"Los seres humanos hemos sido formados para tener excelentes cualidades y virtudes, siendo una de ellas la de saber escuchar."
Héctor Tomás Jiménez
La virtud de saber escuchar Los seres humanos hemos sido formados para tener excelentes cualidades y virtudes, siendo una de ellas la de saber escuchar. Esta es una habilidad que bien ejercida es muy eficaz para pensar y argumentar soluciones factibles, pero que con frecuencia subutilizamos ya que en muchas ocasiones, por el simple hecho de no saber escuchar, terminamos siendo interpretadores de lo que la gente dice y por lo general, nunca es lo mismo lo que se dice que lo que se quiere decir; incluso, por no saber escuchar, muchas veces procesamos la información que recibimos y lo hacemos de acuerdo a nuestros propios intereses y paradigmas, lo que a la postre termina siendo a veces, una idea muy diferente a la planteada originalmente. Por tal motivo, la próxima vez que estés con un grupo de personas préstale atención al número de veces que alguien interrumpe al otro a mitad de una frase para expresar sus propias ideas. ¿Qué porcentaje del tiempo se produce verdadero diálogo y en que porcentaje lo que se produce son conversaciones paralelas, cada uno contando su propia idea? ¿Cuánta gente está prestándole atención a la conversación para entender al otro y cuánta gente está allí para expresar sus propias ideas? Fíjate también en tu propia manera de escuchar. Cuando alguien te cuenta algo ¿empiezas a pensar enseguida en lo que tú vas a decir o mantienes toda tu atención en lo que te cuenta el otro? ¿Qué porcentaje de tu atención está en el otro y qué porcentaje está en ti mismo? Cuando tienes algo que decir ¿sigues prestándole tu atención a las palabras del otro o te distraes y estás esperando impacientemente el momento para expresar tus propias ideas? Estos son tan solo algunas buenas razones para aprender a escuchar, sin embargo, para abundar en ello recuerdo una breve historia, que me hizo llegar un amigo lector, y que sirve muy bien al propósito de que no sabemos escuchar. La historia dice más o menos así: "...Hace tiempo recibí la llamada telefónica de un buen amigo mío, quién después de un afectuoso saludo me preguntó: --¿Cómo estas? A lo que yo contesté: --¡muy solo!, y acto seguido me preguntó: --¡Ah!, ¿Quieres que platiquemos? Le respondí que sí y me dijo: --¿Quieres que vaya a tu casa?, y de nuevo le dije que sí. Desde el momento que llegó, yo empecé a comentarle, de todo: de mi trabajo, de mi familia, de mis deudas, y él atento siempre me escuchó. Después de varias horas, yo estaba totalmente cansado mentalmente, me había hecho mucho bien su compañía y sobre todo que me escuchara y que me apoyara haciéndome ver mis errores. De pronto, casi de madrugada, me dijo: ¡...Bueno, me retiro pues tengo que ir al trabajo! Yo me sorprendí y le dije: ¿Pero por qué no me habías dicho que tenias que ir a trabajar?, ¡...mira la hora que es, no dormiste nada, te quité tu tiempo toda la noche! Él sonrió y me dijo: ¡No hay problema, para eso estamos los amigos! Yo me sentía cada vez más feliz y orgulloso de tener un amigo así. Lo acompañé a la puerta de su automóvil y antes de despedirnos le pregunté: ¿Oye amigo, y a todo esto, ¿Por qué llamaste anoche tan tarde? Entonces me dijo en voz baja; es que te quería dar una noticia. --¿Qué noticia? --Mira, ayer fui al doctor y me dijo que mis días están contados, tengo un tumor que no se puede operar, y que sólo me queda esperar lo inevitable. Yo me quedé mudo, él puso su mano en mi hombro, me sonrió y me dijo: ¡Qué tengas un buen día amigo! Se dio la vuelta y se fue. Pasó un buen rato para cuando asimile la situación y me pregunté una y otra vez, ¿Por qué cuando él me preguntó: ¿Cómo estás?, me olvidé de él y sólo hablé de mí. ¿Cómo tuvo la fuerza de sonreírme, de darme ánimos, de decirme todo lo que me dijo, estando él en esa situación? ¡Esto es increíble! Desde aquel momento suelo ser mas crítico con mis problemas y suelo disfrutar más de las cosas buenas de la vida, ahora aprovecho más el tiempo con la gente que quiero escuchando más y hablando menos. Mi amigo aún vive y a Dios gracias sigo disfrutando de sus chistes, de su locura, de su seriedad, de su sabiduría, de su temple y de su amistad. (Fin de la historia). ¿La moraleja? Bueno, esa es tarea de usted amigo(a) lector(a). melendrezjr@yahoo.com.mx