"Mientras el relevo les viene allá como una bocanada de oxígeno puro, aquí se tradujo en un despertar traumatizante"

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09/11/2008 00:00

    BELIZARIO REYES / SAÚL VALDEZ

     Contrastes

    México también estaba invitado a la fiesta el 4 de noviembre, pero el destino le tenía preparada una jugarreta. Con el frac puesto, le fue imposible asistir. La victoria de Barack Hussein Obama en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, pronosticado así por todas las encuestas, era motivo de alegría para todos, así distáramos de ser los invitados de honor. Mientras el sol se ponía al otro lado del río grande, de este lado reinaba la consternación. La jornada se suponía estaba dedicada a la esperanza y en realidad no defraudó, solo que a nosotros nos vino acompañada de la tragedia.
    Mientras el relevo les viene allá como una bocanada de oxígeno puro, aquí se tradujo en un despertar traumatizante. George W. Bush cuenta en la actualidad con menos del 30 por ciento de popularidad en su país. Diversas voces lo acusan de ser el peor Presidente que jamás haya tenido esta nación. Con un déficit que equivale a los 1500 millones de dólares, su país sumido en la peor crisis financiera de la que se tenga memoria y el fantasma de Vietnam rondando por Afganistán e Iraq, lo menos que puede hacer es ya irse.
    El cambio en la Secretaría de Gobernación se veía venir, no así el fin de la carrera ascendente del Secretario. Con menos de un año al frente de este ministerio, su popularidad había crecido de 5 a 29 por ciento de conocimiento, es decir, seis veces más. Un político joven en franco ascenso y uno de los posibles candidatos a la candidatura presidencial por su partido, Acción Nacional.
    Mientras la victoria del Senador Obama genera expectativas a futuro respecto de la forma de hacer política en Washington, el deceso del número dos del Gobierno federal obliga a encontrar maneras rápidas de readaptación. La campaña del hoy Presidente electo rompió récords en todos los rubros.
    Nadie antes había recaudado tanto dinero; nadie conjuró antes logró construir una coalición a base de la transformación del electorado; nadie recaudó tanto dinero, cerca de 600 millones de dólares; nadie había hecho un uso tan exhaustivo de los medios electrónicos (Internet). La elocuencia de la genialidad tocó a la puerta a través de un hombre de color negro que, en ningún momento, hizo uso de un discurso de martirización como había sido el caso. Por el contrario, se mostró prudente y rehuyó en todo momento el discurso racial y de clases.
    La irreparable pérdida de "Iván" representa reacomodos urgentes al interior y al exterior del gobierno. Ubicarlo como un simple reemplazo de posiciones, más allá de las pérdidas humanas irreparables, es ignorar la magnitud de lo ocurrido. Juan Camilo era uno de los pilares que sostenían el proyecto del hoy Jefe del Ejecutivo. Con su pérdida, habrá que reacomodar funciones y roles, hacia fuera y hacia adentro del gobierno, del gabinete y del grupo calderonista.
    Nadie estará en posición de reemplazarlo, por la simple razón de que ya no esta. Una reconfiguración de las piezas del juego y del juego mismo se torna hoy la exigencia. Lo que viene será sin duda un parteaguas para el gobierno, el presidente y el grupo compacto.
    Los contrastes del 4 de noviembre con la llegada de Obama y la despedida a Juan Camilo solo permiten espacio para la ironía, el rostro auténtico de la política. Felicidades y descanse en paz.
    Que así sea.

    PD: Mis mejores deseos para una pronta recuperación a mi amigo Fernando Zepeda.

    juanalfonsomejia@hotmail.com