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"Marta: debilidad histórica"

"México está preparado para que una mujer se siente en la silla presidencial. No está preparado para que lo haga durante el sexenio de su esposo y el que vendrá"

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19/07/2004 00:00

    SAÚL VALDEZ / MARIANA LEY

    Muchos presidentes la han tenido. Muchos líderes la han padecido. Una debilidad por alguien. Una mirada ciega ante algo. Un sentimiento que los obnibula y termina por sabotearlos. José López Portillo cierra los ojos frente al orgullo de su nepotismo; Miguel de la Madrid cierra los ojos frente a Emilio Gamboa; Carlos Salinas de Gortari le guiña a su hermano Raúl. Hoy Vicente Fox emula a sus predecesores y cae en la misma trampa que ellos tendieron para sí. Hoy la Primera Dama se ha convertido en la debilidad histórica de su esposo y razón irrefutable de su fracaso. Marta Sahagún es consorte y calvario, mano derecha y talón de Aquiles, fuente de popularidad y motivo de ingobernabilidad. La prensa internacional lo declara sin reparos, sin cortapisas, sin concesiones. La clase política lo señala a diario. Alfonso Durazo lo expone también. Marta Sahagún daña la Presidencia porque la debilita; daña a las instituciones porque las manipula; daña a la consolidación democrática porque intenta apoderarse de ella. Marta Sahagún le hace mal al país que tanto dice amar porque quiere gobernarlo sin que se le haya dado autorización para hacerlo. Marta Sahagún golpea al Gobierno de su esposo porque manda señales cotidianas de su injerencia en él. Y por ello México lleva cuatro años preguntando qué hacer con la Primera Dama. Cuatro años distraídos. 4 años ensimismados. 4 años perdidos. Cuatro años de vivir con la Guía de Padres distribuida a lo largo del país, de pechugas presidenciales preparadas en la televisión, de diálogos delirantes con Eugenio Derbez, de tours por los pasillos de Los Pinos, de entrevistas esclarecedoras con Brozo, de hablar con la verdad y decir que sí, sí tiene ambiciones presidenciales, de enfatizar la continuidad del proyecto de Vicente Fox y cómo ella lo enarbolará, de dar entrevistas con todos los medios en todos los momentos posibles, de ya veremos y un día de estos. Cuatro años de portadas y fotografías y especulaciones y ambigüedades y de perseguirle los pasos a una Primera Dama que convierte en promoción política todo lo que toca. 4 años que el país no merece. La historia juzgará con severidad a la señora Sahagún y tendrá razón en hacerlo. Su locomotora imparable arrolla a miembros del gabinete y a quienes intentaron abrirse espacios en él. Su protagonismo irrenunciable opaca a Vicente Fox y refuerza la percepción colectiva sobre su debilidad. Su Fundación Vamos México mina nuevas promesas de transparencia al operar con viejas técnicas de opacidad. Su candidatura presidencial traiciona la idea del cambio al buscar una forma ilegítima de permanencia. Marta Sahagún ayuda a instalar al Gobierno de Vicente Fox y también contribuye a sabotearlo. Ella no lo ve así. Ella no lo entiende así. Ella se percibe como la víctima asediada de una sociedad atávica. Piensa que quienes la cuestionan lo hacen por odio personal. Piensa que quienes la atajan lo hacen por machismo visceral. Piensa que quienes la acotan no pueden evitar la misoginia tradicional. Por eso guarda la renuncia a su candidatura presidencial durante cuatro meses en un cajón. Por eso la hace pública con tanta recalcitrancia. Se le nota enfadada, molesta, encajonada. Quiere y no puede. Quiere y no la dejan. Quiere ejercer sus derechos ciudadanos sin entender que este no es el momento para ello. Quiere ser parte de las grandes decisiones sin saber que no le corresponden. Lo que Marta Sahagún nunca ha entendido, y posiblemente nunca entenderá, es que no se le critica por mujer sino por abusiva. No se le critica por su activismo social en la República sino por su ambición política en Los Pinos. No se le critica por recolectar fondos para ayudar a los más necesitados sino por hacerlo para ayudarse a sí misma. No se le critica por misoginia sino por democracia. Por un terreno nivelado de juego entre los contendientes. Por una equidad electoral que tanto tiempo llevó construir. Por una sucesión en la cual no haya dedazos ni besotes. Por