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"Análisis: Oaxaca en el camino de Felipe Calderón"

"Nada presagia un buen inicio para el próximo Gobierno de la República. Ni la situación política ni la económica suenan amistosas para Felipe Calderón. Vicente Fox le entrega un país con un enorme conflicto político, que de lo regional pasó"

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28/10/2006 00:00

    Noroeste / Pedro Guevara

    La noticia que más resuena de México en los diarios y noticieros de otras partes del mundo es el conflicto de Oaxaca. Si en 1994 fue Chiapas el anuncio ante el mundo de que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari terminaba en crisis política y ocultaba que detrás de la rimbombante firma del TLC estaba la enorme miseria de la población indígena, Oaxaca en 2006 es la evidencia rotunda de la incapacidad sexenal de Vicente Fox para entender a los movimientos sociales que enfrentan una pobreza y autoritarismos ancestrales.
    De nueva cuenta el México Profundo, expresión acuñada por el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla para identificar al México de raíz indígena, sacude al país y hace recordar, a propios y extraños, que mientras esta población no se aproxime a niveles de vida con un mínimo de bienestar la frustración social continuará indefinidamente.
    Cualquier enfoque analítico que ponga el acento en la orientación ideológica del movimiento o en sus intenciones políticas, y minimice o ignore la sustancia social simplemente no entenderá la densidad y profundidad del descontento y movilización de cientos de miles de oaxaqueños.
    La exigencia de que renuncie el Gobernador Ulises Ruiz va mucho más allá de un objetivo político; se traduce, más bien, como el acto que concentra el intento de iniciar la demolición de un poder político contrario, en cualquier sentido, a toda tradición democrática.
    Las enormes pérdidas de los comerciantes y otros empresarios de la capital oaxaqueña, la dolorosa pérdida de clases para miles de niños durante largos cinco meses, los excesos del movimiento, que no son pocos, habrá que señalarlos sin tregua, pero ello no nos serviría para entender las causas y la fuerza del movimiento.
    Si entendemos la dinámica y la historia de los movimientos sociales es vacuo concluir que el movimiento de los zapatistas, por ejemplo, es asunto del pasado o está "pasado de moda", como suelen decir lecturas frívolas de este tipo de movimientos. En efecto, el Subcomandante Marcos ha pasado prácticamente desapercibido en su gira por Sinaloa y el resto del Noroeste, pero la mínima atención que le prestaron las clases populares y los sectores ideológicamente afectos no quiere decir que el movimiento zapatista, y sobre todo las causas que lo generaron, han desaparecido.
    Marcos y el EZLN han extraviado seguidores no tan solo fuera de Chiapas, sino también al seno de las mismas comunidades indígenas de ese estado porque el movimiento se ha desgastado por errores políticos propios, por la acción gubernamental y el cansancio natural de luchas de este tipo. Sin embargo, la historia de los movimientos indígenas y la de los movimientos armados de México nos dicen que estos solo fallecen cuando las causas sociales que los generaron desaparecen.
    Si el foco chiapaneco no se ha extinguido, con Oaxaca se prende uno más a largo plazo. La masividad, durabilidad, pluralidad sectorial, consistencia y unidad del movimiento oaxaqueño nos dice que este movimiento, aun sin saber como va a terminar, tiene asideros societarios tan duros que su permanencia, así sea intermitente, es un hecho.
    Es más, sin que los zapatistas hayan tenido una influencia política y directiva sobre el movimiento de la APPO, sin duda tuvo un impacto ideológico y cultural que animó a grupos indígenas y magisteriales de Oaxaca a retomar y fortalecer una lucha que ya se había manifestado por lo menos desde los años setenta.
    Chiapas y Oaxaca constituyen ya un corredor con focos insurgentes de presencia prolongada, a los cuales se les podría sumar Guerrero.
    En los dos casos, los contextos políticos desfavorables para el Estado y la fuerza de los movimientos fue suficientemente grande, como para que Salinas de Gortari y Vicente Fox no tomaran la decisión de utilizar el monopolio de la fuerza para reprimirlos hasta su liquidación, a pesar de que intelectuales de derecha se lo sugirieron e incluso exigieron.
