosa Megalópolis.
    A partir de la década de los 70 y como preámbulo de los desastres por venir, en diferentes ciudades del mundo se empezó a apreciar el fenómeno de la contaminación atmosférica, lo que llevó a algunos países a alertar sobre la necesidad de reducir los gases contaminantes vertidos a la atmósfera, llamado que muy pocos escucharon y otros países, con el fin de no disminuir su actividad industrial, francamente se opusieron a la recomendación.
    En México, los estragos del calentamiento global y el desequilibrio medioambiental han sido evidentes desde hace varias décadas. Los peores desastres naturales comienzan a registrarse con eventos sísmicos y climáticos. El 19 de septiembre de 1985, faltando minutos para las 7 de la mañana, la Ciudad de México particularmente, vivió una de las catástrofes que marcó la historia del País; miles de personas murieron bajo los escombros de decenas de edificios a causa de un primer sismo de 8.1 grados en la escala de Richter, y una réplica de menor intensidad al día siguiente sentido y resentido como a las 19 horas.
    En 1988, casi 3 años después el huracán "Gilberto" que azotó las costas del Golfo de México, ocasionando estragos principalmente en Yucatán, el huracán arrasó con más del 50 por ciento de las playas acabando con servicios e infraestructura. En 1995 el huracán "Henriette" tocó tierra en Cabos San Lucas y Sinaloa, obligando a la intervención de los servicios de la Secretaria de la Defensa Nacional para brindar ayuda a damnificados, y en el mismo año el huracán "Ismael" tocó el puerto de Topolobampo. En ese mismo año, en octubre el País vivió un sismo en las costas de Guerrero, Oaxaca y Colima. En septiembre de 1997 la misma zona de Oaxaca y Acapulco sintieron el embate del huracán "Paulina".
    La acción de los huracanes, aparentemente nada tienen que ver con el altiplano mexicano, porque no tiene costas, pero la rudeza con que golpean tales fenómenos se debe al cambio climático que prevalece prácticamente en todo el País; incluso, se tiene calculado el costo de los desastres ocasionados por cada uno de los huracanes mencionados.
    En el caso del huracán "Gilberto", 1997, los daños se calcularon 567 millones de dólares. En el caso del terremoto que estremeció al Distrito Federal, septiembre de 1985, los daños se calculan en 433 millones de dólares. Es cierto que se pueden calcular los daños materiales, pero las pérdidas de vidas humanas sólo permanecen en el dolor de todas las personas. Y, otro hecho, que tampoco se calcula en pesos y centavos es la gran ayuda de la intervención del Ejército mexicano y de la sociedad civil. En todo caso valiosísimas.
    Digámoslo de una vez: la actividad volcánica, las inundaciones y temblores, son elementos naturales que interactúan en las sociedades humanas. A casi dos décadas de los temblores de 1985, sigue siendo, a todas luces, el mayor desastre que ha sufrido la Ciudad de México.
    Se dice que los desastres naturales son instrumentos de la propia naturaleza para mantener el equilibrio natural. México, con sus casi 2 millones de kilómetros cuadrados que integran su territorio nacional, ha sido escenario de grandes desastres naturales, algunos no registrados, pero que con seguridad marcan el derrotero de los pueblos que sufrieron esas calamidades.
    Y las volvemos a repetir: sequías, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, incluso pestes que se han sucedido, desaparecieron grandes ciudades, que generaron grandes migraciones e incluso, se modificó la geografía del lugar.
    Por ejemplo, al concluir el Siglo 19, la Ciudad de México resistió el primer aviso de lo que 75 años después sería el mayor desastre que ha resentido este País. Un temblor de tierra de gran magnitud hizo cimbrar gran parte de México, el 7 de junio de 1911 cuya fuerza ocasionó la flexión de los rieles de los tranvías eléctricos, derrumbes y cuartiaduras en diversas edificaciones de la ciudad. Pasaron casi 50 años para que la Ciudad de México nuevamente se sacudiera con violencia.
    En la madrugada del 28 de julio de 1957 se generó otro gran temblor. Se contaron numerosos daños materiales y, lamentablemente, la perdida de docenas de vidas humanas. Hasta ese momento había sido el más intenso y destructivo para las estructuras y obras civiles de la Ciudad de México.
    Aquel evento fue conocido como el "Temblor del Ángel" por la caída del Ángel de bronce que coronaba la Columna de la Independencia; sin embargo, no terminaría el siglo, sin que uno de los mayores movimientos telúricos arrasara gran parte de la Ciudad de México y buena parte de la zona central de la costa del Pacífico. Tal fue el terremoto de escala 8.1 que se dejo sentir el 19 de septiembre de 1985 y su fuerte réplica el 20 de septiembre de ese mismo año.
    Los efectos sobre la ciudad fueron desastrosos. Los temblores del 85, como son recordados estos fenómenos dejaron una nueva cultura de prevención; actualmente la semana de aniversario de estos desastres, es conocida como la semana de los simulacros, al realizar la población civil miles de ejercicios de simulacro en cada escuela, oficina pública e incluso en el propio hogar.
    El efecto de los temblores en la Ciudad de México tiene a su población en constante psicosis y ha inducido a los técnicos avezados en los movimientos telúricos a realizar toda clase de estudios. En consecuencia, se ha determinado desde hace tiempo, que el subsuelo de la ciudad, que antes fue lacustre, no sólo padece hundimientos pronunciados, sino que por la misma consistencia del subsuelo permite que las oscilaciones de los temblores se trasmitan a gran velocidad.