un poder presidencial que se transfiera en las urnas y no entre las sábanas. México está preparado para que una mujer se siente en la silla presidencial. No está preparado para que lo haga durante el sexenio de su esposo y el que vendrá. El daño ya está hecho. Las luchas estériles que ella misma provocó ya se han dado. El debilitamiento político y personal de Vicente Fox ya se dio. La renuncia de Marta Sahagún llega tarde y de mala manera. Llega después de que el Presidente hace el ridículo en su última gira. Llega después de que la Primera Dama dice respetar el viaje de su esposo pero le arranca todos los reflectores a lo largo de él. Llega después de que Alfonso Durazo constata lo que ya muchos creían. Llega después de que Felipe Calderón abandona el equipo porque el Presidente trae puesta la camiseta de su esposa. Llega después de que la Fundación México revela el 103 por ciento de su presupuesto. Llega después de que la Lotería Nacional da un ejemplo más de nepotismo institucional. Los números son los números y no le ayudan. Las percepciones son las percepciones y no le favorecen. La vigilancia permanente que tanto invoca revela a una mujer que necesita protagonizar para existir. Y el PAN se lo permite. El PAN carga con una responsabilidad compartida. En lugar de frenar las ambiciones absurdas de la Primera Dama las alimenta. En vez de marcar reglas claras desde el principio lo hace tardía y torpemente. En lugar de revelar que supuestamente la señora Sahagún había declinado desde diciembre, Manuel Espino se guarda la información. Los panistas que hoy celebran la exclusión de Marta Sahagún durante un buen tiempo fomentaron su inclusión. Querían preservar el poder a través de la popularidad de la Primera Dama. Querían prolongar su estancia en Los Pinos lanzando a la mujer que ya vive y ejerce el mando allí. Estaban dispuestos a traicionar lo que históricamente han sido para quedarse donde están. Estaban dispuestos a olvidar la ética y el decoro con tal de quedarse con el anillo de oro. Fueron cómplices y ahora son víctimas. El PRI mientras tanto se lame las fauces. Percibe el tobillo desprotegido del Gobierno y se apresura a darle zarpazos allí. Percibe que la Primera Dama es un flanco abierto de Vicente Fox y moviliza sus tropas para atacarlo donde más le duele. Ante los priistas, Marta es la herida abierta, el hoyo en la armadura, el punto de vulnerabilidad. En él concentrarán sus fuerzas. En él centrarán sus ataques. En él encontrarán un lugar para presionar y negociar, exigir inmunidad y obtenerla. La Pax Priista para Marta a cambio del perdón presidencial para Luis Echeverría. El fin del acoso a Marta a cambio del punto final para el pasado. El regreso al rancho a cambio del regreso del PRI. Eso es lo que duele. Eso es lo que preocupa. Eso es lo que hace tan difícil mirar a Marta sin condenarla. Al debilitar a su esposo permite el fortalecimiento de sus enemigos. Al promover su proyecto personal desdibuja cualquier proyecto del gobierno. Al aspirar a la Presidencia distrae la atención de quien actualmente la ocupa. Al construir clientelas con su Fundación resucita el pasado en vez de exorcizarlo. Al convertirse en pararrayos provoca corto circuitos en Los Pinos. Vicente Fox pasa tanto tiempo escuchando a Marta Sahagún que le falta tiempo para escuchar a los mexicanos. Vicente Fox pasa tanto tiempo defendiendo a su esposa que le falta tiempo para promover su agenda. Marta abre flancos. Marta distrae. Marta chupa el aire que el cambio necesita para prosperar. Y el resultado está allí: a lo largo del sexenio, Marta ha crecido y el PRI lo ha hecho a su sombra. Marta ayuda a sacar al PRI de Los Pinos y ayuda a que posiblemente regrese allí. La Primera Dama tiene razón: el momento es propicio para las grandes decisiones. Y una de ellas debe ser darle a Marta Sahagún su justa dimensión. Ponerla en al lugar que le corresponde. Impedir que se mueva de allí. Recordarle cómo llegó y para qué. Confrontarla con sus propias palabras: El ignorar las cosas, el no saber, el no saberlas, impide que exista una verdadera equidad a la hora de tomar decisiones. Marta ignora lo que es, el daño que hace, el enrarecimiento político que provoca, la consolidación democrática que pone en jaque. No sabe que se ha convertido en una debilidad histórica pero debería.