    No es como dicen los ideólogos del liberalismo de derecha que los gobernantes mexicanos han sido incapaces de superar el síndrome del 2 de octubre de 1968, lo cual les impide utilizar la fuerza para contener a los movimientos sociales rebeldes, si no más bien que los dirigentes del Estado no han contado con los elementos, nacionales e internacionales, para reprimir sin consecuencias políticas y sociales que profundizaran la crisis.
    Tal y como se pronosticaba, a Vicente Fox y a Felipe Calderón, a escasos días de que se de el relevo presidencial, se les ha enmarañado aun más la coyuntura política porque los oaxaqueños están buscando asociar sus peticiones estrictamente locales con el objetivo de impedir la toma de posesión del presidente electo. Lo cual es extremadamente grave para la institucionalidad del país.
    Un hilo más de esta maraña es que el gobierno de la república ha decidido cancelar el desfile del 20 de noviembre en la capital de la república. Esta decisión puede tener varias lecturas: una, que prefirieron dejarle el Zócalo de la Ciudad de México a Andrés Manuel López Obrador antes que ser humillados nuevamente, tal y como sucedió el 1 y 15 de septiembre; dos, prefirieron interrumpir una tradición de Estado que confrontar la ira popular de lopezobradoristas y oaxaqueños a las vez; tres, aprovecharon el momento crítico para deshacerse de una tradición del Estado que siempre ha incomodado al PAN, por más que Madero, uno de sus símbolos ideológicos, haya iniciado la Revolución de 1910.
    Eliminar el desfile cívico-deportivo, inaugurado en el Distrito Federal en 1930 y presenciado a partir de 1941 desde el balcón presidencial, es una decisión de suyo espinosa, pero el gobierno foxista la ha preferido a ser blanco de la ira antagónica.
    El argumento de la Presidencia de la República, en voz de Rubén Aguilar, es que el desfile resultaba ya un "modelo obsoleto" en el que los deportistas ya no querían participar. En reemplazo, el Presidente invita a un acto de "reflexión política". Fox, según su vocero "ha decidido involucrarse de lleno en el festejo, darle un nuevo carácter y hacer de él un acto cívico que permita revalorar su sentido histórico".
    Este es el tercer acto elusivo del Presidente Fox ante López Obrador en poco más de dos meses: el 1 de septiembre fue el primero, el 15 del mismo mes el segundo y el próximo será el 20 de noviembre. Si decían que el Peje estaba liquidado Fox lo quiere resucitar o simplemente no estaba muerto.
    La APPO ha contribuido al ambiente nervioso que envuelve a Fox y Calderón, pero lo más delicado del asunto es que el Presidente no sabe como resolverlo y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca endurece sus posiciones cada vez más. El 24 de octubre ensanchó la banda de sus exigencias y dio a conocer un "llamado a la insurrección pacífica popular" con una nueva consigna: "Si Ulises no se va, Calderón no pasará".
    Esta última consigna podrá parecer una bravata callejera sin sentido, pero lo cierto es que el movimiento oaxaqueño ha exhibido tal consistencia y consecuencia que la provocación podría convertirse en un hecho, sobre todo si recordamos la impericia política del Presidente Fox.
    Felipe Calderón de cualquier manera asumirá la Presidencia de la República, pero podría no hacerlo en el Congreso de la Unión y sí a hurtadillas, lo cual no tan solo sería humillante, sino muestra de extrema debilidad.
    Nada presagia un buen inicio para el próximo gobierno de la república. Ni la situación política ni la económica suenan amistosas para Felipe Calderón.
    Vicente Fox le entrega a Calderón un país con un enorme conflicto político, que de lo regional pasó a convertirse en nacional, y una economía con un bajísimo nivel de crecimiento. Por si fuera poco, al presidente electo el dirigente nacional de su propio partido le hace la vida de cuadritos pretendiendo imponerle varios secretarios de Estado.
    No sobra insistir, Felipe Calderón será, al menos en los inicios, uno de los presidentes más débiles en la historia postrevolucionaria de México.

    santamar24@hotmail.com