Luis Maldonado Venegas
La sociedad moderna cursa por momentos donde se combinan grandes avances y grandes problemas. Muchos de esos avances aseguran bienestar para la humanidad. Varios de esos problemas ponen en riesgo su existencia. Lamentablemente, de lo último hay manifestaciones que opacan los múltiples ejemplos de lo primero. Las actitudes fundamentalistas, el individualismo extremo y el consumismo son ejemplos de esto, con preocupantes incrementos.
De acuerdo con el sicólogo social norteamericano Gordon Allport, la consolidación de la individualidad es el punto deseable en el desarrollo de la persona, pero llegar al individualismo marca el inicio de su destrucción. Es decir, cuando la persona se antepone a todo y valora su existencia desligada de los demás y el medio que habita, se deslegitima y pierde la proporción de sus actos.
Los hechos de violencia que han estado manchado la vida social del País y los "accidentes" ecológicos ligados a la explotación minera, que también han ido creciendo en número e impacto, son referencia de eventos sociales que en algún sentido denotan el crecimiento del individualismo y la insensibilidad social. Por fortuna con algunas reacciones sociales, como por ejemplo las marchas que exigen justicia para los estudiantes de Guerrero, en las que se demuestra solidaridad, un valor contrario al individualismo.
Las demandas por la recuperación del estado de derecho son ejemplo de la reserva que toda sociedad debe tener para alcanzar desarrollo pleno. La exigencia de protección al bien común, a partir de rechazar los actos que atentan contra derechos básicos de los demás, es el mejor ejemplo de la solidaridad.
Para la sicología, cuando se habla de solidaridad se hace referencia a un principio básico de la vida social que en el fondo protege la existencia humana. Se refiere a formas de comportamiento que reflejan conciencia en las personas de ser parte de un todo, del cual se depende y al cual se contribuye.
Los efectos sociales de la solidaridad son muy grandes porque multiplican el potencial de las personas ofreciéndoles razón para sentirse valorado e importante. Una sociedad con bajos niveles de solidaridad es una sociedad con altos riesgos de conflicto.
La mayoría de las religiones ven en este principio (valor, para algunos científicos sociales) un recurso para construir sociedades más armónicas y dirigen sus acciones a incrementarla. En sicología social se reconoce como una condición que consolida la identidad grupal e individual.
El término "solidaridad" proviene del latín "soliditas", que significa cuerpo sólido formado por partes homogéneas. En relación con lo social, el término se entiende como la condición de codependencia que viven los grupos y las personas y que puede expresarse de manera directa (tienen los mismos intereses) o indirecta (sufren las mismas necesidades).
La solidaridad es un vínculo que estrecha las relaciones entre los individuos y los motiva a la colaboración y búsqueda del bien común. Su naturaleza implica una relación de iguales que supera la simple unión por intereses compartidos y alcanza el sentir de protección del otro, como acto de protección del sí mismo.
Términos cercanos como la ayuda, la compasión o la empatía son necesarios para la vida social armónica, pero su contribución es menor al que implica la solidaridad. En esta última, la persona se asume en el lugar del otro y actúa en consecuencia.
El asistencialismo y la caridad son también tendencias del comportamiento que causan relaciones sociales positivas pero no necesariamente llevan el compromiso de la identificación social entre iguales. La igualdad de situación y el sentimiento de compromiso con los demás, que supone la solidaridad, son factores que consolidan la vida en sociedad.
La solidaridad implica vínculos de mutualidad, reciprocidad y sentimiento de comunidad que no se condicionan por el contacto directo. Más bien, éste se vuelve irrelevante cuando las personas comparten ideales y valoraciones sobre el significado de la vida. Lo sucedido en Guerrero con los estudiantes, el derrame de la presa de jales en la mina Dos Señores, o cualquiera de los eventos antisociales que han estado pasando pueden no impactarnos directamente, pero nos afectan mucho de cualquier manera.
El hecho de que grupos organizados de la sociedad, o personas en lo particular, decidan rechazarlo abiertamente, es un auténtico reflejo de su sentido de solidaridad. Sus expresiones legítimas de condena son indicador de la reserva social que puede llevar a que nuestro País y nuestro estado recuperen los causes del verdadero desarrollo.
Aquellas expresiones que aprovechan el descontento legítimo para propósitos alejados del sentido colectivo del acto, son tan individualistas como las que originaron los eventos que se reclaman. ¿O usted qué opina?
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