Estoy leyendo uno de los libros que han intentado sembrar un paradigma en la incorporación de las técnicas alternativas en la medicina occidental. Se trata de "Moléculas de Emoción", de la doctora Candace Pert.
Ella es una de las autoras más prolijas del mundo científico, con más de 300 trabajos publicados sobre el comportamiento de los neurotransistores. Fue una de las primeras personas en aislar un receptor molecular, precisamente el de las muy emocionales endorfinas, que son responsables de los sentimientos de placer y anulación de la percepción de dolor del cuerpo: es el mismo receptor que reacciona con la morfina, el opio, la mariguana. Lo curioso del libro, es que presenta una revolución en la comprensión del funcionamiento de la mente, a partir de experimentos basados en la disección de cerebros de animales y humanos. No tarda uno en entender que los grandes descubrimientos del libro son de 1975, anteriores a las imágenes magnéticas que saturan los procedimientos modernos.
A pesar de ello, seguimos percibiendo el sistema neuronal como un complejo cableado eléctrico, y no como un sistema multiorgánico de intercambio de información y péptidos, que se aloja por todo el cuerpo, y que fue detallado y establecido cuatro décadas atrás y sigue enseñándose el anticuado e incompleto esquema de electromecánica en las escuelas.
Quizás estamos demasiado comprometidos con la comprensión de quiénes somos y cómo funcionamos en un esquema que nos asemeja más a las computadoras, y menos al comportamiento de los ecosistemas, más a los esquemas subatómicos y menos a los archivos de recuerdos y emociones ambulantes que realmente somos.
Pert ha desdicho a Descartes, quien estableció que los estudios del cuerpo no tenían nada que ver con el alma ni los sentimientos. ¡Cuarenta años después e igual de cartesianos!
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