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"Análisis: Educación y Revolución"

"Nunca imaginó don Venustiano que con su levantamiento armado abriría la caja de todas las desgracias que desde 1913 ha padecido México"

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25/11/2009 00:00

    Gilberto Yáñez

    Durante el mes de noviembre hemos leído en la prensa y escuchado en la televisión comentarios de expertos de diferentes rumbos de la política mexicana, destacando los aspectos negativos que trajo a México la Revolución de 1913 iniciada por Carranza contra la traición y encumbramiento de Victoriano Huerta. Es útil recordar que el alzamiento de Madero en 1910 fue incruento y rápido (Noviembre de 1910 a Mayo de 1911), porque el dictador Porfirio Díaz, al verse derrotado, prefirió desterrarse para evitar ensangrentar a México y para evitar crear el caos y la destrucción que después derivó de la guerra civil iniciada por Carranza, que no terminó sino hasta 1929.
    Lamentablemente, en la negociación política que derivó de la firma del Plan de Ciudad Juárez que dio fin a la guerra civil de Madero, el ingenuo e inexperto Madero fue superado por la habilidad de los porfiristas. Madero perdió muchas de sus ventajas derivadas de su levantamiento armado y dejó intacto el ejército de Díaz y cometió el error adicional de confiar en Victoriano Huerta, demostrado servidor del dictador.
    La gran cantidad de libros de historiadores mexicanos comprometidos con la verdad, egresados de instituciones educativas independientes, así como la transición a la democracia realizada cuando menos formalmente en la elección del año 2000, han permitido que en los últimos 20 años se eliminara la censura y la presión realizada durante más de medio siglo por los gobiernos de la larga era del PRI para evitar la publicación de libros que narran la verdad de la terrible guerra civil iniciada por Carranza, porque nunca imaginó don Venustiano que con su levantamiento armado abriría la caja de todas las desgracias que desde 1913 ha padecido México.
    Lamentablemente, la guerra civil 1913-1929 destruyó toda la obra civil realizada por Porfirio Díaz durante sus 30 años de dictadura, en la cual, por la paz forjada por los abusos y por el autoritarismo del régimen se construyeron caminos, vías de ferrocarril y puentes que desaparecieron por la guerra desatada por Carranza, impulsado por un espíritu de lucha que en realidad fue un torrente de egoísmo político, de corrupción, de ambición y de codicia que destruyó al país y lo atrasó cuando menos 50 años que no pudieron ser recuperados. La historia nos demuestra que los 30 años de Gobierno de Porfirio Díaz fueron el primer periodo de crecimiento económico que tuvo México en toda su historia, desde el principio de la Colonia, aunque con un beneficio de unos pocos y una gran pobreza para los demás.
    Las muchas guerras civiles, levantamientos, cuartelazos y asonadas que se sucedieron durante el Siglo 19, a las que debe agregarse la injusta invasión estadounidense que nos arrancó en 1848 más de la mitad del territorio del país, más los estragos de la ocupación francesa y la larga guerra defensiva de Juárez contra el Imperio, impidieron la paz que construye, educa y promueve, ofreciendo a cambio sangre, destrucción y pérdida de oportunidades para cuando menos seis generaciones de mexicanos.
    El periodo 1929-1995 fueron casi siete décadas que en virtud de la propaganda oficial aparentemente aportaron desarrollo económico pero que en la realidad retrasaron el desarrollo económico de México, hipnotizados los mexicanos por los mitos del socialismo y de la reforma agraria y por la concentración de la riqueza en el Estado, pero que benefició principalmente a quienes administraban al Estado.
    Los países que han superado a México en el camino hacia el bienestar económico de la mayoría y en la creación de empleos, lo han logrado gracias a la educación y al sistema de economía de mercado, como lo demuestran Corea del Sur, China, Chile, Brasil, India y últimamente Irlanda. Nosotros seguimos empeñados en mantener los monopolios estatales en energía eléctrica y en petróleo y las disposiciones constitucionales que otorgan al Estado la planeación y dirección económica del país, a pesar de los malos resultados obtenidos hasta ahora.
    Nada hay para celebrar en el aniversario de la Revolución de 1913, como tampoco hay motivo de celebración por los franceses por su destructiva Revolución (1787-1799), salvo el cambio político que eliminó la monarquía y el sistema feudal, pero que después, en 1804, fue restaurada como Imperio en las sienes del ególatra Napoleón Bonaparte, cuyo principal dato duro estadístico es que eliminó con sus sucesivas guerras a toda una generación de jóvenes franceses que murieron en sus guerras sin sentido, impulsadas por la megalomanía del Emperador de opereta.
    Sin embargo, tanto en Francia como en México la política ha impuesto el ritual de la liturgia laica que obliga a celebrar lo que la política ordena que se celebre, como parte de la escenografía de la política, que recomienda crear héroes donde no los hay, para propiciar el respeto de los ciudadanos.
    Afortunadamente, en América Latina y en muchas otras partes del mundo, la dictadura y el autoritarismo se combaten ya con ideas y principios derivados de la educación histórica de los pueblos, difundidos con la gran fuerza de la publicidad, de los modernos medios de comunicación y de la cooperación internacional. Los militares mismos, ahora con educación universitaria y con apoyo de la historia, son elementos de seguridad jurídica en casi todos los países modernos para sostener la paz y la democracia, siempre amenazadas por el egoísmo y la corrupción humanas. Ahora se les enseña que su misión como militares profesionales es preservar el gobierno civil y sus instituciones democráticas.
    La educación demostró en Europa occidental, Estados Unidos y Canadá, que con la salud pública, son las dos llaves indispensables para abrir el bienestar para la mayoría de los ciudadanos. Si el Gobierno del Estado es incapaz de proporcionar educación de calidad y salud pública eficaz, está impidiendo el desarrollo del país y haciendo mal uso de los recursos económicos que la recaudación fiscal le proporciona a la autoridad para ser usado en el bien común. Los ciudadanos no debemos permitirlo y para ello tenemos un arma formidable que es el derecho al voto electoral, que en México el 60 por ciento de los electores se niega a ejercer, abandonándose a la suerte de la corrupción pública y de la ignorancia colectiva.
    La larga era del PRI produjo un sistema educativo corrupto y de mala calidad que impide la superación de los jóvenes. Para mejorar el sistema educativo el Poder Ejecutivo no necesita del Congreso. Mucho se puede hacer para eliminar la corrupción y los privilegios injustificables de los maestros sindicalizados. Hasta ahora no se ha hecho.