El Secretario de Gobernación ha anunciado que la delincuencia ha disminuido. Juan Pablo Becerra Acosta, conocedor del tema, escribió hace unos días que ya había detectado, a partir de junio del año pasado, que los índices delictivos habían caído en Michoacán, pero tan brutalmente que incluso parecía inverosímil. Escribe: "Por ejemplo el delito de extorsión descendió a dos casos contra 37 de promedio mensual que tenía, el de secuestro bajó a uno contra 15". Luego de darle vueltas al asunto y buscar en documentos diversos, Becerra Acosta se percató de que ese descenso se debía no a una realidad, sino a un cambio en la forma de medir.
Hace muchos años que esta trampa se hace en México, y ha sido la forma para conseguir que parezca que las cosas son mejores de lo que son. De esto consigné algunos ejemplos en mi libro "País de Mentiras": en 1995, un estudio dado a conocer por la Reserva Federal estadounidense afirmó que los principales bancos mexicanos maquillaron sus cifras para decir que tenían ganancias cuando en realidad tuvieron pérdidas: "Para hacer la alquimia sin caer en la ilegalidad, lo que hicieron fue cambiar las formas de llevar la contabilidad".
Con las mediciones de la pobreza se hizo algo similar: la Secretaría de Desarrollo Social creó su propio Comité Técnico de Medición que no emplea los métodos que se usan internacionalmente, sino un modelo inventado por sus funcionarios. El resultado son cifras mucho menores de las que dan los estudiosos.
Cuando alguna vez la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dio datos sobre la deforestación, el entonces secretario del ramo dijo que "no se sabe cómo se tomó la información" y que ellos darían su propia "cifra mexicana" según la cual las cosas no andaban tan mal. Cuando la UNESCO dio datos sobre cobertura de la educación primaria, la Secretaría de Educación Pública las rebatió con las suyas propias que "varían fuertemente" como afirmó el investigador Eduardo Andere. Y cuando en 2006 los resultados de la primera aplicación de los Exámenes de la Calidad y el Logro Educativos (Excale) elaborados por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación arrojaron altísimos porcentajes de estudiantes que no sabían Historia ni Aritmética, la Secretaría de Educación Pública decidió, en lugar de hacer algo para resolver el problema, mejor modificar los criterios de evaluación. Para eso se creó el Sistema Mexicano de Evaluación Educativa y cuando se hizo la primera prueba (Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares, ENLACE) se negó a difundir los resultados, probablemente para no evidenciar que los estudiantes, aún medidos con sus propias evaluaciones no alcanzaban el nivel.
Parafraseando al investigador Iván Restrepo, todo es cosa de sacar del sombrero de un mago cifras al gusto del cliente.
Pero hoy esto ha llegado demasiado lejos: según la Auditoría Superior de la Federación, "la metodología que utiliza la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para estimar el Producto Interno Bruto puede no ser estadísticamente confiable". Se trata de algo muy grave, porque el PIB es el dato principal con el que se conoce la realidad económica y se elaboran los presupuestos de ingresos y egresos, los niveles de déficit fiscal y de endeudamiento.
Con esta cifra mal calculada ya no solo se trata de hacer parecer que las cosas son mejores de lo que son, como en los ejemplos arriba mencionados, sino que hay además otro objetivo que consiste, según el auditor, en conseguir beneficios a la hora de las asignaciones correspondientes por parte del Congreso de la Unión.
Pero hacer esto implica un alto riesgo dice Juan Manuel Portal Martínez, para quien sería mejor "considerar criterios más armónicos con metodologías aceptadas a nivel internacional".
Escritora e investigadora en la UNAMsarasef@prodigy.net.mxwww.sarasefchovich.com