|
"Reflexiones"

"Los valores en la familia, ayer y hoy"

""
20/11/2010 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    Hacer la tarea a tiempo, ayudar en la limpieza de la casa, mantener en orden la ropa, los zapatos bien boleados, ir a la doctrina los sábados por la tarde y a misa los domingos, hacer los mandados, estar callados en la mesa a la hora de la comida, no dejar los zapatos debajo de la cama, doblar los tendidos entre otras muchas actividades, formaban parte de la agenda diaria de los niños de mi época, allá por la mitad de los años 50; tareas que a lo largo de la vida, puede uno darse cuenta que formaron hábitos, crearon costumbres y formaron un carácter para la vida.
    Nuestros padres nos formaron dentro del orden y el respeto, y pocas veces podíamos replicar o dejar de cumplir una instrucción recibida, pues de lo contrario, ahí estaba el cinto con el que se corregían todas las disidencias.
    De ninguna manera me gustaría que se interpretara que hoy los hijos debieran ser tratados con los mismos patrones por parte de los padres, pero sí, que no se abandonara lo esencial que viene a ser la autoridad de los padres frente a los hijos contario sensu de lo cotidiano, la autoridad de los hijos frente a los padres.
    Muchos padres y madres de familia, hoy en día, se encuentran en la tesitura de educar a sus hijos y saben que deben hacerlo de mejor manera a como fueron educados ellos, con las muy honrosas excepciones que conozco, pues en lo general, sus propios padres nacidos a partir del parteaguas social del 68, fueron formados en un ambiente de excesiva libertad, predominando el hipismo, y las ideas del existencialismo de Paul Sartre, mal entendidas y practicadas. Esto último significa que somos los padres de familia, los responsables de la formación y la educación de nuestros hijos, nadie más.
    En Ciudad Mante, Tamaulipas, vive un sacerdote de nombre José Luis C., que escribió unas reflexiones respecto a lo antes señalado, y que andan circulando por las redes sociales, y que valen la pena reproducir para reflexión de todos.
    Éstas son las siguientes: "¿Cómo vivía antes una familia formada por los esposos y ocho hijos, en un ambiente de clase media? Básicamente, aceptándose mutuamente, tal como eran, resolviendo sus conflictos mediante el diálogo, durmiendo con la luz encendida, cuando alguno se quedaba estudiando o con el sonido de la tos de un hermano enfermo.
    Los hijos en este ambiente aprendieron a opinar sobre los diversos temas de los programas de la televisión, a descubrir los engaños y sobre todo a dialogar en familia, pues la familia era lo más importante, no la tele. Una bicicleta o dos eran para todos los hermanos, lo que los obligaba a turnarse para usarla, a discutir los horarios y a colaborar para arreglar las llantas ponchadas.
    Era imposible que los papás les compraran todo lo que se les antojaba: juguetes caros o ropa de marca. La diversión era los juegos como "los encantados", las "escondidas", "el tambo robado", "el trompo" y "beisbol con pelota de trapo" y las niñas, "las muñecas", "las comiditas" "la peregrina" o "saltar la cuerda", juegos que les ayudaban a convivir, a ser participativos, a cumplir reglas, a luchar por la victoria, pero también a aceptar la derrota.
    ¿Pero qué hacen hoy los padres con sus hijos? Les compran la ropa que ellos quieren y en el momento que la quieren, porque es su derecho. Preparan o mandan pedir el menú que cada hijo elija, para que no se enojen y coman contentos. Colocan una televisión en cada cuarto, para evitar las discusiones. Les compran los juguetes que desean, porque sus hijos no pueden ser menos y deben tener los juguetes o aparatos de moda.
    Esto es por que los padres de familia "quieren lo mejor para sus hijos", pero al darles todo, no perciben que no los están ayudando a madurar para hacer frente a la vida. Los hijos de estos padres llegan a pensar que se merecen de los demás todo y sin dar nada a cambio; se vuelven individualistas, egocéntricos, intolerantes, exigentes, groseros y prepotentes; pero sobre todo son muy vulnerables. Son presa fácil de la frustración, la ansiedad, la depresión y la soledad.
    Es en la vida de cada día, donde las familias trasmiten eficazmente los valores. Razón por la cual, invito a todos los padres de familia a que retomen lo esencial y abandonen lo superfluo en la educación de sus hijos. Ellos se lo agradecerán en el futuro, y ustedes sabrán que cumplieron con uno de los principios más honorables de la familia. ¡La educación de los hijos en el seno del hogar! Aprovechen todas las oportunidades que la vida nos ofrece para educar a las futuras generaciones". (Fin de la cita)
    JM, Desde la Universidad de San Miguel.
    udesmrector@gmail.com