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"Historias de reportero"

"Los trapos sucios del futbol"

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24/06/2014 00:00

    Columba Vértiz

    "Menos de­mocracia es mejor para orga­nizar un Mundial", dijo hace un año el francés Jerome Valc­ke, secretario general, número dos, de la Federación Inter­nacional de Futbol Asociado (FIFA).
    Su frase sintetiza el espí­ritu que manda en el gobier­no de la máxima autoridad del deporte más popular del mundo.
    Valcke se quejaba así de los retrasos y tropiezos de Brasil 2014, y remató: "cuando tienes un jefe de Estado fuerte, que puede decidir, como Vladimir Putin para Rusia 2018, es más fácil para nosotros los orga­nizadores".
    Su jefe y aliado, Joseph Bla­tter, pide trato de dignatario: en las entrevistas exige que se dirijan a él como "presidente" (lo es de la FIFA) y puede per­donar cualquier cosa excepto llegar a un país y que no lo re­ciba el jefe del Estado.
    La Mandataria brasileña Dilma Rousseff no lo acompa­ñó a la final de la Copa Confederaciones en Río de Janeiro el año pasado. Un poco por rechazo, un poco por miedo a la rechifla. Las cosas entre ambos han empeorado, al grado que en una reunión con periodistas, la Presidenta dijo que quería ya quitarse de la espalda a Blatter y Valcke.
    La FIFA no ha tenido em­pacho en aliarse con los regí­menes más autoritarios de la historia contemporánea:
    Uday, el hijo de Saddam Hussein, era el jefe del futbol en Irak y torturaba a los jugadores que no rendían: les orde­naba patear piedras redondas.
    Saadi Gadafi, hijo del aho­ra derrocado y asesinado dictador, era el mandamás deportista en Libia. Quiso ju­gar futbol, su papá le abrió las puertas del balompié italiano invirtiendo en equipos de ese país y terminó suspendido por doping.
    En plena dictadura atroz, Argentina organizó el Mun­dial de 1978. Uno de los mi­litares fue vicepresidente de la FIFA.
    Leo Mugabe, sobrino del aún dictador de Zimbabue, encabezaba el futbol nacio­nal y desviaba los fondos que recibía.
    El presidente del comité organizador del Brasil 2014, José María Marín, fue aliado de la dictadura brasileña y es­tá acusado de testificar a favor del asesinato de un periodista.
    Joseph Blatter es presi­dente de la FIFA desde 1998. En la elección pasada, la de 2011, ante tantos escándalos -marcadamente los sobornos detectados a su principal promotor y antecesor, Joao Have­lange, así como la inexplicable quiebra de la empresa de la mercadotecnia futbolera, ISL- surgió una oposición fuerte.
    El gran operador político de Blatter en Asia, el catarí Mohamed bin-Hammam, se le volteó. Hizo campaña... y resultó peor: repartió mordi­das para ganar votos contra Blatter y a favor de que Qatar quedara como sede del Mun­dial 2022. Bin-Hammam fue expulsado de la FIFA y esa nación está cerca de perder la sede.
    Blatter buscará reelegir­se el próximo año. Su oposi­ción luce débil: Inglaterra y la Unión Europea, por separado. La federación inglesa no quie­re unirse con sus vecinos. La UEFA (Unión Europea de Fut­bol Asociado) tiene al frente al ex jugador Michel Platini, quien fracasó en su intento por promover una ley interna que descalificara por avanzada edad la candidatura de Blatter.
    En esta época en que caen dictaduras y se detectan im­pulsos de cambio en las instituciones más conservadoras, la FIFA resiste. 

    Saciamorbos
    Al nuevo gobernador lo querían de candidato del PRI al cargo en 2015.