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"Análisis: El neopopulismo de Felipe Calderón"

"Más allá de recurrir a decisiones de política económica que no corresponden a la plataforma de gobierno que proponía Felipe Calderón en su campaña, en el plano político-político, el Presidente adopta el comportamiento arquetípico del neop"

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26/01/2007 00:00

    Noroeste / Pedro Guevara

    En América Latina, y más específicamente en México, suele identificarse al populismo como una corriente ideológica y política exclusiva o propia de la izquierda. Lo cierto es que el populismo también puede ser de derecha, tal y como ha sucedido en Europa con Berlusconi, en Italia, Haider, en Austria, y Le Pen, en Francia. Y ahora en México con Felipe Calderón.
    En años recientes se ha reiniciado un debate intelectual y político acerca del resurgimiento de la izquierda y del populismo en tierras latinoamericanas como efecto de los triunfos electorales que cruzan la región desde Argentina y Chile hasta Nicaragua, pasando por Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Venezuela.
    La preocupación mayor de los críticos al populismo de izquierda se centra en la propuesta económica y menos en los aspectos políticos de él. Acerca de la primera, hay un inoculto temor de que las políticas económicas con este signo ideológico conduzcan a la reaparición de nacionalizaciones y estatizaciones, al aumento del gasto público, al incremento de la deuda pública y una inclinación favorable a las clases populares, así sea tenue, que perjudique las ganancias del capital.
    El problema de los críticos del populismo de izquierda es que actualmente, en América Latina, la alternativa neoliberal no es bien recibida por las mayorías ciudadanas como si lo fue a la caída de la Unión Soviética y el bloque socialista de Europa del Este, y en el momento en que América Latina habían descendido a un profundo descrédito gobiernos no socialistas pero si del viejo populismo priista de Luis Echeverría y José López Portillo, el del primer sandinismo con Daniel Ortega, o el viejo peronismo, al regreso fallido de Juan Domingo Perón a Argentina, en los 70.
    El resurgimiento del populismo de izquierda en el nuevo siglo brota del fracaso de los nuevos liberales de cumplir con sus promesas de mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos.
    El autoritarismo de los gobiernos neoliberales llevó en gran parte de América Latina a privatizaciones indiscriminadas que convirtieron muchos monopolios públicos en monopolios privados.
    Éstos continuaron prestando servicios públicos de mala calidad pero a un alto costo aun más alto para el usuario, lo que de suyo era una negación inmediata y flagrante de los postulados que condujeron este proceso, los cuales decían que se brindarían más y mejores servicios prestados a bajo precio. Esta situación, entre otras, alejó muy rápidamente al grueso de la población latinoamericana del nuevo modelo económico.
    En un contexto de crecientes reclamos, movilizaciones y participación electoral que demandan un giro a las políticas gubernamentales que no favorecen a las mayorías asalariadas y a los pequeños productores, los nuevos gobiernos, aun de derecha, no pueden ignorar tal realidad.
    Es por las anteriores razones que, en México, el Presidente Felipe Calderón, no encuentra la cuadratura al círculo, y con poca imaginación o, quizá sin ninguna otra posibilidad, intenta, ignorando los créditos de autor, copiar, dicen los perredistas que muy mal, las propuestas de campaña de Andrés Manuel López Obrador.
    Cuando Felipe Calderón ocurrentemente declaró que "rebasaría por la izquierda" al PRD, estaba consciente de que la pobreza y el desempleo urgían respuestas rápidas y efectivas, so pena de estrenarse en un escenario nacional convulso. El gran problema para el panista es que ni su ideología ni los poderes fácticos que lo apoyaron para quedarse con la presidencia le permiten tomar decisiones mucho más firmes para enfrentar la pobreza.
    A pesar de ello, el Presidente Calderón ha recurrido a clásicas medidas de un gobierno populista, con el agravante de que están descafeinadas, porque carecen de fuerza y profundidad.
    El pacto (fallido) para detener la inflación del precio de la tortilla, el subsidio al consumo de energía para cinco millones de personas, el seguro médico a los nacidos en el sexenio calderonista y las propuestas para ajustar sueldos de funcionarios, aun con todo y su poco filo, se ven obligadas a traicionar, así sea venialmente, el credo neoliberal y a flirtear con el ideario lopezobradorista.
    Pero, más allá de recurrir a decisiones de política económica que no corresponden a la plataforma de gobierno que proponía Felipe Calderón en su campaña, en el plano político-político, el nuevo presidente adopta el comportamiento arquetípico del neopopulismo de derecha. Según el periodista peruano Cristóbal Rovira K., este exhibe las siguientes características:
    1. La clase política actúa y es vista, dice Rovira, como una elite que no tiene contacto con la población. La ciudadanía percibe que el mundo de la política le es ajeno y distante. Es así como se facilita el surgimiento de un discurso populista que critica el carácter elitista de la política.
    2. Hoy en día el uso de encuestas y otras formas de investigación social forman parte de la cotidianeidad de la política. Ello debilita el desarrollo de líneas programáticas, pues resulta más fácil averiguar lo que la gente quiere y luego desarrollar un discurso pertinente. Y el neopopulismo no hace otra cosa que llevar esta práctica a su máxima perfección: en vez de ofrecer un proyecto político fundado y de largo plazo, propone una serie de medidas efectistas que sabidamente guardan simpatía en la población.
    3. En la medida que los medios de comunicación de masas han ido perfeccionando sus formas para despertar el interés de la ciudadanía, la política se ha ido ajustando a esta nueva realidad. Por esto es que pierden relevancia los discursos y aumentan en importancia las imágenes. Dicha transformación es llevada al extremo por los neopopulistas. Ellos siguen los designios, concluye el periodista citado, de asesores que les enseñan estrategias publicitarias y de teatralización que potencian un liderazgo político mediático.
    Tanto Vicente Fox como Felipe Calderón han recurrido a estas tres estrategias. El hombre de las botas insistió mucho, sobre todo en sus primeros meses de gobierno, en la crítica de los políticos; Felipe Calderón lo ha hecho en menor medida, pero las otras dos estrategias, los dos presidentes de origen panista, las han seguido al pie de la letra. Ningún presidente priista utilizó tanto a los medios para hacer política como si lo han hecho Vicente Fox y Felipe Calderón.
    La publicidad y la teatralización han sido llevados a un nivel antes nunca alcanzado en México. Fox se sobreactuaba. Calderón es, más bien seco, pero le gusta exhibir símbolos de fuerza.
    Muy cierto que el uso sistemático de los medios es ya parte imprescindible de la política contemporánea, pero en ninguna época ni en ningún país se ha podido gobernar a largo plazo con imagen, publicidad y propaganda. Solo los hechos concretos, no virtuales, le dan fortaleza real y de largo plazo a un partido en el poder.